martes, 29 de noviembre de 2011

ESPÍRITU DEL ALBA, este miércoles 30 de noviembre en Puno






El Grupo Editorial Hijos de la lluvia
el miércoles 30 de noviembre se complace en presentar
el volúmen Nº 4 de la Colección Letras de la poesía latinoamericana
Espíritu del alba, del poeta peruano Simón Rodríguez

La presentación estará a cargo de:

Walter L. Bedregal Paz
Coordinador y Director de la Colección:
Letras de la poesía latinoamericana

Comentan:

Boris Espezúa Salmón
Walter Paz Quispe Santos
Darwin Bedoya

Miércoles 30 de noviembre,
18.30 p.m.

Club Kuntur - Plaza de Armas
Puno - Perú

Los esperamos




__________________
* En postal para el recuerdo: Omar Aramayo, Simón Rodríguez, José Luis Velasquez y Darwin Bedoya, en la presentación de Espíritu del alba, http://filarequipa.pe/2011/presentacion-del-poemario-espiritu-del-alba-grupo-editorial-hijos-de-la-lluvia-simon-rodriguez
Fotografía:Julio César del Carpio
.


MAYOR INFORMACIÓN


viernes, 25 de noviembre de 2011

El Festival de Lira y Ernesto Carrión


Al igual que la poeta argentina Tamara Kamenszai, el poeta ecuatoriano Ernesto Carrión, fue otro de los ganadores de la tercera edición del Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira.

El presidente del jurado José Kozer (cubano) dijo que luego de una jornada exhaustiva que realizó junto a los poetas Fernando Balseca, Arturo Carrera, Minerva Villareal y Galo Torres eligieron a Kamenszai y Carrión dentro de los diez finalistas.

Aquí los poemas de Ernesto Carrión:


ORIGEN Y RECONSTRUCCIÓN DEL PRIMER HOMBRE

[Teoría de Caín]





años tuvieron que pasar para reconocer la peste. Sucedió sin embargo, a la misma hora, en que los rayos del sol acostumbraban a reír sin temer ser sorprendidos por el aguacero. Las colinas, mansamente cubiertas por el vaho enemigo, a gusto en los pastizales. Los riachuelos, centelleando hacia arriba, mientras las piedras como pájaros carpinteros angostaban su vuelo sobre las tejas del agua. Parecía haber perdido la vida sus rondas secretas, sus camas arrogantes de limo imperceptible, donde las lágrimas veneraban sus escarabajos. La madre, armada de lengua y mirada gigantesca, creaba esas figuras galantes, fantásticas del hombre del futuro. El padre, recogido en el miedo a su osamenta, dibujaba lechuzas y fermentaba licores para fregar la inmundicia. Asomaba por encima, de la gran humareda de las bestias, el hombro de un gigante. Mientras la siembra adolescente, casi blasfemando, pasaba su mano indeseable por la boca del cielo. Alguien que miraba hacia atrás, decidió recogerse el cabello negro, duro, aplastado hasta la súplica de los rehenes de sus ojos, que le prohibían distinguir hacia adelante: Caín descendía hermoso con el cuerpo de su hermano sobre el arco insobornable de su espalda. Había concluido el primer acto de amor registrado en los anales de la historia. Había Caín lavado, con su atrevimiento, el pecado del mundo.





FRAGMENTO EXTRAÍDO DE LA ÚNICA AUTOBIOGRAFÍA AUTORIZADA DE SATANÁS; O DE COMO PONCIO PILATOS PUEDE LAVARSE LAS MANOS EN TIEMPOS DE LA RESPÚBLICA





Soy un tipo enfermo al que llaman Gandul. Hombre destruido, que permanece con vida después de las batallas de las plazas, después de las terrazas invisibles que esconden la esperanza duradera, en lugares perforados por el parpadeo. Olor medicinal en el exilio de las plantas donde duerme la nostalgia por un hijo perdido, por una mujer suficiente que quiso la quisiera sobre la escritura, por un amigo muerto que asaltaba las mañanas con su pistola de yerba, almidonado de ingenio.



Soy un tipo enfermo que bebe demasiado. Un escritor mediocre que ha debido suicidarse

si le queda decencia. Un vago radical al que llaman demonio, bestia de porquería, ateo encolerizado, simio susceptible. Soy todo esto y más, cuando se inunda de luces el labio que encadena su ballesta. Soy un algo que no podrá conocerse, mientras lo tornadizo persista, inaguantable, mientras la sinfonía de mis rostros resbale por esa coma de todos mis intentos que han contaminado el sudor con tanto paso.



Soy un hombre al que llaman misógino porque ama las mujeres que ya no existen. O quizás porque parezca una verdad en la mano, una bomba de aciertos equilibrada en lo oscuro, una roña pestilente que no soporta nadie. Canción vellosa en el fruto, que pasa acariciándome las muelas que bravamente me sangran sin importar la hora. Fumando demasiado cuando lloro. Llorando demasiado cuando orino a cuotas.



Soy un tipo enfermo, condenado a masturbarse tras los vitrales -curtidos- de una ciudad pequeña. Adolorido en mi infierno, cuando trabaja este hígado con parsimonia injusta. Demostrando mi habilidad por encontrar espacios. Abrazando cada noche/ cada mañana/ mis libros en vez de abrazar a esa mujer impetuosa que quiso la quisiera.



Pero soy sentimental, cayendo en la sospecha, como todo el mundo. Guardo mi pasado en retratos y relatos de dudosa nobleza. Porque ¿qué otra cosa puede hacer un hombre sino temblar ante tanta fantasmagoría que va dejando la vida? ¿Qué otra cosa, sino tratar al menos de remover el agua que pasa, de puntillas y en calzones, sobre los bancos de piedra?



Yo he visto la moral, desde los arcos del hombre que ha bajado la voz para pisar su sombra. He abortado del pecho la ignominia en techumbres donde el sol se iba acercando -por ejemplo- al duelo. Y me ha parecido todo salamero escondrijo. Nada más que un travesti que ha debido masturbarse lloriqueando ante el fetiche de los amantes. Y si he flirteado con ella, fue por su sierpe de cristos encrispada o encerrada en el manglar de la culpa. Fue por creer que mis ganas concluían sabiamente en las simples compañías que llegaban sobre mulas con turbantes de ocio.





hasta que dije ¡BASTA!



YO NO SOY RESPONSABLE DE TU POBREZA, DE TU MEDIOCRIDAD ENORME, DE TU VERGÜENZA INFLAMADA, QUE OTROS LLENAN DE AFECTO,



YO NO SOY RESPONSABLE DE TU RIQUEZA, NI DE TUS VIRTUDES...



Yo sólo soy un tipo enfermo al que llaman Gandul. Un hombre destruido que permanece

con vida, a pesar de la guerra.

________________________________

Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977). Ha colaborado con la prensa escrita, realizado trabajos de crítica literaria, ejercido la docencia y participado en encuentros literarios fuera y dentro de su país. Textos suyos han aparecido en revistas y antologías latinoamericanas en México, Perú y España. Ha trabajado en poesía el libro LA MUERTE DE CAÍN, cuarteto formado por los poemarios: El Libro de la Desobediencia (2002), Carni vale, Premio Nacional de Literatura “César Dávila Andrade” (2002), Labor del Extraviado (2005) y La Bestia Vencida (inédito). También ha participado en el libro colectivo Porque nuestro es el exilio (2006). En el 2007 obtuvo el VI Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de Medellín, con su libro Demonia Factory. Actualmente, forma parte del consejo editorial de la Fundación Casa de las Iguanas, de la ciudad de Guayaquil. Demonia Factory.




El Festival de Lira y Tamara Kamenszai


La poeta argentina Tamara Kamenszai y el poeta ecuatoriano Ernesto Carrión, son los ganadores de la tercera edición del Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira.

El presidente del jurado José Kozer (cubano) dijo que luego de una jornada exhaustiva que realizó junto a los poetas Fernando Balseca, Arturo Carrera, Minerva Villareal y Galo Torres eligieron a Kamenszai y Carrión dentro de los diez finalistas.

Estos poemas son parte del libro inédito El eco de mi madre de Tamara Kamenszai:



Sentada al borde de la memoria de ella

me archivo como puedo en ese olvido que la trabaja

entre nosotras las palabras se acortan

ella no habla yo dejo de decir lo que decía

la dejo que no diga para no avergonzarla

juntas vamos armando un presente que no dura

en ese instante precoz mi madre se queda sola

porque yo como los tontos elijo seguir de largo

creo que a futuro todo me espera

mientras nadie a ella le da esperanzas

así separadas nos vamos juntando

la que oyó mi nacimiento me sienta en el borde

para hacerme escuchar por ella el anticipo de su muerte

vienen y van nuestros pasados compartidos

van y vienen nuestros futuros distanciándose

ella no sabe lo que yo no sé me pregunta ¿yo qué hago?

le contesto comé vestite dormí caminá sentate

el chirrido de su robot le hace caso por hoy

a ese minimalismo que habrá que reprogramar mañana.

“¿Sucederá que vea

extenderse el desierto

hasta que también le falte

la caridad feroz de los recuerdos?”

se pregunta Ungaretti en El cuaderno del viejo

mientras mi vieja se aleja encorvada

hacia el desierto público de su desmemoria

desde la cabecera de la cama doble la interrogan dos retratos

pero ella no encuentra la contraseña

quiero guiarla pero se le suelta la lengua

es tu mamá es tu papá

¿te acordás cómo se llamaban?

Avanza protegida por lo que no dice su amnesia

y me pierde a mí en otro idioma

nos encuentran sueltas nuestras maternidades adoptivas

soy ahora por ella la hija que crece sin remedio

para dejarla decrecer tranquila entre mis brazos

así juntas nos vamos separando

trabajamos hasta el borde un abismo de sonrisas

porque hay otras fotos

y ella bien puede no acordarse de mí pero no importa

entre mi nacimiento y su muerte la de la alegría fotogénica

ésa que me legó generosamente un parecido

todavía está viva y nada le impide

seguir siendo mi madre.





A ver, a ver, a ver, repetía antes de morirse

como si algo le tapara la visión del otro camino

ése que ella ya tenía delante de las narices

pero que la dirección de su cuerpo aún se negaba a tomar.

A ver, a ver, a ver, siguió insistiendo hasta el cansancio

mientras los que rodeábamos su cama queríamos ver también

si es que realmente algo visible,

un ángel o cualquier otra aparición,

metida de lleno en la asepsia de ese cuarto

podía darnos la clave médica de que algo estaba por pasar.

Después de que murió me sentí culpable

de haberla confrontado con sus fantasmas

a ver qué, mamá, a ver qué, a ver qué.

Y aunque nada había para ver, eso es seguro,

ella encontró, parece, el objeto que buscaba

porque de un minuto para otro se quedó muda

mientras yo con la pregunta en la boca

me fui rumiando las razones de todos los asuntos del mundo

que en la cadencia insoportable de su repetición

no tienen, no tienen y no tienen

ninguna respuesta.

___________________________
Tamara Kamenszai. (Buenos Aires, 1947). Poeta y ensayista. Ha publicado los libros de poemas: De este lado del Mediterráneo (Ediciones Noé, 1973), Los No (Sudamericana, 1977), La Casa Grande (Sudamericana, 1986), Vida de living (Sudamericana, 1991), Tango Bar (Sudameri­cana, 1998), El ghetto (Sudamericana, 2003) y Solos y solas (Lumen, 2005). Y los volúmenes de ensayo: El texto silencioso (UNAM, 1983), La edad de la poesía (Beatriz Viterbo, 1996), Historias de amor y otros ensayos sobre poesía (Paidós, 2000) y La boca del testimonio (Norma, 2007). Por estos libros obtuvo el Premio de Apoyo del Fondo Nacional de las Artes en 1973, el Tercer Premio Municipal de Ensayo en 1985 y el Primer Premio Municipal de Ensayo en 1999. Obtuvo una beca de la Fundación John Simon Guggenheim en 1989, el Premio Konex al mérito en el género poesía en 2004 y la medalla Presi­dencial Pablo Neruda en el mismo año. Imparte cursos, seminarios, talleres y conferencias en universidades de Argentina, México y Estados Unidos. Desde el 2007 está a cargo de la cátedra de Poesía Latinoamericana Moderna en la sede argentina de la New York University.

LA ARGENTINA TAMARA KAMENSZAIN GANA LA LIRA DE ORO EN LA III EDICIÓN DEL FESTIVAL DE LA LIRA

La argentina Tamara Kamenzain se llevó la Lira de Oro en la III Edición del Festival de la Lira, realizado en Cuenca.

Este evento, que finalizó ayer, tuvo cuatro días de intensos debates, críticas y se pudo también escuchar la lectura de poemas en las voces de muchos de sus autores.

Varios lugares se adecuaron para este festival, entre ellos el aula magna de la Universidad de Cuenca, cafeterías, salones de colegios e incluso de barrios de la ciudad, donde se congregaron los poetas para leer en voz alta sus propias creaciones.

Este festival se realiza cada dos años y convoca a los mejores poetas del Ecuador, pero también se extiende la invitación a escritores de América Latina.

El cubano José Kozer fue el encargado de dar lectura al veredicto del jurado calificador, compuesto por Fernando Balseca, Arturo Carrera, Galo Torres, Minerva Margarita Villareal y el propio Kozer, señalando que se reunieron el domingo anterior fuera de la ciudad y decidieron dar el premio a la argentina por su obra denominada Ecos de mi madre, una obra que se enfrenta a la lucidez de lenguaje, pensamiento y visión poética.

"Primero que nada, la obra tiene que ver con la muerte; luego, con la enfermedad más temible y moderna como es el Alzheimer", dijo Kozer.

La ganadora llegó ayer a Cuenca y no pudo ocultar su satisfacción por el logro alcanzado y dijo que es un estimulo más a su incansable trabajo de escribir hechos, incluso de la vida real.

Kamenzain, mostrando un buen sentido del humor, dijo que ella no sabe por qué se hizo poeta. "Si lo hubiera sabido, no hubiera sido escritora", comentó.

La ganadora del Festival de la Lira dijo haber que ha escrito 13 obras y que las quiere como sus hijos: "A todos los quiero, pero hay obras muy importantes como Tango Bar y Ghetto, entre otras".

"Los poetas deben tener un buen sentido de humor, caso contrario serían demasiado aburridos. De por sí, los libros son aburridos", indicó la poeta, que a más de la distinción, se llevó un premio de $30 mil que dieron los auspiciantes.

El segundo premio fue para el ecuatoriano Ernesto Carrión por su libro Fundación de la niebla, "obra donde la densidad está al servicio del lenguaje", dijo Kozer. Para entregar el premio, se seleccionó 10 poemarios como finalistas. (RMT)

Fuente: hoy.com.pe

ESPÍRITU DEL ALBA, de Simón Rodríguez


Espíritu del alba

Simón Rodríguez
Colección:
Letras de la poesía latinoamericana Nº 4
64. Pp.
Grupo Editorial Hijos de la lluvia
Lima, 2010.
Perú


Libro primero

Canto de batracio

I

...en el principio

el sol no quería mirarnos, sólo presentíamos

el mundo, las sonrisas y los mares,

sólo las estrellas,

impensados y hermosos intestinos del cielo,

niñas de agua que resplandecían en la sombra...

Emerges de las bocas musicales de los sikus

y tu voz tiene canto de relámpago solitario.

Vienes como los días, con un mar de horizontes,

o un beso de agua siempre fresca.

Desciendes como cascada de silencio,

como poema derribado, como hoja que se desprende

inevitablemente de un bello arbusto.

Con la misma profundidad

y permanencia de rocío que habita eternamente.



___________________

Simón Samuel Rodríguez Cruz. (Puno, 1969). Ha publicado el poemario Desatando penas (Cusco, 1992). Ganador del Premio Regional de Poesía César Vallejo (Puno, 1992), Primer Premio en los Juegos Florales UNA (Puno, 1993), Primer Premio en los Juegos Florales de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNA, (Puno,1997), Primer Premio del Concurso Literario Nacional Canto al Lago (Puno, 1998). Ganador de los Juegos Florales Magisteriales Región Puno (2004) y Juegos Florales de la Facultad de Educación UNA (Puno, 2005).

ESPÍRITU DEL ALBA


Espíritu del alba

Simón Rodríguez
Colección:
Letras de la poesía latinoamericana Nº 4
64. Pp.
Grupo Editorial Hijos de la lluvia
Lima, 2010.
Perú


I

...en el principio
el sol no quería mirarnos, sólo presentíamos
el mundo, las sonrisas y los mares,
sólo las estrellas,
impensados y hermosos intestinos del cielo,
niñas de agua que resplandecían en la sombra...


Emerges de las bocas musicales de los sikus
y tu voz tiene canto de relámpago solitario.
Vienes como los días, con un mar de horizontes,
o un beso de agua siempre fresca.
Desciendes como cascada de silencio,
como poema derribado, como hoja que se desprende
inevitablemente de un bello arbusto.
Con la misma profundidad
y permanencia de rocío que habita eternamente.

Tal vez sea arriesgado todavía decir qué es pretérito y qué es actual en poesía. Quizá todo sea prescindible, excepto la poesía. Quizá la crisis de la poesía radique en que todavía no sabemos distinguir cuándo es necesaria, vital, antigua o moderna. Frente a esta incertidumbre y verdad, Espíritu del alba nos muestra al poema como mecanismo lingüístico de voluntad estética, ficcional, telúrica donde destaca una acentuada concentración en las cimas de la ternura y la terredad.

Esta poesía suena en cuerda elegiaca por ser canto de pérdidas y ausencias. Por ser reconciliación y contrariedad de un tiempo ido que no fue mejor. Aquí los poemas emergen desde la temperatura humana, desde el vórtice de las emociones, hasta confluir en una evidente energía y hondura poéticas. Los versos muestran su verdadera fuerza lírica cuando empiezan a fermentar las hogueras y se dan los signos de aparición de una nueva poesía portadora del fuego.
Esa que finalmente logra llegar a la desconsolada percepción del tiempo que nos deshace y nos deja incólumes frente al mundo del que provisionalmente nos adueñamos.

martes, 15 de noviembre de 2011

Javier Núñez, PREMIO Nacional "Ciudad incontrastable Huancayo 2011"


La novela nos llamó mucho la atención por su originalidad, por su estructura y su modernidad. Cuando se publique, en noviembre por Bisagra editores, va a sorprender. Javier Núñez promete como narrador. Su forma de abordar la realidad es muy novedosa dentro de lo que es la narrativa andina actual. Considero representa un nuevo aire en la novela que se escribe en el mundo andino, y que representa los cambios en el imaginario literario de esa parte de nuestro país. Esta es una novela muy original, técnicamente lograda, muy imaginativa.

Carlos Calderón Fajardo

(Jurado del Concurso de Novela Ciudad Incontrastable, Huancayo, 2011)


___________________
Portada tomada del Blogs: http://bisagra-editores.blogspot.com

NUEVA PUBLICACIÓN- "Vírgenes y herejes" de Javier Nuñez


Nuestra nueva publicación: "Vírgenes y herejes" de Javier Nuñez. Esta novela obtuvo el I Premio Nacional de Novela Corta "CIUDAD INCONTRASTABLE-2011"

"Vírgenes y herejes" es el VOL No 11 de nuestro catálogo de narrativa: rústica...de cartón piedra.
_______________ Tomado del Blogs: http://bisagra-editores.blogspot.com

domingo, 6 de noviembre de 2011

El día en que los caballos aprendieron a llorar



darwin bedoya


[...] entonces todavía éramos uno. Entonces, recordarás, me pusiste por nombre caballo. Porque según tú, de mí salían palabras lentas. Porque mis ojos no estaban en mi cuerpo ni en ninguna otra parte que tú pudieras ver. Porque, apenas te veía, corría hacia ti como si nunca más volvería a verte. Entonces todavía éramos uno. Galopábamos por el mundo sin que nada nos importara. Nada.

Estoy seguro que todavía recordarás. Una tarde, sentados en el parque, frente a una columna de combis y automóviles y transeúntes, vimos pasar a un hombre llorando con toda la tristeza del mundo. En sus ojos había un manantial, entonces apretaste mis manos y yo las tuyas, creíamos que nunca nos llegarían los días de soledad y de llanto. Creíamos que nunca nos soltaríamos las manos un solo instante. Hasta llegamos a pensar que la vida se encargaría de ponernos la felicidad a nuestros pies. Pero ya ves, estos son los días de soledad, míralos ahora, son ellos, ya están aquí. La soledad ha desempacado sus cosas. Se ha instalado en el mismo parque de aquella vez. Y ya me ves a mí también: dondequiera que vaya o esté, seré aquello que falta. Aquello que permanece inconcluso más allá de las montañas y los cielos y los mares. Nadie sabrá de esta forma de estarme: volver a quedarme a solas con alguien que ya se ha ido. Ya lo ves o lo puedes imaginar, a esta hora corre por esa llanura más alejada del mundo, un caballo sin término, de sus ojos parece llover. ¿O será que llueve demasiado y nadie se da cuenta?

Entonces todavía éramos uno. Yo hice de tu Van Gogh, te pintaba entre girasoles y fucsias, sentada unas veces, otras saltando la soga sobre una vereda frente a tu casa, otras lloviéndote a mi lado. Mucho tiempo después te pinté más allá de tu ombligo, eras una mujer desnuda acechándome desde el otro lado del barranco. Después, cuando ya se acabaron los pinceles y todo el óleo del mundo, empecé a estar en tu pecho, como una flor carnívora destrozando tu piel, como un dolor desnudo, llegaba ungido en aceite y mirra entonando las canciones que a ti te gustaban. Entonces todavía éramos uno. Ahora ya no vienes rodeada de musas, ménades, ninfas, danzando, cantando; vienes y eres otra vez la calma de la tarde. Entonces sé que aún acontece algo no lejos de ti.

¿Acaso tu ausencia le ha puesto nombre a todas las cosas? ¿Acaso tu ausencia es un cielo nublado a punto de llover? Porque nadie se ha fijado que llevo en mi sangre una colección de serpientes enroscadas. Y que tal vez por eso nadie sabe que tu inocencia es como un cuchillo delante de mi rostro. Nadie sabe cuánta tristeza en tus ojos ahora que es lunes y el campo es más inmenso y solo y en torno a ti abundan palomas blancas. Flores multicolores y un prado inmenso donde se pierde mi sombra. Donde caminan tus pasos de niña olvidada. Nadie sabe cuánta tristeza en tus ojos. Ahora soy apenas un nombre en el viento, un cuerpo de piedra. Poco a poco me ha dejado aquel caballo que hiciste de mí. No temas nada. No, la luz no se acaba, si sabes que en realidad siempre fue tuya.

Te conté, una tarde, sólo a ti: mi mayor héroe nunca fue ni será un escritor. Sabes perfectamente que tengo otro dios, un poco más grande tal vez, pero es mi único Dios. También te conté que mi mejor libro es el último, el que recién una noche de estas empezaré a escribir. Esa misma tarde, mientras peinabas con tus manos mi cabello, te dije que a veces, en la pena, en el amor, en el silencio, en el vacío ¿quién no ha sentido la necesidad de inventar palabras, la urgencia de tener un idioma propio? ¿Quién no ha sentido el peso del mundo entero aplastándonos la vida? Entonces todavía éramos uno, y no necesitábamos otro lenguaje, otro idioma; como ahora que necesito decirte otras cosas más, aquellas que te hacían reír. Aquellas que te hacían volar a mi pecho. Y cuántas ganas de volar hacia ti. ¿Cuántas ficciones torpes de querer ser dios? Ahora que lo pienso, el secreto de los dioses, tal vez siempre ha sido, vivir sin recordar, sin pensar en nadie, pero tú eres mi humanidad, mi latir terrestre por donde quiera que esté.
Una tarde, abrazados en el sofá, pudimos imaginar la escena donde tú y yo estábamos en un lugar sin nadie más en el mundo. Ni siquiera era casándonos ni nada de eso. Te dije para crear un reino y tú asentiste con la cabeza y dijiste que también soñaste lo mismo la noche anterior. Luego logramos fingir que nada doloroso ni alegre acabaría con nosotros. Era como la quinta vez que me hiciste pintar un reino lejano para todos. Y tan único y cercano para nosotros. Entonces todavía éramos uno.

Inventamos a mirarnos al espejo, inventamos doblar una esquina y toparnos con la puerta de ese mismo reino. Y que ahora la noche se me haga del todo negra, imagínate, en verdad no lo creo. Si al doblar una esquina te pudiera encontrar, sabrías por qué llora un caballo, si lograra retroceder en el tiempo, sabría la razón de aquel tanto adiós delante de tu rostro sin mí.

Ahora me pregunto, en medio de este galope que ya ha desgastado bastante mi andar ¿Quién inventa los desiertos para ponerlos entre tú y yo? ¿Quién ha venido con una bandada de ángeles para derramar ceniza en mis ojos? ¿Quién inventa las distancias?

No me olvido: nos conocimos en un tren. Yo leía Rimbaud. Tú ojeabas Rulfo. Tú nunca hablabas ni reías, pero yo, hablaba un poco, todo el tiempo. Después de terminar de leer, me miraste y yo te miré, te pusiste tan roja que hasta la ventana se empañó. Yo te dije que teníamos algo en común, y tú dijiste, enojada: No, eso no es así, Rulfo es narrador y Rimbaud, poeta. Después, mucho tiempo después, supimos que los dos eran poetas. Tú quisiste enseñarme un poco de prosa y compramos Mark Twain, Walter Scott, Charles Dickens, Willkie Collins, Thomas Carlyle, Thomas Wolfe, Vladimir Nabokov, Rodolfo Walsh, Arthur Miller, Tennessee Williams, Sam Shepard, William Burroughs o James Joyce, no recuerdo qué otros más. Después comprendimos que a los dos nos gustaba la poesía. Pasado algún tiempo logramos entrar a las mismas cantinas que Pound, Blake, Lautrèamont, Novalis y Hölderlin. Wordsworth, Coleridge, Nerval, Rilke, Eliot, Keats, Artaud, Pavese, Celan, Jabès, Auden, Ungaretti, Kavafis y Pessoa y Tagore. Dylan Thomas, Browning, Plath, Sexton, Pizarnik, Ajmátova, Södergran, Tsvetáieva y toda otra larga lista de autores que nos gustaba.

Por cierto, qué hago ahora con todos estos libros que tienen todavía el separador en alguna página a medio leer. Qué hago con ese otro cúmulo de textos que dejaste sobre el velador. Entonces todavía éramos uno. Dime tú qué hago con esta furia de los días sin ti. No me olvido: después empezamos a escuchar música: Charly García, Nito Mestre, Gustavo Cerati, y Andrés Calamaro. Lou Reed, Patti Smith… (Los enganches que se oían en pueblos como el nuestro escuchando a Pink Floyd, cuando el futuro no había venido. Cuando nos preguntábamos ¿Qué diablos se puede hacer en favor de la vida, de la poesía y de nosotros mismos en este rabo final del siglo XX? Pero ahí estaba la peluquera deshidratada de David Bowie. La paz, la droga y la palabra de Jefferson Airplaine. La vida que nos prometió Bob Dylan mientras metía mano en los Levi´s de Joan Baez. Toda la voz de Lou Reed, glorioso Frankenstein del siglo XX. Alguien por ahí cantando con la Velvet Underground en el Max´s Kansas City y Warhol bebiendo una Coca Cola caliente. El beato John Lennon. Los Sex Pistols, eternos aspirantes al Premio Nobel de Literatura. Ian Dury, cojeando y sudando por el mundo, cantando siempre una canción de tres sílabas. Todd Rundgren, Kevin Ayers, qué habrá sido de ellos. ¿Qué habrá sido de las lágrimas negras de Alice Cooper? ¿Qué de los pelos perfumados de Patti Smith?) Y qué habrá sido de aquellas canciones que no puedo decir; pero que tú sabes perfectamente a qué grupos y temas me refiero. ¿Qué habrá sido de todos ellos? ¿En qué lugar habrá quedado toda esa vida?
Ahora, de repente, en mitad de la noche, ha regresado galopando un caballo parecido a mí. La memoria siempre es más poderosa. Aunque [...] olvido así quién soy, de dónde vengo. Veo lo que otros no pueden ver. Sigo teniendo en mis manos todo el amor del mundo y casi toda la muerte. Camino de prisa, me voy lejos esta tarde, sin ti. Atrás voy dejando mis huellas erradas que ya no verás. Mis rastros errados de caballo que otra vez acaba de llorar. Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos me despeinan y me traen las horas contigo, los días contigo. ¿Qué habrá sido de todos aquellos días coleccionando flores en el jardín? Y me pregunto sobre aquellos silencios sin ti, ¿qué se habrán hecho, dónde andarán? ¿Dónde estuvo Dios cuando te fuiste? ¿Dónde estaba el sol que no te vio? ¿Dónde estaba yo? Ahora quizá la tristeza es un corazón que piensa. Sigo galopando, con tal de no morir. Con tal de llegar hasta ti. Con tal de que mis ojos no se mojen más.

Esta tarde ya no somos uno, somos dos que se han separado y tienen sus propias distancias. Cada uno en su propio cielo o infierno (el cielo te corresponde). Tal vez por eso esto que estás leyendo sea una pena muy mía. Que no te corresponde, que no debe lastimarte a ti. Porque es sólo mía, aunque tú seas parte de ella. Y no derrames una sola lágrima, porque estoy seguro, podrías recordar, el día en que los caballos aprendieron llorar.

Juntuma, 23 de setiembre de 2011