lunes, 24 de agosto de 2009

Se cumplen 110 años del nacimiento de Jorge Luis Borges




El autor de El aleph y El libro de arena replanteó la literaturalatinoamericana. Desde 1970 figuraba como favorito para ganar el Premio Nobel de Literatura, pero no lo consiguió por supuestas razones políticas.



Hace más de 30 años, y en medio de una entrevista, un periodista peruano intentó cambiarle de tema al escritor –quien se había ensimismado en un solo asunto– y le dijo: “Perdone que haga una digresión…”. Este, mirando al vacío a causa de su ceguera, le replicó con amabilidad: “Varias digresiones, por favor. Para eso estamos”. Así era Jorge Luis Borges, el vanguardista escritor argentino que nació en el último año del siglo XIX, un día como hoy.



HISTORIA DE SU ETERNIDAD.



Nacido en Buenos Aires, en un barrio marginal de inmigrantes, Borges fue precoz desde su juventud: a los nueve años ya había hecho una traducción libre de El príncipe feliz, de Wilde, porque creía que siempre era posible mejorar lo dicho en otra lengua. Y luego, ya en Europa, aprendió el idioma alemán solo con un diccionario. Su estadía en Suiza, donde viajó para que su padre siga un tratamiento contra la ceguera –mal que él luego heredaría–, coincidió con la Primera Guerra Mundial y la aparición de las vanguardias artísticas. De allí tomaría esa influencia simbolista y transgresora que en el futuro se puliría en sus obras.




Borges regresó a Buenos Aires a comienzos de los años veinte, y fundó varias revistas literarias y filosóficas. Cambió su modo de escribir y se enfrascó en un cierto regionalismo relacionado con los suburbios de su ciudad. Incluso compuso tangos y milongas, a los que trató de eliminar lo que él llamaba la “insoportable sensiblería de sus letras”. Luego se inclinó a especular con lo fantástico, y así escribió Historia universal de la infamia (1935) –colección de cuentos basados en criminales reales–, Ficciones (1944) y El aleph (1949). Siempre cuentos y nunca novelas, porque, según decía, no valía la pena tanto tiempo y esfuerzo en una historia que fácilmente se podía contar en unas cuantas páginas.



SENDEROS QUE SE BIFURCAN.



Para cuando Borges escribió sus obras más importantes, lo hizo casi ciego: desde los 30 años ya había comenzado a perder la visión, por lo que incluso tuvo graves accidentes. Borges recordaría esos años como “un lento crepúsculo que duró más de medio siglo”. Aun así, se las arregló para seguir escribiendo y empaparse en otros libros: se las hacía leer en voz alta. Su ceguera congénita tampoco le prohibió trabajar en la Biblioteca Nacional de su país. Sin embargo, su constante rechazo a Perón le cambió la vida: el gobierno lo degradó al cargo de “inspector de aves de corral y mercados’, mientras que su madre y hermana eran acosadas por la Policía. Imposibilitado de seguir trabajando como antes, Borges tuvo que convertirse en profesor y conferencista itinerante por todo el continente, logrando superar –no sin ayuda médica– su más grande terror: hablar ante los demás.



UTOPÍA DE UN HOMBRE CANSADO.



Famoso ya por su producción –en 1951 publicó La muerte y la brújula y, en 1975, El libro de arena–, Borges viajó por todo el mundo y se convirtió en un reconocido catedrático en Europa. Tanta era su fama, que desde 1970 figuraba como favorito para ganar el Premio Nobel de Literatura. Pero la Academia Sueca pareció olvidarse de su existencia, aun cuando Borges era nominado por años consecutivos: al parecer, fue excluido porque aceptó un premio de manos del dictador Augusto Pinochet. Ya anciano, Borges se estableció en Ginebra, Suiza, y se casó con una ex alumna y secretaria suya: María Kodama. En esa ciudad moriría el autor, en 1986, por un cáncer hepático, y es allí donde está enterrado. Y sería Kodama, su viuda, quien, en el 2009, se opondría a que sus restos sean trasladados a Argentina: los peronistas en el poder –el partido político que le cerró todas las puertas en su momento–, ahora pretendían repatriarlo por intereses políticos. Al final el proyecto se canceló. Sin duda, olvidaron que Borges sigue vivo en sus libros.



No hay comentarios: