miércoles, 31 de diciembre de 2008

LUZGARDO MEDINA EGOAVIL: JUGANDO AL AMOR Y DEGLUTIENDO LAS VIEJAS TARAS



Buenas noches queridos amigos:
Mis primeras palabras son de agradecimiento por perder el tiempo conmigo, en este acto que prometo no olvidar. No digo nombres por temor a olvidarme de alguien, y ahí sí que se me podría venir el mundo abajo. Amigos, desconocidos, bienaventurados, bendecidos, ajenos, olvidados, piratas, curiosos, enemigos, laicos, todos, sean bienvenidos a esta cena con la señora poesía.


JUGANDO AL AMOR Y DEGLUTIENDO LAS VIEJAS TARAS

(Todos saben o creen saberlo todo, todos ignoran o creen ignorarlo)

Las viejas mentes siguen considerando pecado el buen sexo, aunque —claro— esas viejas mentes no saben lo que es tener un buen sexo, una buena comprensión de su cuerpo, un buen gozo, un pletórico grito de euforia. Obvio, si Freud estaría aquí, diría que tengo ciertos comportamientos o desviaciones que merecen un estudio más psiquiátrico; aunque, de profundidad, él sólo haya estudiado sus propios desvíos o sus propias exploraciones oníricas. Entonces, surge la pregunta: ¿Cómo debe ser y cómo no debe ser el buen sexo? En este instante muchos o muchas ya comenzaron a entrar en pánico, comenzaron a sentir una elevación de su temperatura, porque saben y entienden que el sexo siempre ha sido un tema tabú que unos lo han llevado al plano político. (La gente no olvida, aún, el sexo oral de una secretaria con un presidente, acto que casi le cuesta el sillón presidencial). Para unos es un tema de economía, y para otros un tema de suma transparencia, porque según afirma el intelectual Marco Aurelio Denegri, el sexo te humaniza y te vuelve más sensible a las cosas buenas (qué bella esta descripción, aún cuando este eunuco intelectual ya no la ve hace tiempo). Como ven, el tema es sumamente agradable y extremadamente grandioso que no tiene comparación con ninguno de los placeres, toda vez que —a quien lo hace—, le da suma energía, algo así como si hubiese tomado una pócima de nutrientes, convirtiéndose en una varita mágica que lo transforma en un ser angelical (aunque de ello mi compadre de iniciales RRV no sabe nada, pues solamente se limitó a comprar sexo bisexual en el parque Duhamel y zonas adyacentes, sintiéndose orgulloso de tener calle —opinión que la respeto, pero que no la comparto—). El amor es un sentimiento noble y humano; y, hacer el amor es poner en práctica el humanismo que uno lleva consigo, es prolongar ese gran latido que une a las personas cuando existe un mínimo de ternura o un máximo de admiración; es entonces que la mujer y el hombre adquieren cierto brillo en los ojos; la piel comienza a tomar —parece— otro destello, otro sabor u otro color. Podría decir en esta noche, —a ojo de buen cubero—, quiénes ayer u hoy tuvieron una cita de pasión y ternura. El amor así como la tos no se puede ocultar. Hablar del buen sexo es tener otro concepto de la vida, es obtener una percepción más elevada del porvenir, hablar de ello dándole tonos de morbosidad es decaer y poner en riesgo un tema tan apasionante y tan milagroso. Si yo digo por ejemplo: orgasmo, en esta sala varias mujeres comienzan a ruborizarse (porque saben qué es tocar el fruto del paraíso), y para otras es sólo una palabrita sin riesgo alguno y sin aderezos. Si digo: impotencia o frigidez o eyaculación precoz, los varones —por ahí— comienzan a tener cierto reparo y a decir para sus adentros, éste patita es un consejero sexual o un poeta en ciernes o quizá nos quiere transmitir sus exploraciones amatorias. Y aunque hace buen tiempo ya no la veo tan a menudo (confieso de paso haber sido un fiasco en la cama), puedo sostener que nunca fui tan feliz como cuando terminé de escribir Bajas pasiones para un otoño azul, libro que resume el impulso sexual o la ambrosia carnal o los excesos de ternura o los desbordes de la pasión o las primacías del deseo contenido o la fiebre de la piel o el beso multiplicado y compartido en el más absoluto de los silencios en su total desnudez. Aquí, en este libro, trato de vencer la soledad, la tristeza, el olvido, la oscuridad, la ignorancia que se tiene sobre el acto amatorio y toda la secuela que puede dejar en las mujeres que no manifiestan su sentir, porque siempre callan; y si dicen algo, pues, alteran la respuesta para hacer sentir bien a su pareja, trayendo consigo una reflexión parecida a “si quieres llevar una buena relación, dile que es lo máximo y que en el mundo no hay otro como él”. Entonces él, todo un superman de afiche y de supermercado, cree dominarlo todo, pero en el fondo, tiene una capa (de abajito) que no le sirve para volar; toda se estructura no es de acero, no vence ni a su propio miedo, le teme a su sombra, tiene pavor de introducir los pies en sus zapatos, dice cosas incoherentes para alegrarse a sí mismo, pronuncia palabras deleznables e inmundas porque su léxico no va más allá de “o sea”, “digamos”, y como cree —o le han hecho creer— que es un superman de cloaca, cree saberlo todo, incluso da lecciones a sus Marilias de ocasión. Cuidado, ya no estoy hablando de mi desheredado compadre de iniciales RRV —del que su padre casi se muere de no se sabe qué vaina, y en estos momentos ya no gutura ni una sola palabra de amor ni de cólera—. Este sujeto que crece sobre una mentira, termina siendo una pálida figura de salón de belleza o un viejo mueble que todos creen que es de buena manera; pero todo es vana ilusión, ilusión que nació de una mentira y creció como el mismo poder de Poncio Pilatos que mandó construir su propia sepultura. Este libro que hoy presento totalmente desnudo de prejuicios, desnudo de críticas, desnudo de enmiendas, desnudo de caprichos, es la voz de una mujer; sí, es la voz de una mujer que tiene una edad promedio entre 35 y 55 años, (más o menos, como dicen los que hacen malabares con las estadísticas, cinco puntos arriba y/o cinco puntos abajo… puede jugar). Es la voz de una mujer que quiere decir algo sobre su amante, no sobre su marido —que cumple su papel, siempre indecoroso, a la muerte de un Obispo o lo hace con la solemnidad del aburrimiento—, quiere hablar de la persona que está debajo de la mesa, sobre aquel personaje espiritual que la hace feliz a la hora imprecisa y tiene el duplicado de la llave; quiere hablar sobre aquella persona que está en el lado oculto de la luna —aunque haya buena luz solar o esté nublado—. Este libro, es la voz de una mujer que quiere manifestar sobre sus necesidades de hacer el amor en las orillas de la locura o de cualquier mar sin estrellas o en las orillas de la impiedad; es la nostalgia de una mujer que sigue explorando los acordes sensuales de Sara Brihgtman / Enya / Lorena McKenit (ángeles que no morirán a pesar de la crisis internacional y la depreciación del petróleo y de los metales); es la voz de una mujer auténtica que no quiere olvidar para nunca aquello que le da la vida o le otorga una razón para vivir; es la voz de una mujer que aprendió a soñar con la luna de abril a comienzos de este siglo. Y lo escribe una mujer que no teme a morir apedreada —tal cual está escrito en la ley judía—; este libro es la voz de una mujer lejana que solamente se dedica a construir su castillo para la vejez. Una noticia fue el punto de partida para este poemario: El 47% de mujeres en edad otoñal tienen un amante (diario El Comercio, 23 de marzo de 2006). Contrario a ello decía que el 75% de varones son infieles (siempre en el mismo diario y el mismo día, no se olviden). ¿Creemos en las estadísticas o no?, ¿ser o no ser?, ¿aprobamos o no aprobamos esta encuesta que hicieron en Lima? Felizmente Lima queda lejos y en nuestra ciudad nacemos, crecemos, nos enamoramos, tenemos nuestra pareja y con nuestra pareja tenemos hijos, y con ella después nos vamos de este mundo practicando una fidelidad a toda prueba. ¿Es así o no es así?, ¿qué hay detrás de todo lo que digo? Tenemos miedo a ser sinceros en los temas del sexo, no queremos salir a la luz, pero las mujeres no se conforman, los hombres hacemos lo que podemos, las mujeres tienen más agallas, los hombres somos de cliché, las mujeres son de armas tomar, los hombres somos egoístas porque únicamente nos interesa satisfacernos primero y luego seguir satisfaciéndonos, las mujeres esperan lo que dura un siglo y después siguen esperando y después continúan esperando. Así no juega Perú, amigos. En este mundo de “amistades” y amistades, tuve, por ejemplo, una amiga que nunca se había desnudado frente a su pareja porque su cuerpo tenía ciertas bondades de exhuberancia aquí y allá; todo lo hacía a ocultas de una lámpara encendida o en la más absoluta oscuridad y hasta en el más sepulcral de los silencios; y luego, con el paso del tiempo, ni él ni ella guardaron en el recuerdo el rostro de su pareja. Así ocurre en la poesía; nunca nadie ha escrito por la mujer, por esa mujer que quiere decir y afirmar algo de modo contundente, por esa mujer que está un poco entrada en años pero que desea ser poseída con amor y no por simple mecanismo o acto robótico, que desea ser amada con absoluto respeto y no siendo utilizada como mera máquina de hacer pop-corn, por esa mujer que tiene un glorioso tatuaje de lascivia en los ojos y es el estigma de un amor pleno y memorable; por esa mujer que teniendo sus años de otoño sigue buscando un tesoro de vida porque quiere sentirse amada y enseñoreada; por esa mujer que desea compartir sus días y sus noches futuras. Aquí no valen las fuerzas de poder ni las pócimas de los chamanes, aquí no valen los amarres eternos o los conjuros de hacer volver a ser amado en 24 horas, aquí no valen los linajes ni los cargos públicos, aquí nada tiene que ver las distancias ni los sagrados colores de las banderas de los países sin nombres, aquí no valen las cirugías en el vientre ni en los pies ni en las rodillas; el tema es del amor, del amor otoñal con un buen sexo, el amor otoñal con un respeto a toda prueba: con altura, a ocultas del mundo y a ocultas delpasado-delpresente-delfuturo, a ocultas de los credos y las confesiones, a ocultas de los gustos y colores, a ocultas de los grupos que predican la cumbia como si en cada letra estuviera la tabla de salvación. El tema, —digo, repito y vuelvo a decir—, es el amor prohibido, el amor clandestino, el amor que no causa tristeza, el amor que ayuda a reinventarte, el amor que te da alas para volver a sentirte viva o vivo, el amor que no necesita de cirujanos plásticos, el amor que no requiere de otros condimentos que no sea La Palabra, la palabra exacta en el momento exacto, la palabra deshuesada en los días de invierno, la palabra íntegra como una flor de arroyo, la palabra extenuada pero siempre dulce, la palabra bien construida para desterrar los males de la noche, la palabra emplumada en la fresca rama de la miel, la palabra líquida en los tiempos de sequía, la palabra desnuda y expuesta al sol con toda la absolutez de la ternura, la palabra que perdona todo lo perdonable, la palabra tierna con la ternura más ternurienta, la palabra en el día de la palabra, la palabra en el fondo de las cosas impredecibles, la palabra de la ciencia en los días de la pena, la palabra de la dicha en la dicha que no llega, la palabra cercana que sale por el corazón y no por la boca. Sólo ella nos aproxima a la que amamos o al que amamos. Es cierto que también el silencio es una forma de expresión, pero no siempre las cosas se superan en silencio; y no basta el silencio para decirlo todo. No sean como Edita (para unos simplemente Eda), que por tanto cuidar su destino existencialista quedó con un mundo de frustraciones; y pese a que un día un pervertido amigo —o audaz amigo, no lo sé— quiso hacerle ver una realidad al desnudo, ella se quedó con sus migrañas, con sus forúnculos en la piel, sus ahuyentadores orzuelos y sus manzanas del pleistoceno. Al final, Eda se quedó sin su Adán y ahora se pasea por la ciudad con sus 70 años a la espalda dedicándose a criticar hasta los piquitos que se dan las palomas en la Plaza de Armas; de su boca no se salva Brooke Shields y menos Anacleto Chambi (un prolífico macho cabrío de la comunidad de Chinkayllapa). Tengan mucho cuidado señoras y señores, que no todo es hacer dinero ni estar pendientes de la herencia de papá; todo crece en la medida que haya equilibrio en la intimidad. No te conviertas en un amargado o en una amargada, recuerda que el clima no tiene nada que ver con tus laberintos y tus carencias fálicas. Sean como mi hermana poeta que declaró públicamente, en un poema, tener 77 amantes y con todos haber aprendido llegar a la felicidad; no sean como mi otra amiga que fue operada de sus juanetes y conoció la belleza después de 27 años de casada (claro, fuera de su casa) y bajo el imperio de otros besos. Sé que en este instante estoy a tiro de gracia de quienes profesan la cucufatería y la mojigatería; no me importa, tantas veces he muerto y tantas veces he vuelto a la vida, tantas veces me han enviado al exilio y de ahí he retornado exitoso, tantas veces me quitaron el amor que me juraron que una vez más ya no hace daño —tantas veces que me dijeron ¡bestia!—, que ya tengo comprada la santidad. Pero eso sí, en nombre de quienes no tienen voz ni vela en este entierro, en nombre del 47% de mujeres que todavía no manifiestan su amor real (por obvias razones como el qué dirán o perder su reputación, además de perder el 50% de los bienes adquiridos conyugalmente), hoy entrego este libro de confesiones aunque me quemen en la hoguera, aunque ya no me llamen por mi nombre ni me recuerden el nombre de la primera mujer que amé en mis últimas dos vidas, y aunque todos sepan el nombre de la mujer en mi próximo nacimiento.

*Texto leído por el poeta Luzgardo Medina Egoavil (en la foto) el día de la presentación de su libro Bajas pasiones para un otoño azul (Lima, Ediciones Copé, 2008).

martes, 30 de diciembre de 2008

UN REINO INALCANZABLE: (A propósito de la poesía de Denisse Vega Farfán)



UN REINO INALCANZABLE: (A propósito de la poesía de Denisse Vega Farfán)

Por Róger Santiváñez

La poeta empieza ignorando o negando su procedencia: “no conozco padres / soy la consecuencia de varios apareamientos”. O quizá es el producto de una mezcla, de aquella fusión incomparable que es el Perú. Su existencia es un enigma, su identidad una sombra cuya configuración es impalpable y sin embargo colectiva: “mi nombre está detrás de todos los nombres”. Lo concreto es que nos habla de un reino (primer intertexto eielsoniano) en el que no habitamos. Pero allí “nuestro corazón huele como nuestros excrementos” y “ya nadie se mira a los ojos”; es decir nos rodea un deshumanizado mundo hostil.

A pesar de dicha situación “en medio una niña de color azul / me extiende la mano”. O sea, podemos pensar que es una transformación de la niña egureniana portadora de la lámpara del mismo color. Imagen de la poesía que le ofrece sus dones. Y contradictoriamente el yo poético de Una morada tras los reinos (título del libro que aquí brevemente comentamos) reconoce “esta sana manera / de saberme culpable”. Todos estamos envueltos y comprometidos en lo que está sucediendo, pero la poesía es —todavía y siempre— lo más puro en un mundo que se destruye íntegramente por sus ocho costados (como habría dicho Ramírez Ruíz).

Por fin el sujeto poético penetra al reino y comprueba —hablando en segunda persona— que “no es distinto de la comarca de donde vienes” aunque “en el reino nadie es más digno que el Rey / con su corona de huesos / su abrigo de sierpes / y su banquete de moscas”. No importa, tras la experiencia la poeta termina: “reclamando la dignidad / de un nuevo nombre / de un reino / sin corona”. Podemos aceptar que se trata del reclamo utópico que entran a la poesía o quizá el de una sociedad diferente, sin explotadores ni explotados.

La lucha es difícil y problemática y alguien anima a la poeta diciéndole: “oh ave / insiste” con lo cual vemos a nuestra autora plena en su dimensión lírica, hermosa y alada, estimulada para persistir. Porque en suma —hecha una terrible contradicción— ella nos advierte: “cómo escapar a los designios de un abyecto Rey / que es uno mismo”. Es decir, en nosotros mismo está nuestro peor enemigo. Mas ocurre un siniestro y “las ciudades se devoran / el reino ha cedido al fuego”. Ha sobrevenido el Apocalípsis.

Y no ha quedado nada, o casi nada. Hubo “ríos de prusia” —twist de resonancia luchohernandeziana— y después sólo un niño —especie de nueva humanidad— en “las altas moradas de lo que no existe”, a quien la poeta se dirige en estos términos: “niño que sales del reino perdido / con mi nuevo rostro / y cantas”.Queda clado entonces que el nuevo ser, representado por la criatura en aparición posterior a la disolución total, no es sino un alterego de la poeta. Lo que equivale a sostener que tras la hecatombe humana, sólo ha de quedar (si algo queda) la imposible poesía posible. O la libertad, porque así se expresa Denisse Vega Fárfan —en los últimos versos del libro— con singular maestría rítmica: “no hay reino / recoge tus ojos del agua / entiérralos en tu corazón / sé libre / anda”. Go ahead.

[Roger Santivánez. 21 de diciembre de 2008, East Summerfield, primicias del invierno boreal]

RS: Es considerado uno de los poetas más importantes del Perú. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Antes de la muerte (Cuadernos del Hipocampo, Lima: 1979), Homenaje para iniciados (Reyes en el Caos, Lima: 1984), El chico que se declaraba con la mirada (Asalto al Cielo, Lima: 1988), Symbol (Asalto al Cielo, Filadelfia: 1991), Cor Cordium (Asalto al Cielo, Amherst: 1995), Santa María (Asalto al Cielo e Hipocampo, Lima: 2001), Eucaristía (Tsé-Tsé, Buenos Aires: 2004), y Amastris. Y en prosa poética narrativa la nouvelle Santísima Trinidad (Walter Cier, Lima: 1997), Historia Francórum (Asalto al Cielo, Boston: 2000) y el libro de relatos El corazón zanahoria (Sietevientos, Sullana: 2002). Poemas suyos han sido traducidos al inglés, francés, alemán e italiano. Formó parte de los colectivos La Sagrada Familia (1977-79), Hora Zero (1980-81), Movimiento Kloaka (1982-84) y Comité Quilca (1989-90). Entre sus distinciones se encuentran el Primer Premio en Poesía de los IV Juegos Florales de la Universidad de Piura (1973), Mención Honrosa en el Concurso El Cuento de las mil palabras de Caretas (1985) y el Premio de Poesía JM Eguren de New York (2005). Acaba de graduarse de Ph. D. en Literatura Latinoamericana.

lunes, 29 de diciembre de 2008

FERNANDO IWASAKI, ESCRITOR PERUANO AFINCADO EN SEVILLA - ESPAÑA


Iwasaki en dos palabras

Nació en Lima, Perú, el 5 de junio de 1961. Se recibió como licenciado e hizo una maestría en Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde dio clases entre 1985 y 1989, año en el cual fijó su residencia en Sevilla. Allí dirige la revista literaria Renacimiento. Publicó una docena de libros, elogiados por escritores como Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Jorge Edwards y Antonio Muñoz Molina.


Cuentos:

—Tres noches de corbata (Ediciones AVE, Lima, 1987)
—A Troya, Helena (Los libros de Hermes, Bilbao, 1993)
—Un milagro informal (Alfaguara, Madrid, 2003)
—Ajuar funerario (Páginas de Espuma, Madrid, 2004)
—Helarte de amar y otras historias de ciencia-fricción (Páginas de Espuma, Madrid, 2006)
—Inquisiciones peruanas (Páginas de Espuma, Madrid 2007)

Novela:

—Libro de mal amor (RBA Libros, Barcelona, 2001)
—Neguijón (Alfaguara, Madrid, 2005)

Ensayo:

—Nación peruana: entelequia o utopía (Centro Regional de Estudios Socio Económicos, Lima, 1988)
—El comercio ambulatorio (coautor, Instituto Libertad y Democracia, Lima, 1989)
—Extremo Oriente y el Perú en el siglo XVI (Mapfre, Madrid, 1992)
—Mario Vargas Llosa, entre la libertad y el infierno (Estelar, Barcelona, 1992)
—El descubrimiento de España (Peisa/Arango, Lima, 2000)
—Mi poncho es un kimono flamenco (Alfaguara, Madrid, 2006)

Crónicas:

—El sentimiento trágico de la Liga (Renacimiento, Sevilla, 1995)
—La caja de pan duro (Signatura, Sevilla, 2000)


«Lo más importante es el tono
de la narración, que el lector lo
perciba como una confidencia
o una revelación»


Tiene 46 años, nació en Lima y desde hace dos décadas vive en la capital andaluza. Allí desarrolló una obra literaria que incluye cuentos, novelas, microrrelatos, crónicas, ensayos y textos históricos. Publicó una docena de obras, pero se define como un creador aquejado por la escasez de un recurso no renovable: el tiempo. Por eso, no hace borradores ni versiones preliminares, y su última novela lleva casi dos años a la espera de que su autor retome la pluma. «No hay elección», dice Iwasaki, optimista: «Seré un jubilado que escriba».

Por: Cristian Vazquez
cristianvazquez24@yahoo.com.ar

Ecléctico, divertido. Dos adjetivos, dos cualidades, que le van muy bien al escritor peruano Fernando Iwasaki Cauti. Ecléctico, porque muchas de sus obras abordan géneros y temáticas de lo más diversas, desde los cuentos tradicionales (reunidos en Un milagro informal) y la novela supuestamente autobiográfica (Libro de mal amor) hasta el compendio de historias de personajes reales del Perú colonial (Inquisiciones peruanas) y la colección de microrrelatos de suspenso y terror (Ajuar funerario), pasando por las recopilaciones de ensayos y crónicas. Divertido, porque es imposible recorrer la prosa de Iwasaki sin una sonrisa en los labios, cuando no se deja directamente estallar la carcajada. ¿El método? Un manejo del lenguaje certero (que le permite combinar, por ejemplo, sin mayores estridencias, costumbrismos peruanos con el habla coloquial española) y un sentido del humor afilado para hablar de temas en los que, cuando no hay temblores y conmociones, ay risas: el miedo y el amor.

Iwasaki nació hace 46 años en Lima. Allí estudió Historia y luego se dedicó a la docencia universitaria. A principios de los 80 llegó a Sevilla para terminar su tesis doctoral, y desde fines de esa década se afincó para siempre en esa ciudad. Es allí donde formó su familia, da clases, dirige la revista literaria Renacimiento y planea vivir el resto de sus días. Aquella tesis doctoral por la que cruzó el Atlántico nunca la terminó; por eso la última edición de Inquisiciones peruanas lo define —parodiando el estilo de los viejos catecismos y libros religiosos— como un «antiguo colegial de los muy reverendos Hermanos Maristas de la noble Provincia de Lima, Maestro de Historia y Artes en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Doctorando por la de Sevilla, hasta que el Ministerio le reconozca sus títulos de Ultramar». Desde la capital andaluza, que es su ciudad desde hace dos décadas, el escritor respondió, vía correo electrónico, a las preguntas de Teína.

Cuando uno piensa en tu formación como historiador, el primer beneficio en que uno piensa son los conocimientos adquiridos. ¿En qué más te ayudó?
El primer beneficio no tiene nada que ver con la Historia sino con la formación académica, pues como filólogo, filósofo o arqueólogo igual me habrían beneficiado el rigor, la metodología y la curiosidad bibliográfica. En cuanto a la Historia en sí como disciplina, el único beneficio es que he sabido orientar mis ficciones hacia los temas que yo mismo he trabajado como historiador, pues si quisiera escribir una novela sobre cátaros y templarios, sobre nazis y tenores o sobre etruscos y romanos, te aseguro que haber estudiado Historia no me serviría de nada.

¿Cómo combinás, si es que se combinan de alguna forma, tu trabajo para vivir y «pagar la hipoteca» con tu trabajo literario?

De mi trabajo «para vivir» depende mi familia. Del trabajo literario sólo depende mi equilibrio emocional. Así que no hay elección: seré un jubilado que escriba.

«Pagar la hipoteca» aparece en distintas entrevistas que le han hecho a Iwasaki como la síntesis de la dificultad a la que se enfrenta el escritor que quisiera dedicarse tiempo completo a la literatura pero debe trabajar diez o doce horas diarias para ganar el sustento. De ahí la pregunta. La respuesta deja lugar para pensar que, para proyectarse como un futuro «jubilado que escriba», la docena de libros que ya publicó son —al menos— un buen prolegómeno.


«Lo que escribo, cuando por fin escribo, es lo que queda»

Debido a que no dispone de mucho tiempo para escribir, Iwasaki explicó un método de trabajo que se vio en la «obligación» de utilizar en más de una oportunidad: pensar y tomar apuntes para sus obras, y luego dedicar un período intensivo de trabajo a la redacción final de sus textos. Sin embargo, en los textos se nota un tratamiento profundo del lenguaje, juegos de palabras y un estilo que, al menos en la superficie, parece «trabajado». ¿Cómo es ese proceso de escritura?

—Aquellas respuestas en las que hablaba sobre apuntes y meses en el congelador —dice el autor— se referían a los microrrelatos de Ajuar funerario (2004), pero ese método no es extrapolable a mis otros libros. Cuando escribí Neguijón (2005), el lenguaje era otro protagonista de la novela y eso me supuso una compulsa permanente, pues todas las palabras empleadas en aquella novela eran de uso corriente en los siglos XVI y XVII. Con Libro de mal amor (2001) me ocurrió algo parecido, pues a veces un solo párrafo me ocupaba semanas. Lo que sí es cierto es que no hago ni borradores ni versiones preliminares, de manera que lo que escribo, cuando por fin escribo, es lo queda.

Hay escritores que se obsesionan con la corrección. ¿Corregís mucho los textos? ¿Hay algo de eso en el porqué de que un párrafo te lleve semanas de trabajo?
Es una cuestión de relación con el tiempo: como nunca tengo plazos perentorios para entregar un manuscrito, me puedo permitir el lujo de miniar una frase o un párrafo hasta quedar absolutamente satisfecho. Eso sí, una vez que pienso que ya está, no la vuelvo a revisar. Por eso digo que no hago borradores.

¿Qué hay de la autobiografía en tus relatos? Es decir: Libro de mal amor se presenta como «bastante autobiográfico». ¿Cuál es la relación entre realidad y ficción en general en tu obra?

Todos los escritores utilizamos nuestra vida y la de otros serviciales desprevenidos como insumo literario, pero no a todos nos interesa la «autoficción» y no todos los que jugamos con nuestra biografía lo hacemos al mismo nivel. La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa, La Habana para un infante difunto, de Guillermo Cabrera Infante, y Tu rostro mañana, de Javier Marías, son tres ejemplos diferentes de escritura autobiográfica, pues van desde la más explícita hasta la más sugerente. A mí me interesaba que el lector supiera de antemano que Libro de mal amor es explícitamente autobiográfica, porque después no se lo va a creer. Y esa perplejidad también me interesa.

BIEN PENSADO Y ATADO

A la hora de hablar sobre procedimientos y técnicas de escritura, que cada escritor tiene los suyos, una de las cuestiones más interesantes suele ser cuánto conoce el creador de la historia que se propone narrar. Por ejemplo, Julio Cortázar escribe en la «Nota» final de Los premios: «Para mi maravilla y gran diversión, la novela se cortó sola y tuve que seguirla, primer lector de episodios que jamás había imaginado que ocurrirían a bordo de un barco de la Magenta Star. ¿Quién me iba a decir que el Pelusa, que no me era demasiado simpático, se agrandaría tanto al final?».

Iwasaki se posiciona en las antípodas del escritor argentino. «Nunca escribo nada sin tenerlo todo antes muy bien pensado y atado», afirma. «Admiro y envidio a los escritores que juran que sus personajes se les rebelan o a los que aseguran que simplemente no saben cómo van a terminar sus libros, pero yo debo ser o muy autoritario o muy maniático, porque hasta ahora mis personajes siempre han hecho lo que he querido».

Eso me recuerda a una frase de Raymond Chandler, que decía que cuando empezó a escribir no sabía cómo hacer entrar a un personaje a una habitación. ¿Cómo fue tu aprendizaje como escritor?

Para mí lo más importante fue encontrar el tono de la narración. Es decir, un tono que el lector percibiera como una confidencia o una revelación. Como algo personal, aunque se trate de una ironía.


En esa búsqueda, ¿cómo influyó el hecho de irte de Perú?

No me fui del Perú para ser escritor, sino para investigar en un archivo porque estaba trabajando en mi tesis doctoral de Historia. Lo que ocurrió fue que luego no me dediqué, como pensaba, a la enseñanza universitaria. No obstante, seguro que si me hubiera quedado en el Perú sí habría seguido enseñando en una universidad y no habría publicado ni la décima parte de lo que he publicado hasta hoy, aunque estoy convencido de que sí habría continuado escribiendo.

LAS INFLUENCIAS Y LA ACTUALIDAD

Cuando lo consultan por sus influencias, a Iwasaki se le hace inevitable hablar de Jorge Luis Borges. Dice que el autor de El Aleph es el autor que le permite «ordenar» todas sus lecturas. También menciona a muchísimos otros escritores, como para hacer justicia con todas aquellas horas y horas de placer que, como a todo buen lector, los libros le proporcionaron. Pero el caso de Borges parece ser especial, y le dedica un lugar importante en el cuento «El derby de los penúltimos», incluido en el libro Un milagro informal.

Ese relato transita por tres ciudades y con personajes (peruanos, españoles, argentinos) variados, hasta que al final uno de ellos, Cocolucho, pide que lo llamen Jorge Luis. ¿Lo pensaste como un homenaje a Borges, o es un invitado más en la trama?
El protagonista del cuento en realidad es Félix del Valle, un escritor peruano tan olvidado… Todo el cuento es un homenaje a él, aunque aparezca Borges. Más bien, invité a Borges a que participara en el homenaje a Félix del Valle, como en los conciertos de los rockeros viejos.

Entre tus preferidos e influencias también mencionás a Cortázar y la colección Robin Hood. ¿Qué relación tenés con la literatura argentina, más allá de Borges?
Sin la literatura argentina yo sería un pichiruchi. Mi madre coleccionaba Billiken y yo leí maravillado aquellas revistas antiguas, pero llenas de cosas nuevas para mí. También tuve los cuentos de la colección Nueva Atlántida de Constancio C. Vigil —Chicharrón, El mono relojero, etc.— y los libros de Bomba, el niño de la selva de la editorial Robin Hood. Y no puedo dejar de mencionar mi colección de Mafalda y mi lectura semanal de El Gráfico, pues todo eso me preparó para comenzar a leer a Cortázar y a Borges. No obstante, también soy un gran lector y admirador de Sábato, Osvaldo Lamborghini, Di Benedetto y Marco Denevi. Procuro estar al día de las novedades de Aira y Piglia. ¡Me encanta Ana María Shua! Quise y leí mucho a Fontanarrosa (aunque yo soy «leproso»), así como leo y quiero a Rodrigo Fresán, Guillermo Martínez, Alan Pauls, María Fasce, Alfredo Taján, Pablo de Santis, Claudia Piñeiro, Marcelo Birmajer, Gonzalo Garcés y Andrés Neuman. Argentina es un continente literario donde uno todavía puede descubrir autores raros, geniales y olvidados como Alberto Ghiraldo, Manuel Forcada Cabanellas, César Tiempo y Conrado Nalé Roxlo. Por lo tanto, mi deuda literaria con Argentina es más impagable que la deuda externa peruana.

Para cerrar, ¿en qué estás trabajando actualmente? ¿Podés adelantarnos algo de tus proyectos futuros?
En septiembre de 2006 escribí las primeras 42 páginas de una novela que abandoné por falta de tiempo y que todavía no he podido retomar. Esto es algo que siempre me ocurre y contra lo que nada puedo hacer. Mientras tanto, repaso y corrijo algunos ensayos que podría publicar a lo largo de 2008, porque no todo en la vida es ficción.


Tomado de: revistateína Nº 17. (Valencia - España).

lunes, 22 de diciembre de 2008

ENCUESTA LITERARIA 2008 DE LA AGENDA PERUANA DE LITERATURA



Aquí no falta nadie. Antología de poesía puneña, de Walter L. Bedregal Paz, es uno de los títulos que del Grupo Editorial "Hijos de la lluvia", fue incluido en la categoría "Mejor Antología poética de 2008".

Gracias a la Agenda Peruana de Literatura los lectores tenemos una encuesta global sobre los libros del año. Dicha encuesta se realizará desde el 21 de diciembre hasta el 10 de enero, y está dividida por categorías:1-Mejor novela de 20082-Mejor cuentario de 20083-Mejor poemario de 20084-Mejor antología narrativa de 20085-Mejor antología poética de 20086-Mejor libro de crónicas de 20087-Mejor reedición narrativa de 20088-Mejor reedición poética de 20089-Mejor libro de ensayo/crítica literaria de 200810-Mejor libro de ensayo (Teatro) de 200811-Mejor revista literaria de 2008VOTE AQUI:

http://www.encuestaliteraria2008.blogspot.com/



domingo, 21 de diciembre de 2008

Aquí no falta nadie CANDIDATO A "MEJOR ANTOLOGÍA POÉTICA 2008"


Aquí no falta nadie

Antología de poesía puneña

Walter L. Bedregal paz

Grupo Editorial “Hijos de la lluvia” & LagOculto Editores

2008-305 pp.



Hay poetas a los que Dios ha de expulsar del paraíso

para que no le hagan sombra.

E. G. Ordorika



La fractalidad en la poesía

Los libros y más si son antologías, tienen – y de eso, ya lo he comprobado – un momento mágico, su tiempo extraordinario que irrumpe casi sin darnos cuenta, ese tiempo para su espera, pero que definitivamente convoca toda una gama de comentarios y estos conformados por textos de diversa temática que aparentemente los alejan pero que en realidad los acercan y se aproximan para constituir el resultado del nuevo enfoque crítico literario – en esta oportunidad del sur peruano -, donde hacía tiempo no se notaba -al unísono-, desde un criterio simple y académico hasta mediocres análisis, de cómo la crítica literaria toma su papel como tarea casi de la imperfección; con palabras de José Miguel Oviedo: Una perpetua cacería que busca su presa mediante sucesivas aproximaciones y asedios.

La antología de poesía puneña, Aquí no falta nadie fue creada por un impulso interno irresistible, como el amor; pero cuando ya estuvo lograda, comprendí en la necesidad de protegerla, como a un hijo. Y entonces. Llega el momento de tropezarte con esa gran muralla: el crítico.

Es ahí donde entendí que las opiniones de los críticos no modifican ninguna obra, no le añaden ni quitan un milímetro; después de las alabanzas más desmedidas, como ataques enconados, la antología permanece igual, con sus mismas virtudes y sus mismos defectos. (WB).



Breves comentarios del libro, por algunos entendidos en poesía:


Pero la antología de Bedregal ha levantado más que polémicas, más allá de su buen gusto o no, del buen o mal análisis de la obra escogida, ha provocado una suerte de huracán que atrae a su centro a todos los actores de su empresa (antologados, no antologados, lectores, críticos, estudiosos y curiosos) y desde el ojo de ese huracán cada quien opina sobre si la mirada de Bedregal fue la correcta. Y el libro en sí, será sometido a la mirada fractal de cualquier otro estudioso, que busque explicaciones técnicas, éticas o estéticas a la poesía escrita alrededor del lago.

Alfredo Herrera Flores.


«La antología de poesía puneña Aquí no falta nadie es uno de los libros más importantes de la literatura puneña de los últimos tiempos. Nos sorprende su aparición. En su selección hubo muchísimo cuidado para considerar a los autores y a los textos, dos aspectos que nos parecen notables pues su autor, Walter Bedregal, nos muestra un tremendo gusto por la buena poesía, lo cual, seguramente se debe a sus infatigables lecturas que, además, debido al prólogo de este libro, nos permite saber que está informado ampliamente sobre las últimas tendencias de la crítica literaria, los presupuestos teóricos empleados en este libro que, reitero, son ciertamente notables.

Juan Luis Cáceres Monroy



«Esta antología es una visión nueva, un enfoque diferente, una propuesta distinta, fundamentada en presupuestos teóricos actualizados y tamizados en un esfuerzo globalizador de todo el proceso poético puneño. Así, vamos a encontrar ejes temáticos que reúnen a poetas de la primera década del siglo pasado con poetas «novísimos» o de fin de siglo. O también estilos o escrituras similares, sesgadas en el tiempo por elementos inubicables para ojos menos visores que los de Bedregal.

Percy Zaga



Esta antología viene a cubrir un hondo vacío
olvido que alguien por ahí debió realizar, parece que ahora ya no hará falta, porque ésta de Bedregal, no sólo llena ese vacío, sino que también lo cubre pulcramente. El antólogo de Aquí no falta nadie obvia la historia de los diversos movimientos y épocas o estilos poéticos (poquísimos realmente en Puno) y, en cambio, asume los postulados de Genette y Deleuze–Guatari, quienes enrumban hacia otros horizontes su visión literaria, unos espacios que tienen rasgos o aperturas de conexión, heterogeneidad y sus principios de multiplicidad, tal como señalan en los núcleos que configuran los capítulos vertebrales de Mil mesetas.

Darwin Bedoya



Las antologías siempre darán que hablar, porque no son todos los que están, ni todos los que están son. Pero la que reseñamos, ha sido petardeada desde todas las ínsulas lacustres, aun por los propios antologados. Y ello, según el autor, está bien, porque así declaran la existencia de su trabajo ante el registro civil literario.

Desde el título tiene un espíritu provocador, porque si no falta nadie, las ausencias están demás. Sin duda que esto ha llamado la atención de los puneños y han enfilado contra el libro sus lanzas coloradas.

José Gabriel Valdivia



De ahí que no hay nada que reclamar a Walter. ¿Quemar el libro?, ¿recomendar que no se compre, o no se lea? No, nada de eso, pues parafraseando lo que le dijo a través de una carta César Vallejo a uno de los seleccionados, la antología ya está caminando, y «lo demás está en los estantes y eso nos tiene sin cuidado”.

José Cordova


Lo que quiero decir es que aquí los pacifistas no son bienvenidos, los conciliadores pueden tomar su lugar entre los conformistas, es decir los mediocres, la poesía es un espacio para guerreros y este libro tiene aroma a batalla.

José Luis Ramos Salinas



La antología tiene un extenso prólogo donde se hace hincapié justificativo de los poetas que se han seleccionado, considerando de cada uno de ellos méritos y singularidades que hacen posible merecerse el espacio del antologador. Así mismo en dicha presentación desde el título “Las puertas se han cerrado” se opta por una postura diríamos preclusiva, donde se cierra no sabemos con claridad la razón, la voz de otros poetas.


Boris Espezúa Salmón




Por otra parte, lamento que en Puno todavía no tengamos una noción clara de qué es una presentación de libros; no distingamos aún cuándo una situación comunicativa exige un diálogo espontáneo o protocolar; y que continuemos utilizando dichos espacios para manifestar nuestras propias frustraciones personales, narcisismos excéntricos sin propósitos crítico-valorativos.

Bladimiro Centeno Herrera



Me parece que la polémica ha degenerado. Se quiere retorcer la lógica y se pone atención a detalles con el único fin de alargar el juicio y aburrir a la opinión publica. Están creando cortinas de humo para evitar la discusión sobre el tema de fondo: tu intento de reordenar el canon regional de la literatura puneña con un nuevo modelo teórico.

Me parece legitimo de tu parte la utilización de la teoría de los fractales.

Juan Zevallos Aguilar



A menudo las antologías son famosas por los nombres de los ausentes, excepciones que confirman las motivaciones que las producen. Es decir, no todas las antologías están hechas para poner en vitrina a los más queridos, los más aptos, los más conocidos, sino para señalar derroteros, bucear en los caminos que construyeron la pasión literaria de un espacio cultural y geográfico. La gran poesía puneña, en 'Aquí no falta nadie', antología poética de Walter Bedregal Paz, puede darse el lujo de reconstruir un itinerario de voces que coinciden, se contradicen, suman. Se trata de una antología inteligente y sustentada en una tesis tan sencilla como perentoria: no es antología de poetas, sino de poemas. Es decir, el libro batalla con la poesía y lanza el reto de su selección. Su primera consecuencia es la divulgación de esa poesía, que sin querer se vuelve canon por su propia naturaleza selectiva. Y también, como al revés dice el título de su prólogo, abre puertas en lugar de cerrarlas, pues el inútil sueño de toda antología es cerrar el círculo y ceñir laureles, cuando siempre abre puertas simplemente, señala caminos, seduce e invita con su presencia temporal. El título del libro es excelente, pues desnuda el móvil de toda antología. Los resultados siempre son provechosos, como este libro tan atrevido como necesario.


Ricardo Vírhuez Villafane

Director de la Revista Peruana de Literatura

sábado, 20 de diciembre de 2008

Recuerdos del 1er Encuentro Sur Peruano de Escritores "Lampa: El lugar de mis sueños" 2008









La subversión del vacío en la poesía de Hora Zero





Portada del libro Mate de cedrón(1974) del poeta Vladimir Herrera.




A la deriva y desafiando la gravedad


En Lampa (Puno), unos poetas se arrebataron y contra el mismo sol lucieron sus cuerpos agotados. Escenas previas al viaje a Urcos y al Cuzco. (Juan Yufra, Rubén Soto, José Luis Córdova, Vladimir Herrera, Luis Rodríguez...)

viernes, 12 de diciembre de 2008

MANIFIESTO RESIDENTE: EL POETA VLADIMIR HERRERA SOBRE VÍCTOR HUMAREDA


En el Primer Encuentro Surperuano de Escritores realizado del 27 al 30 de noviembre en Lampa, un hermosísimo pueblo (en donde se encuentra la réplica más exacta de La Piedad de Miguel Ángel y cuya iglesia es única en su género por poseer el techo de tejas de vidrio coloreado y la torre del campanario separada de la iglesia) del departamento de Puno, y cuna de Vladimir Herrera, Alfredo Herrera y del genial pintor Víctor Humareda, conocí a Vladimir; y junto a grandes amigos pudimos compartir varias noches de bohemia a ritmo de vino, cervezas, pisco y guitarra. En el primer día del encuentro, Vladimir repartió este Manifiesto importante sobre Humareda y que a continuación transcribo (José Córdova):
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MANIFIESTO RESIDENTE:

En el libro que la Galería Moll le dedica a Víctor Humareda, curiosamente está consignado que, el gran maestro, en su infancia, había sido cuidado por Don Juan Herrera. La noticia no dejó de serme grata aunque yo estuviera al tanto por boca del propio maestro de su relación especial con mi familia. Sí pues. Es cierto que mi abuelo Don Juan Herrera cuidó de algún modo la infancia de Víctor Humareda. Es cierto que tuvo dos hijas, René y Carmen Herrera con la señora Gallegos madre de Víctor. También es cierto que Humareda creció con mi padre, tenían la misma edad y jugaban en el río de Lampa. Ambos estaban encantados con París, el uno con los impresionistas y el otro con las novelas de Eugenio Sue.

Yo conocí a Humareda en la casa de Víctor Delfín en Barranco y desde entonces caminábamos por Lima probando postres y hablando de nuestros paisanos. También lo acompañaba a La Nené de la avenida Colonial donde él no probaba ni una gota de alcohol. En su habitación del Hotel Lima tenía un retrato enmarcado de su madre al lado de la cama, un cajón con trapos coloridos para limpiar pinceles, y un ropero estrecho. El Gran Maestro me dibujaba con palabras su idea de hacer del puente de Lampa una hermosa terraza con sombrillas y café, una postal del impresionismo con luces de Degas y temores de Toulouse Lautrec. Yo imaginaba un malecón a orillas de esa parte del río. Un paseo que reflejara esas aguas.

Pasado el tiempo veo que Lampa no cuenta con la obra de Víctor Humareda. La placa que señala la casa de su nacimiento está borrada. La casa todavía no ha sido expropiada por el municipio para hacer en ella una casa museo. Que es lo propio. La manera de cuidar la obra de un gran pintor. Que no se nos vea a los lampeños como sirvientes del turismo sino como a personas generosas y cultas que cuidan su arte y sus artistas.

Vladimir Herrera
27 de noviembre de 2008

Primer Encuentro de Escritores "Lampa el lugar de mis sueños"

jueves, 11 de diciembre de 2008

La casa de Humareda


Escribe: Walter L. Bedregal Paz

Reconocer la labor que ningún Alcalde realiza en parte alguna – en el mejor de los casos, en Municipio Provincial del Perú – es sólo motivo para que los amigos y los familiares lo celebren, y personalmente lo celebro, ya que el Profesor Ciriaco Díaz Aréstegui, Alcalde de la Municipalidad Provincial de Lampa, supo amalgamar y entender la labor literaria y cultural, de los escritores y artistas que reunió en su ciudad hermosa como es Lampa, en el marco del 1er Encuentro Sur Peruano de Escritores “Lampa: El lugar de mis sueños” 2008, que para suerte mía presidí. En la cual recibimos a más de treinta participantes del Sur del Perú, en las instalaciones del salón Consistorial de la Municipalidad de Lampa, visitarla fue no solo descubrir la ciudad monumental con sus casonas que resistieron el paso del tiempo, con su clima caluroso, su majestuosa Iglesia Tutelar Santiago Apostol, que identifica una religiosidad en la meseta del Altiplano es el culto a la fe, sus calles y su legado colonial acogieron a los escritores.

La promoción de la lectura fue y debe ser uno de los principales objetivos de estos encuentros en vista de la poca costumbre a la lectura en nuestro país y el escaso interés por reconocer a nuestros escritores – más de esta parte sur peruana -; pero no hay que ser mezquinos y es grato ahora agradecerle al escritor Ricardo Virhuez Villafane, que arribo desde Lima (Director de la Revista Peruana de Literatura); a la Antropóloga Yenine Ponce Jara actualmente Directora Regional de Comercio Exterior y Turismo de Madre de Dios; a los escritores que arribaron de la ciudad blanca de Arequipa: el narrador Willard Díaz Cobarrubias; el poeta Juan Yufra Yufra, el poeta José Luis Cordoba León, el poeta Luis Rodríguez Castillo (Filonilo Catalina); el Dr. Sc. y narrador José Luis Ramos Salinas, la Dra. Norma Mogrovejo Aquise, juliaqueña, catedrática en la Universidad Autónoma de México que arribo junto a dos grandes amigos de Arequipa, la Artista Plástica y lampeña Yemy Alemán y el poeta Lolo Palza Valdivia; a los amigos de la ciudad heroica de Tacna, la narradora Gabriela Caballero Delgado y el crítico literario William Gonzáles; el narrador nacido en Moquegua Darwin Bedoya, a nuestros representantes de las letras puneñas que estuvieron presentes, el poeta Percy Zaga Bustinza, el Dr. Lit. Juan Luis Cáceres Monroy, el Historiador Fredy Guzmán Zuñiga, el Historiador René Calsín Anco, el Sociologo Leoncio Mamani Coaquira, el poeta Rubén Soto Cruz, el narrador Miguel Ángel Cáceres Calvo y el poeta Samuel Álvarez Enríquez, junto a los representantes de las letras puneñas post-dos mil, el narrador Javier Núñez y el poeta Dionicio Apaza López.

A los poetas Vladimir Herrera y Alfredo Herrera, que con su presencia le dieron el realce de trascendental al Encuentro Sur Peruano de Escritores.


Foto para el recuerdo: (Arriba) a la derecha del narrador (Presidente de la Com. Org.) Walter Bedregal Paz, la narradora Gabriela Caballero y William Gonzales (Tacna) y al lado izquierdo el Profesor Ciriaco Díaz Aréstegui (Alcalde de la Municipalidad Provincial de Lampa), luego la Dra. Norma Mogrovejo (Juliaca) catedrática de la Universidad Autónoma de México, la Artista Plástica Yemy Alemán (Lampa) y junto a los poetas Vladimir Herrera y Alfredo Herrera, la Antropóloga Yenine Ponce Jara.(Abajo), los poetas: Lolo Palza, José Luis Córdoba, Dionicio Apaza, Rubén Soto, Juan Yufra, Samuel Álvarez Enríquez, Luis Rodríguez Castillo (Filonilo Catalina), el historiador René Calsín y el narrador Miguel Ángel Cáceres Calvo.


Pero sobre todo tengo que agradecer a todos mis amigos que estuvieron presentes en el Encuentro “Lampa: El lugar de mis sueños” 2008, esto significa estrecharles en un abrazo esa fe que ellos ni yo sabemos que perderemos, y siempre insistiremos en seguir luchando por cambiar este mundo – el literario por lo menos -, con nuestras propuestas, ya sean estas, literarias o artísticas.

La primera muestra de la cultura – arte y literatura – lampeña pesa más de nueve mil kilos, y la pueden encontrar en la única replica de la excelsa obra existente en el mundo, que Miguel Ángel Bounarroti esculpiera: La piedad, es una muestra de arte traída en la década del `60 del siglo pasado por el Ing. Enríque Torres Belón, desde Roma Italia, luciéndose en suave y leve aluminio en el domo del osario de la Capilla adyacente a la Iglesia Santiago Apostol. La otra replica en yeso especial- que fue la primera en llegar – y de más peso, se encuentra en la Municipalidad Provincial de Lampa.

Estar en el marco del Encuentro Lampa: El lugar de mis sueños… ha sido una experiencia notable, tras ese silencio, se aire estático; por la mañana La casa de Humareda, el hogar lampeño, parece que la hubieran construido como en Tebas, pero en Lampa con acordes – no de liras, del hijos de Jupiter – sino al compás de los Ayarachis. La casa esta igual, cuando llegué a esa casa, me dio por pensar en todo lo que recorrió y aventuró un mundo Víctor Humareda, y ese mundo permanece allí, - a estos años, cambiado - pero en su ciudad sigue igual, ni guerras, ni temblores, ni el comunismo la alteraron. Sólo espero que un día les asalte la tentación de ir a visitarla. Esta página no pudo tener mejor título. En el mismo no solo aludo a un lugar estrecho, cerrado, olvidado y muchas veces agobiante, donde ahora el personaje se desenvolverá frente a las situaciones límites en este tiempo bastante breve, en el cual acertadamente el señor Alcalde, el Profesor Ciriaco Díaz Aréstegui, desde su Presidencia Honoraria convocará.

Desde la ciudad Rosada del Ande: Lampa, la inquietud literaria, está buscando afluentes - no solo de reconocimiento y promoción Turística también -, sino los esfuerzos se reflejarán cuando la Comisión Organizadora , presidida con la Mención Honorífica por el Alcalde de la Municipalidad Provincial de Lampa, y en la Presidencia una vez más mi persona, convoquen y realicen un primer Encuentro Nacional de Escritores 2009 “Lampa: El lugar de mis sueños” y la BIENAL DE ARTE 2009, Premio: Víctor Humareda Gallegos; en el que se espera la participación de artistas y escritores. La convocatoria en sí ya esta abierta para el año 2009, solo faltan unos pequeños detalles que difundiremos en su momento.

Sé que no significaría nada más que la continuación de mi labor como narrador y - hombre de mundo, como lo dice mi amigo y señor padre – de continuar ojala por ese destino o camino tortuoso que debe seguir todo escritor y llegar un día al pináculo de otra. Les voy a ser sincerome han dicho, por qué no entiendo… por qué esa terquedad de unir en abrazos de tiempo de espera a escritores en Encuentros literarios – creo que simplemente es querer encontrar todos los ánimos que desde hace años la mayoría de mis – dicen amigos, entre comillas – quieren sentenciar al olvido, (y que ahora después de las varias cartas de felicitaciones (y una que otra para el olvido) primero por el libro Aquí no falta nadie (Antología de poesía puneña y por la organización del Encuentro en Lampa), “el libro” que les ha causado dolores no solo de cabeza a la mayoría de los poetas - mayores de edad, (la mayoría) pero poetas menores para la poesía nuestra de cada día - y que han calificado en blogs-basura, su inconforme mediocridad (otros en publicaciones de revistas más mediocres, con escasos recursos literarios), los pocos, dedicados a publicaciones periodísticas, que me hicieron entender que el periodismo es una utilidad pública, - porque un periodista puede ser buena persona - , y los que escriben, perecer en blogger, ó difundir vía sus propios e-mail y no escribir, etc, etc., pero no saben que tengo tantas ganas de seguir por mi ruta trazada y publicar aquello que ya está escrito y que pronto, pero muy pronto verán la luz.

Pero en La casa de Humareda se tuvo la presencia de los mejores sellos editoriales del Sur del Perú: Cuadernos del Sur (Tacna), Cascahuesos editores (Arequipa) y el Grupo editorial “Hijos de la lluvia” (Juliaca) y LagOculto editores (Juliaca) y no solo una vez más se presentó el libro Aquí no falta nadie, Antología de poesía puneña, a cargo del Dr. Soc. José Luis Ramos Salinas, que resaltó que el libro estaba batiendo records de presentaciones – ya que él presento la antología en dos oportunidades en la ciudad de Arequipa, (y no se equivocó, ya que en el marco de la quinta versión consecutiva del Coloquio Nacional Letras Cusqueñas… Letras del Sur, convocado y organizado por Surifilms y la revista de artes y letras Ángeles & Demonios, el libro se estará presentando una vez más en la ciudad Imperial del Cusco, en las instalaciones de la Casa Museo del Inca Gracilazo, los día 16, 17 y 18 de diciembre del presente). Otros libros que presento el Grupo Editorial “Hijos de la lluvia”, en el Encuentro en Lampa fueron, de la Serie de narrativa contemporánea: Aunque parezca mentira del narrador Darwin Bedoya y De Picnic y oros relatos del narrador Miguel Ángel Cáceres Calvo. También tuvimos la grata presencia del libro de poesía Postales, que gentilmente nos enviara José Gabriel Valdivia, y que con gratitud presentó el poeta Juan Yufra, quien, reseño que en la segunda solapa del libro, Max Alhau se pregunta “¿Qué escribimos en una postal? Unas palabras para decir la belleza de un paisaje o palabras para saludar al destinatario. En cierto modo escribimos para dar breves y buenas noticias”.

En suma La casa de Humareda es a la par una convocatoria que la Municipalidad Provincial de Lampa, junto a los Grupos editoriales “Hijos de la lluvia” y LagOculto editores, reconocen, y no solo al artista peruano Víctor Humareda, que vivió sus días marcado por la soledad y el desencanto por querer desenvolverse en una sociedad tan mediocre e individualista.

Quisiera dejarles aquí con aquellas palabras que se han quedado grabadas en mi mente en la ceremonia de Clausura. Pero al final aprendí mucho y sólo deseo mandarles un fuerte abrazo a todos los amigos que estuvieron y a los que quisieron estar con nosotros, pero por motivos de fuerza mayor no estuvieron en la Bella Ciudad Rosada del Ande: Lampa, durante esos días intensos, aquellos aún cercanos jueves 27, viernes 28, sábado 29 y domingo 30 de noviembre de este año que también se va, y espero que pronto volvamos a encontrarnos, mientras veo a mi hijo Christopher jugar con sus juguetes preferidos junto a los días, que para mi, este año fueron exigentes, como cuando nos ponemos a escribir.

Debo darle las gracias a mi esposa Gladys, por su paciencia, que mientras los dos aprendíamos, me ha permitido meditar sobre el oficio de escritor; esa costumbre literaria de expresar agradecimientos – no solo al termino de un trabajo escrito – sino de esta ardua labor de convocar a los amigos en Encuentros literarios, que no se entiende hasta haber atravesado el trance y sentirse al final aliviado con tan solo un abrazo tras el punto final, a esa empresa que sabe que a veces se nos va como la vida, resulta en agradecimientos mucho más retóricos hacia quienes la han hecho posible. Pero la felicidad y el alivio son estados de ánimo, efímeros, y podrían arrojar dudas sobre la durabilidad de ese sentimiento de esa gratitud que genera. Pero no duden del mío. La deuda que tengo con los amigos y las personas rebasa sobradamente mi relación puntual que tengo con la literatura.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

La casa de la araña

Paul Bowles

SEIX BARRAL

Tres personajes muy diferentes confluyen en la ciudad marroquí de Fez: John Stenham, escritor norteamericano defensor de la cultura autóctona frente al imperialismo francés; Polly Veyron, turista estadounidense que aboga por el desarrollo de lo que considera una ciudad tercermundista, y Amar, un joven marroquí que pasa del despertar político al desencanto.

Ajena a los convencionalismos, esta novela relata el fracaso en el entendimiento entre distintas culturas, a la vez que ofrece vívidas descripciones y elaboradas caracterizaciones de los personajes. Con la independencia de Marruecos como telón de fondo, Bowles plantea más preguntas que respuestas a la hora de exponer la realidad.

Paul Bowles, autor de la célebre obra El cielo protector, hace un elogio de la diferencia y el placer tan poco común de sentirse extranjero, a la vez que retrata con realismo y honestidad la visión de Occidente sobre el mundo islámico en la que posiblemente sea su novela de mayor relevancia dada la situación política global actual.

PRÓLOGO

Era alrededor de la medianoche cuando Stenham salió de la casa de Si Jaffar.

-No necesito que nadie me acompañe -había dicho, tratando de sonreír para atenuar el tono de su voz, pues temía parecer aburrido o resultar abrupto, y Si Jaffar, después de todo, tan sólo estaba ejerciendo sus derechos de anfitrión al enviarle una persona para que le acompañara.

-De verdad, no necesito a nadie.

Aunque estuvieran apagadas todas las luces de la ciudad, quería regresar solo. La noche había sido interminable y le apetecía correr el riesgo de equivocarse de calles y extraviarse temporalmente; si alguien le acompañaba, el largo paseo sería casi como una continuación de la velada transcurrida en el salón de Si Jaffar.

En cualquier caso, era ya muy tarde. Todos los varones de la casa se habían acercado a la puerta, algunos de ellos, incluso, se encontraban afuera en el húmedo callejón e insistían en que el hombre fuera con él. Las despedidas de la familia eran siempre largas y prolijas, como si se marchara al otro lado del mundo en lugar de dirigirse al extremo opuesto de la Medina, y aquello le gustaba porque formaba parte de lo que él suponía debía de ser la vida en una ciudad medieval. Sin embargo, era desacostumbrado en ellos imponerle la presencia de un protector y consideró que no existía justificación para ello.

En la oscuridad, el hombre caminaba a grandes pasos delante de él. «¿De dónde le habrán sacado?», pensó, al contemplar de nuevo al barbudo y espigado bereber con sus harapientas vestiduras montañesas, tal y como le había visto por primera vez bajo la mortecina luz del patio de Si Jaffar. Recordó en ese momento el alboroto y los susurros que se habían levantado en un extremo de la sala hora y media antes. Siempre que surgía este tipo de discusiones en presencia de Stenham, Si Jaffar hacía un enorme esfuerzo por distraer su atención, iniciando el relato de una historia. Ésta tenía en general un comienzo bastante prometedor. Si Jaffar sonreía, irradiando satisfacción a través de sus anteojos, pero con la atención puesta claramente en el sonido de las voces que llegaban desde la esquina. Con lentitud, a medida que los susurros de la otra conversación se iban atenuando, sus palabras se hacían más vacilantes y sus ojos comenzaban a oscilar de uno a otro lado, al tiempo que su sonrisa terminaba por paralizarse hasta perder toda significación. La historia nunca llegaba a su fin. De improviso, exclamaba: «¡Ajá!», sin causa alguna que lo justificara. Acto seguido batía las palmas solicitando rapé, o agua de azahar, o astillas de madera de sándalo para alimentar el brasero; de súbito se ponía incluso más contento, y acaso golpeaba la rodilla de Stenham con aire juguetón. Una comedia similar se había desarrollado esta noche alrededor de las diez y media. Al recordarla ahora, Stenham resolvió que el motivo de la misma había sido la repentina decisión de la familia de facilitarle alguien que le acompañara de regreso al hotel. Ahora recordaba que tras la discusión, Abdeltif, el primogénito de la familia, había desaparecido una media hora, durante la cual había estado sin duda buscando al guía.

martes, 9 de diciembre de 2008

“QUIERO ESCRIBIR, NO SER ESCRITOR”

Entrevista a Martín Kohan

Por Tamym Maulén


En Barcelona, el mismo día que recibiría, horas más tarde, el Premio Herralde de Novela por su libro Ciencias Morales, Martín Kohan se fue a un café, fuera de todo protocolo, y se pasó la mañana escribiendo otra novela, la próxima: “no habría podido concentrarme para leer ese día, porque estaba muy ansioso, pero sí concentrarme para escribir”. Kohan, quien además de escritor es profesor de teoría literaria en la Universidad de Buenos Aires, lejos de todo premio, posee una de las escrituras más estimulantes y necesarias de la narrativa argentina actual. Nacido en 1967, en Buenos Aires, ha escrito siete novelas, entre las que destacan Los Cautivos (2000), Dos veces Junio (2002), Segundos afuera (2005), Museo de la revolución (2006) y Ciencias Morales, editada por Anagrama en 2007. Y otras dos aún inéditas, de las que nos adelanta posibles títulos. La escena del café habla por sí misma: escritor voraz, sin pausas. Escena que sintetiza muy bien su propia figura, enmarcada por completo en la tela sin fondo de la literatura.

- En vez de decir que pudiste incluso escribir el día que te entregaron el premio, deberíamos decir que necesitaste escribir.
- Es una buena forma de despegarse del libro ya escrito y de la vanidad que puede traer un premio. Trato de preservar la relación original, lo que para mí es más genuino: escribir en función de una idea literaria, y de las ganas de sacar esa idea. Me siento bien escribiendo, y no pensando en un libro o un premio. Para mí la situación de la escritura, todo el compromiso y toda la intensidad se da entre el texto y yo y nada más. Yo escribo un texto, eso es lo que me interesa, y el editor luego publica un libro. Yo no publico un libro; yo escribo un texto. Separar esas dos instancias –totalmente artificiosas, claro- te hace ganar autonomía en cuanto a las decisiones literarias. Decido en función de lo que yo estoy queriendo hacer, y no en función de un posible libro publicable. Intento entrar en comunión con lo que escribo, conversarle.

- Y eso, más allá del plan de escritura, también ayuda a escuchar lo que el texto mismo está diciendo.
-
Exactamente. Saber escuchar lo que el texto está diciendo a mí me resulta muy placentero, porque ahí es donde uno está completamente con el lenguaje, eso es lo que se juega entre uno y las palabras, lo que quieres decirles y lo que ellas te hacen decir. Esa tensión es fabulosa.

- Ciencias Morales, tu última novela, habla de una historia por ti conocida, que es la del Colegio Nacional de Buenos Aires, tu colegio. ¿Cómo fue abordar esa experiencia real, desligarse, y hacer de ella literatura?
- Diría que la decisión capital fue precisamente desalojar mi propia experiencia personal. A modo de chiste pensaba que esta novela era autobiográfica, pero autobiográfica sin mí: el mundo de ese colegio yo lo viví, pero no hay nada en la novela que esté construido sobre la base de una transposición literal de una experiencia personal. Describo autobiográficamente lugares, espacios, pero no narro autobiográficamente. Por ello la decisión que definió el carácter de la novela fue narrarla no desde el punto de vista de los estudiantes, que era lo más mío, sino interrogar desde la perspectiva de las autoridades del colegio, que era lo escondido, y donde yo más me desligaba de mí.

- Pareciera entonces que toda literatura resulta anfibia, estar en un lado y en otro, pero siempre más allá.
- A mí me resulta así. A otros les puede resultar a la inversa. Desde siempre para mí la lectura, y después la escritura, me funcionó como aquello que me sacaba de la vida. Lo que me interesa es desligarme, entrar en otros mundos, eso me lo da la literatura.

- “La poesía no es un dejar libre la emoción, sino una huida de la emoción”, decía T.S. Eliot. No expresión de la personalidad, sino huída de la personalidad. ¿Tiene que ver con eso?
- Sí, completamente. Porque, ¿qué supone escribir? Supone afectarse por una emoción, conmoverse, horrorizarse o reírse, pero cuando uno está escribiendo no existe una transposición de esa propia emoción: lo que se hace es disponer de los artificios que van a poder suscitar esa emoción en el lector, que no es lo mismo que trasponer la propia afección. Trato entonces de poseer un alto grado de concentración para disponer de esos artificios y tomar las decisiones literarias adecuadas que produzcan en el lector ciertos efectos: yo no necesito conmoverme, no es algo necesario. No es mi risa lo que se lee en un libro, ni mi horror, ni mi emoción o mi personalidad: es mi escritura. Eso nos lleva a lo que conversábamos al principio sobre mi experiencia, ¿qué podría trasponer de mi personalidad en una novela si no me interesa? Yo escribo sobre cosas que me interesan, y yo no me encuentro interesante.

- Lectura / escritura. Lector / escritor. Háblanos de estas relaciones, al parecer, necesarias.-
- Totalmente necesarias. Me llamó la atención, por ejemplo, que al momento de dirigir talleres, aparecían personas muy ansiosas no por escribir sino por ser escritor, y no parecían interesarse mucho por la lectura. Como decíamos, la escritura no es expresión de la personalidad; puedes hacer un diario de vida con eso, pero no estás haciendo literatura. Todos los que adquirimos lecto-escritura podemos escribir, pero si no logras encontrar en el lenguaje cuáles son las formas de la tensión narrativa, no hay nada. Y eso se logra con la lectura, que es el lugar de aprendizaje para escribir. No imagino otro lugar mejor, como no imagino un músico que no escuche música o un cineasta que no vaya al cine. Si existe un tipo que se llamó Borges, que adjetivaba como nadie, ¿dónde vamos a ir a aprender? ¡Vamos a leerlo a él! Si hay alguien como Bolaño, que aprendió a darle una potencia feroz a la narración, donde el relato funciona como una flecha, entonces vamos a leer a Bolaño.

- Sobre tu formación como lector escritor, cómo se fue dando.
- En la literatura siempre me sentí muy cómodo, pero de algún modo también se impone. Yo no salía a los recreos en primaria porque prefería quedarme escribiendo algo; generalmente escribiendo sobre fútbol, pero escribiendo. Sin embargo, nunca fue una preocupación ser escritor, incluso hasta hoy: yo quiero escribir, no ser escritor. Lo que me gusta es escribir, entonces mi preocupación nunca fue cuándo seré escritor, sino cómo seguir escribiendo. A los quince o dieciséis años quería que la literatura atravesara mi vida diaria y no que quedara en un lugar de complemento o pasatiempo. La decisión de seguir la carrera de Letras tuvo que ver con la opción de organizar mi vida de adulto alrededor de la literatura, no como hobby, sino como mi vida misma. Soy escritor porque escribo, pero no tengo esa ambición de figuración social, no fantaseaba con eso: no soñaba de chico dar una conferencia como escritor, más bien lo que me imaginaba era jugar en Boca. Hoy donde me siento más seguro y estable es en la literatura, ya sea escribiendo o dando clases, pero en el universo literario.

- Del panorama literario argentino en las últimas décadas, de Manuel Puig en adelante, cuéntanos un poco qué está sucediendo.
- Ha habido muchísimo. Creo que después de Borges existió el problema de cómo resolver la figura Borges, y ha habido escritores que tuvieron que lidiar con eso. Gracias a ellos, Borges no tiene en escritores de mi edad un peso descomunal, y sí una influencia relajada y benigna. No hay ya una opresión, una angustia por esa influencia. Aquí yo diría que el propio Puig –que es no-Borges en muchos sentidos-, Walsh, Sáer, Ricardo Piglia, César Aira, son los que me parece han resuelto de modos muy distinto el problema Borges.

- Cortázar es también una vuelta de turca totalmente distinta a Borges, ¿Hubo también epidemia de Cortázar?
- Sí, absolutamente, pero me parece que Cortázar se agotó más por sí mismo. A Borges había que hacerle algo: Borges es invencible, es perfecto. Si con Borges no se hacía algo no se iba a poder escribir más salvo copiándolo. Entonces cuando Puig va a la cultura de masa, en registros que para Borges eran inalcanzables, logra despegarse. Piglia, muy inteligentemente, se da cuenta de ello y escribe literatura problematizando esto; Sáer se corre a otra tradición, Walsh se liga fuertemente a la política. Todas son desarticulaciones. Cortázar, en cambio, no requirió desactivaciones porque se agotó más por sí mismo.

- ¿Qué ocurre ahora con tu generación? ¿Es posible hablar de alguna corriente literaria?
- Inmediatamente anterior a mi generación, podríamos hablar de dos corrientes literarias. Estaba el grupo Babel, con determinada estética y confrontaciones con el denominado grupo Planeta, donde estaba Juan Forn, Rodrigo Fresán y otros. En Babel estaba Alan Pauls, Sergio Bizzio y Sergio Chejfec, entre los que más me interesaban. Hubo una especie de debate literario: por un lado el grupo Planeta apostaba por contar buenas historias, mientras el modelo Babel consistía más en la escritura misma, hacer de la literatura un hecho de lenguaje. Yo claramente me identifiqué más por el grupo Babel, me identifica más esa forma de hacer literatura, aunque en mi generación no hubo definiciones tan nítidas ni pertenencias a grupos. Gustavo Ferreira, Juan José Becerra son escritores de mi generación con los que me siento muy afín.

- Qué opinión te merece lo que sucede en Chile y su literatura, su poesía.
- En poesía llego hasta Zurita, me gusta mucho. Parra es referente obligado. En la narrativa me estimula mucho lo que está haciendo Zambra y Contreras, por supuesto Bolaño. Se me quedan muchos más en el tintero. Me parece que en Chile, como en el resto de Latinoamérica están pasando cosas muy buenas, es un gran momento. El Premio Herralde lleva cinco certámenes consecutivos siendo ganado por un latinoamericano, es un ejemplo de lo que sucede.

- Por último, en qué está Martín Kohan hoy.
- Metido en literatura, con dos novelas listas. Una con un título aún tentativo: se llamaría El beneficio de la duda. La otra, que se titularía Cuerpo a Tierra, no está terminada del todo, pero no tengo apuros. Me ha pasado algo muy curioso y que no me había pasado nunca con esta última novela: quedé en blanco y no sé cómo seguir. Esperemos que la termine algún día; yo creo que sí.

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Buenos Aires, Septiembre de 2008.