jueves, 12 de abril de 2018

MAL DE AMORES

MAL DE AMORES


                                                                       darwin bedoya




                                                                              Leímos todo cuanto había sido escrito sobre el amor.
                       Pero cuando nos amamos descubrimos que nada había sido escrito sobre nuestro amor.

                                                                                                                                      —Marco Denevi

 

Después de Air–Max 180 y Taca-Taca, Yero vuelve a removernos la memoria con estos textos que oscilan entre lo confesional y lo cotidiano como un desplazamiento vital y necesario. Las historias de este nuevo libro tienen la singularidad de atraparnos en un instante, a veces sin que siquiera nos demos cuenta. Cada historia se distingue por la posesión de una atmósfera que a una primera lectura parece poco enmarañada, pero que tiene como principal virtud llevarnos lentamente hacia un desenlace inusitado: los desaciertos y los laberintos interminables del amor. En este conjunto de siete relatos hay una intención por hablar de las personas, de sus sentimientos y de sus quehaceres; de la grandeza y la miseria de sus vidas, de los días oscuros y brillantes, especialmente del amor y el desamor como unidad temática. Las escenas de cada una de estas historias nos hacen ver el pasado, el presente y un resquicio del futuro, en cada historia se pueden encontrar un indicio, una predicción, una advertencia sobre lo que pudo ser y no llegó a concretarse. Y uno vuelve a ensimismarse en los recovecos de cualquier tiempo pasado gracias al amor. Y como en un flashback retornamos a ese punto de nuestra vida en que ocurre la colisión de trenes entre nuestra casi nebulosa infancia y nuestra larguísima adolescencia, entonces empezamos a sospechar un sinfín de cosas. Comenzamos a presentir los sueños futuros en donde la luz del amor es apenas una breve luminiscencia.
La representación de estos textos semeja una escritura-manantial, porque refresca y calma la sed, fluye por un campo semántico que en ese deambular por los laberintos interminables del amor, recorre también las pasiones, la familia y la urbe, lo privado y lo público dentro de los diversos sentimientos que el ser humano es capaz de sentir y provocar. Así, estos siete textos, desde Los amantes hasta el que cierra el libro y también le da título al libro, ¿Qué carajo es el amor?, revisitan la condición humana allí donde la literatura suele escarbar en la oscuridad y el desgarro, allí donde es menos frecuente que las letras paseen por la luz, o que recorran esa nitidez que es el equilibrio. El autor nos presenta un pequeño giro de timón en su discurso con respecto a sus libros precedentes, aunque el escenario sigue siendo el Ilo natal, y aunque persista esa vitalidad por la exaltación de las cosas cotidianas, su voz sigue siendo ágil, con algo de Salinger y Dickinson en la limpidez con que transita los dos parajes de la existencia: el oscuro y el luminoso, sin caer en ningún momento en la negación ni en el pesimismo. Por ejemplo, si nos detenemos en Colca canyon el resultado es un ejercicio de madurez, un sólido comienzo de recorrido consciente y sereno, que nos muestra que los seres humanos estamos hechos de pequeños momentos y de que lo trascendente no es más importante que lo cotidiano. O mejor dicho, lo cotidiano es trascendente, no hay que realizar ninguna vetusta división entre la vida y lo literario.
En este texto el autor nos muestra un detenimiento sensorial, no hay prisas, no hay desesperaciones por narrar, el ritmo del sujeto narrador ha entendido los estadios de la ascensión narrativa. Por momentos Yero tiene esa fecundidad verbal con que parece hacer papiroflexia con el lenguaje. Releemos por ejemplo Catástrofes importantes, el segundo relato importante de este libro, narra sobre un asunto familiar entre la convivencia inicial de las parejas, también el mito, el sueño, la superstición y la realidad que viven Ana, Pablo y  El Marruffo, los personajes claves de la historia. Quizá el tercer relato más logrado sea el que dice en uno de sus párrafos: Él había visto suficientes pezones en su vida como para elaborar un catálogo. Pero estos en particular, los de Sharon, lo obligaron a pisar el freno. Las tetillas, cuyo color le recodaba a la chocolatada tibia, estaban hundidas justo en el centro de la aréola. Como la cabeza de una tortuga escondida dentro de su coraza. El sexto título es justamente: El pezón hundido, en él, el autor, igual que en Samsung, una vez más habla del amor, de la vida sentimental en donde surge, inevitablemente, esa pregunta eterna y conocida: ¿Qué carajo es el amor? y según los relatos podríamos ensayar tantas respuestas, pero nunca llegaríamos a responder con exactitud, porque el amor es tantas cosas juntas, tantas cosas distintas que al final parecen ser una sola. Las páginas de este libro vivifica, en especial, al amor que acabó y dejó una herida (aunque muchas veces la herida es el amor mismo), que resulta insalvable e inasible, como el vano intento de tratar de recuperar el reflejo de la amante en el espejo que no tenemos. En segundo lugar, nos encontramos con el amor cotidiano que viven las parejas que inician la difícil vida de compartir el día a día en el futuro hogar, y para hacer más intenso el libro, el texto final ¿Qué carajo es el amor? recalca la idea del amor que se deben profesar los amantes. Pero especialmente del espacio que ocupa el amor en la vida cuando dice: no alcanzarás a moldear el bloque de su carne y a desearla como/ yo la deseaba/ de otra forma volverás a casa a fumar pasta/ a comer hígado de hace tres generaciones preguntándote tonta, estúpida y cojudamente/ ¿qué carajo es el amor?/ pero todo a su tiempo/ si no quieres a la de treinta puedes tener una de quince… El título, ¿Qué carajo es el amor?, por tanto, quiere ser una metáfora de ese inhóspito reino que todos conocen o creen conocer; además, con estos textos, Yero quiere rendir homenaje al hermoso animal que vive en nosotros, porque ¿quién más puede darle vida al amor? Sin duda, no es solo ese joven que se confiesa en Solo combis ni el viajero eterno de Desayuno en buscama. Por ello, los textos que componen este libro son piezas ingeniosas y originales y muy dispares en cuanto a género porque Yero ha querido, seguro por el tema del amor, reescribir unos versos. Y debido a ello, quizá lo único que los une y les da unidad sea el lenguaje que ya es característico en el autor. Pero hay en ellos siempre, como recurso común, una rotación inquietante en la narración que desconcierta y sorprende, sobre todo por los finos detalles y por los finales, utilizando la primera persona en la voz del narrador. Por todo ello, ¿Qué carajo es el amor? es un libro que, con un lenguaje eficaz, directo y sencillo, relata los avatares del amor convertido por el autor en el elemento que hilvana sus historias constituyendo así una extraordinaria colección de relatos y una poderosa muestra de talento fabulador.
Al concluir la lectura, ¿Qué carajo es el amor?, probablemente, no va a ser capaz de provocar o arrancar llantos o tristezas —méritos clásicos del amor—; pero sí será capaz de hacernos sonreír, suspirar y, sobre todo, recordar fechas e instantes memorables que pueden arrancar el miedo y la pasión de cualquier par de corazones, y como en cualquier punto en donde se cierren las cortinas, Cortázar, en su lista de mal de amores diría: Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

Espinar, junio de 2016

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