lunes, 8 de septiembre de 2008

Borges y sus lados ocultos



Entre otros gustos, gozaba con la música de Pink Floyd y los Rolling Stones.


Gerardo Lissardy BBC Mundo


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El maestro. Jorge Luis Borges si bien era un genio, también tenía una vida cotidiana llena de cosas domésticas.

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Compañera. María Kodama ante una fotografía del recuerdo.

Jorge Luis Borges escuchaba Pink Floyd, tenía pasión por el arroz con manteca y queso, y de joven abandonó el vino después de oír a un amigo de su padre pronosticar que se convertiría en un "borracho perdido". Estos son algunos rasgos del lado más personal y menos conocido del prestigioso escritor argentino que su viuda, María Kodama, relató a BBC Mundo.

El diálogo se produjo a propósito de una muestra de fotografías y textos de viajes de Borges y Kodama por el mundo, "El atlas de Borges", inaugurada esta semana en La Casa de América Latina de la capital francesa. Lo que sigue son extractos de esa conversación.

–Una pregunta que surge al ver la exposición es si Borges tenía una rutina...

–No, creo que si Borges hubiera tenido buena vista quizás lo hubiéramos perdido como escritor. Hubiera sido un aventurero. Era una persona que no tenía rutinas, ni siquiera para escribir. Escribía, como decía, cuando la Musa le dictaba o cuando el espíritu lo habitaba. Si no tenía ninguna idea en la cabeza, seguía de largo y no pasaba nada.

–¿Cómo era un día en la vida de Borges?

–Se levantaba más o menos a las ocho o nueve de la mañana, desayunaba, después recibía a los periodistas, a los estudiantes (...). Íbamos bastante al cine; le gustaba mucho.

–¿Cuál era su plato favorito?

–El arroz con manteca y queso. Hay una anécdota muy divertida, porque un día un amigo lo invita a comer a Maxim’s. Viene el maitre, a quien le habían explicado quién era Borges, y le dice: "Maestro, ¿qué podemos servirle?". Y empieza a dar una larga lista del menú, exquisito por supuesto. Borges escucha atentamente y termina diciendo: "Arroz con manteca y queso". El amigo queda paralizado y le dice: "Pero maestro, estamos en el mejor restaurante de París...". Entonces él mira al maitre y le dice: "Por eso, quiero saber cómo preparan mi plato preferido en el mejor restaurante de París: arroz con manteca y queso".

–¿Qué música escuchaba?

–Él decía que era sordo musical, porque tenía solo oído para la música de la palabra. Y decía cosas como por ejemplo que Beethoven no le gustaba, lo que producía el horror sagrado de toda la gente entendida. Pero le gustaban por ejemplo Brahms, Bach, la música antigua, medieval, la música folclórica, la milonga y los "tangos de la guardia vieja", como decía. Creía que Gardel había arruinado el tango.

–¿Por qué?

–Porque lo había hecho "sentimental y llorón". En cambio, me decía que los "tangos de la guardia vieja" eran como las milongas: tenían letras divertidas, en doble sentido. Le gustaba eso y después cosas divertidas como los Beatles, los Rolling Stones, Pink Floyd.

–¿Pink Floyd?

–Sí, le encantaba. Tal es así que el himno para su cumpleaños no era el "Happy birthday" sino "The wall".

–¿Cómo lo descubrió?

–No sé. La película The wall es terrible y la vimos infinidad de veces. En un momento creo que sabía de memoria los diálogos. Le gustaba ese tipo de música porque decía que era una cosa de enorme fuerza, terrible pero vital.

–¿Y los Rolling Stones?

–Le encantaban, también decía que tenían una fuerza increíble. Un día estábamos en el hotel Palace de Madrid, esperando a que vinieran a buscarnos para cenar, y veo que viene Mick Jagger. Se arrodilla, le agarra la mano a Borges y le dice: "Maestro, yo lo admiro". Borges, un poco asombrado, no lo veía, dice: "¿Y usted quién es, señor?". Y él responde: "Soy Mick Jagger". Borges dice: "Ah, uno de los Rolling Stones". Mick Jagger casi se desmaya y pregunta: "¿Cómo maestro, usted me conoce?". Y Borges dice: "Sí, gracias a María". Yo le había contado a Borges que en una película que se llama Performance aparece una gran foto de Borges y creo que Mick Jagger leyendo a Borges.

–¿Escuchaba música Borges para escribir?

-No, pero se había dado cuenta que escuchando música sin ponerla él y sin darse cuenta que estaba, le transmitía como una energía para escribir.



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