lunes, 18 de junio de 2012

Una lectura de los poemas k’aik’eados o las horas serenadas de Luis Pacho


darwin bedoya
El poeta leyendo textos suyos en la presentación de la muestra de poesía Hijos de puta, 15 poetas latinoamericanos
C E R O: LAS AGUAS DE LA UBICACIÓN
Estos tiempos que vamos atravesando en nuestra literatura son los años de liquidación y consolidación de algunos libros y nombres en las letras de la poesía puneña. Para empezar, se reducen a cinco los nombres importantes de los poetas que alguna vez conformaron la Generación de Fin de Siglo o los años ‘90 en la poesía puneña. Entre estos cinco está el nombre de Luis Pacho, uno de los últimos en conformar y tener filiaciones, identidades y lecturas con aquel conjunto que, hasta hace un par de años atrás, era una lista de más de diez poetas, a partir de ahora se contará un antes y un después en este periodo de la poesía puneña.
U N O: CONTRACANTO DEL HUALAYCHO Y LA IMILLA
En la ya considerable Colección de poesía Letras de la Poesía Latinoamericana —van siete títulos publicados en esta colección— dirigida por Walter L. Bedregal Paz, conformando el segundo número de este repertorio, el poeta Luis Pacho ha publicado Horas de sirena, Grupo Editorial Hijos de la lluvia, 2010, 54 pp. Segundo libro del autor puneño. En este poemario el poeta brinda un homenaje a sus raíces altiplánicas a través de un mito nacido de un resquicio, quizá telúrico, que ha permitido un sincretismo genuino en el vasto altiplano. Estos son poemas en los que el mito, la mujer andina, el paisaje del ande y la poesía misma adquieren decisiva importancia y permanecen en la escritura de este poeta que empieza a consolidar su obra.
En Horas de sirena el poeta contempla un paisaje al que se ha fundido por determinadas vivencias. En cada poema se rescatan los sentimientos producidos durante la contemplación y la vida transcurrida del poeta. Se transmiten los pensamientos originales que cruzan por su mente. Luis Pacho recupera un tiempo olvidado y casi perdido en los pliegues de la oralidad del mundo andino. Esta presencia constante de la naturaleza altiplánica en estos textos tiene un sentido amplio, trascendente y va generando atmósferas que, sin duda, pertenecen genuinamente a un espacio mitológico que trata de explicar un suceso que alguna vez pudo haber ocurrido en la vida andina. La mayoría de estos poemas se caracterizan por el movimiento en el tiempo, ya hacia el futuro, ya hacia el pasado; pero en ellos siempre prevalece la idea de la unión. Es una poesía que une al hombre con la misma mitología y lo enfrenta con los enigmas de Huaquina, allá en las faldas del cerro Sapacollo, en Juli, con el misterio y con sus propias posibilidades como ser humano que piensa y siente.
En las dos últimas partes de Horas de sirena —las más logradas e intensas del poemario—, hace su aparición el hualaycho —alter ego del autor— y empieza su cántico dedicado a las imillas, es entonces que se da el lirismo desbocado, aquel que predomina junto a las referencias nativas-culturales y los nombres propios de cada imilla juleña. Aparecen también elementos que aluden al ande citado en Huaquina. Así, el poeta escarba en una extensión altiplánica de su tierra natal para volver a encontrarse con sus raíces o con un escenario donde alguna vez las imillas o el paisaje mismo marcaron su vida. En estos poemas la melancolía temporal constata el recuerdo sentimental de las cosas. Son las presencias humanas contra las que se estrella toda ilusión humana de permanencia y eternidad. Es entonces que el poeta, frente al canto de sirenas, empieza a entonar sus poemas, produciéndose así el contracanto entre las sirenas y el hualaycho.
D O S: MEMORIAL DE ENCANTAMIENTOS
Es verdad que la entusiasta aceptación de las ventajas de la escritura impidió, hasta épocas recientes, comprender la magnitud de sus limitaciones, y produjo una desvalorización apresurada y acrítica de la oralidad, cuyas sutilezas técnicas recién están siendo estudiadas en toda su complejidad. Pero el vehículo fundamental de la cultura no es la escritura, sino la lengua. Ella, de por sí, ha sido capaz de permitir la trasmisión cultural durante siglos y milenios hasta llegar a nuestros días. La tradición oral andina —la que empieza con los mitos y leyendas abarca también las costumbres, rituales y fiestas y alegorías— tiene especialmente, en su larga lista de protagonistas, a un personaje mítico femenino: la sirena. Este es un personaje que vive/opera normalmente en las pakarinas, ojos de agua, ríos, cataratas, lagos andinos, etc., y tiene como objetivo fundamental encantar a los seres que estén a su alcance o que irrumpen en su territorio, para su hechizo se vale del canto que sólo sin oírlo se alcanza la inmunidad a su hechizo irreversible.
El personaje mítico sirénido como tal, es conocido en distintas geografías peruanas, en cada lugar tiene sus propias formas de presentación, sus historias, sus conjuros, desde sus cantinelas, sus apariencias de musa, su lugar de residencia, su larga cabellera, el fulgor de sus ojos, la extensión de sus uñas, las flores que le gusta, las vestimentas usuales, su eternidad, su elasticidad al danzar, su perfume, su manera de k’aik’ear*, etc. Quizá humano, tal vez animal, anfibio o ave, las sirenas han existido desde tiempos antiguos. Empero, las sirenas de Luis Pacho son seres humanos femeninos, recientes; sin embargo no por ello dejan de ser un mito, un símbolo, un emblema y un indicio o encantamiento. Este ser que está presente en las culturas primitivas y contemporáneas del mundo tiene ciertas atribuciones. A su embrujo o k’aik’eamiento no han escapado las artes secuenciales, la historieta o la animación cinematográfica. Escritores, poetisas, dramaturgos, músicos, fotógrafos, pintores y cineastas la han retratado en sus lienzos, revelado en sus cuartos oscuros, bocetado en sus hojas en blanco o graficado sobre papel pautado. Para representar el mito de la sirena, los cultivadores de las bellas artes se han valido de todos los soportes posibles para conservarlo en el imaginario colectivo.
En el reino de la literatura tiene presencia en la novela, el cuento, la poesía, el drama y el ensayo; otras expresiones como el cine, la pintura o la artesanía popular también adoptaron a esta figuración. En cada uno de estos géneros, artes y formatos de exposición adquirió una significación particular, ya para conservarla, ya para modificarla. La permanencia, la continuidad y el cambio es el sino de este personaje reconvertido en tema por las incontinencias del arte. En el simbolismo que genera el bestiario, de origen cristiano, con caracteres hispanos, religiosos y moralizantes; la sirena significa lujuria, libidinosidad, y es que el simbolismo de la lírica popular es sexual. Por esa ruta es que merodean las sirenas andinas de Pacho.
T R E S: EL ARTIFICIO DEL K’AIK’EADO
En los presentes textos la sirena recupera su simbolismo mítico que entremezcla en su origen y desarrollo el culto a los muertos y a las diosas del agua; al enfrentamiento de la pureza con la maldad; al erotismo y a la seducción donde la imaginación del poeta convierte a la sirena en personaje que no tiene su culmen en el encantamiento, y es que no sólo es deseo, sino también ternura, pasión que manifiesta una soledad que la aparta de todo mortal y la acerca a lo imposible con un mensaje, menos de perdición, más de fascinación, porque el artificio del k’aik’eado que logran las sirenas es en verdad un arte, tal como lo muestran los poemas de este libro. Quizá los poetas sean el plato favorito de las sirenas.  
Horas de sirena es un tratado sobre las sirenas andinas —en realidad son mujeres que en este libro pueden ser profesoras, cantantes, danzarinas, imillas, etc.— con su simbología y atributos adquiridos. Ella es una figura de la seducción; un ser excepcional que tal vez devendría en metamorfosis del sujeto; renuncia; objeto del deseo; personaje en ascenso socioliterario: de figura secundaria en episodio único, a papel protagónico, poético; paradigma de la belleza; encarnación del mal que se asume como bien en la poesía; rito de inicio a la vida adulta; en fin, una enseñanza recubierta de moraleja. Cada uno de estos símbolos y atributos enunciados, encuentran su correlato en las invenciones/experiencias poéticas de Luis Pacho, el cazador de sirenas k’aik’eado.
C U A T R O: LA CÓPULA CREADORA Y EL LUGAR DEL LIBRO
Aunque en la historia del arte es común que las nuevas obras sean incomprendidas y que sólo con el transcurso del tiempo lleguen a encontrar un público adecuado. Este libro prescinde de los hartos manidos derroteros de la poesía puneña contemporánea y resulta ser una obra singular —a pesar de que no dista mucho, casi nada, o se mantiene en el mismo horizonte en estilo, cierta conocida propuesta y calidad con respecto a Geografía de la distancia, libro anterior del poeta— porque el sujeto lírico no se limita a cantar estrictamente a la mujer amada, si no que más bien combina su canto o lo erige desde un mito ancestral, lo utiliza como medio discursivo para lograr sus tendencias estéticas. De este modo cada poema es una suerte de oración y fetiche que se llena de matices sugerentes y alcanza una nueva significación en el libro. Los versos cargados de simbologías, son fragmentos, elementos metafóricos que en el plano de la imagen deben producir analogías infinitas con un fulgor inusitado. Para Luis Pacho la poesía es una forma de conocimiento, es una cópula creadora con una potencialidad sin límites, por ello, para poder  develar su obra hay que ir trazando analogías sucesivas, escuchar y transmitir el eco de su ontología poética, quizá acumular comparaciones hasta lograr una gran alegoría. Estos poemas marcan con tenacidad el desahogo de la existencia e importancia de la belleza originada y detenida en Huaquina, y el poeta renueva así, con estos versos k’aik’eados, el vigor del mito andino y el engrosamiento de la poética puneña.
Portada del poemario Horas de sirena, Nº 2 de la Colección Letras de la poesía latinoamericana

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K’aik’ear es un vocablo aymara que significa encantar, hechizar, hipnotizar, embrujar, inmovilizar. Los mitos narran que las sirenas y algunos otros seres fantásticos del bestiario mitológico tienen el poder de k’aik’ear para poder lograr sus propósitos. Se sabe que el k’aik’eamiento se da en base a ciertos rituales que ocurren con una canción, un rose de piel o el simple hecho de oír de una voz sirénida, inclusive el movimiento de una extremidad del ser mitológico que pretenda k’aik’ear.   
AQUÍ ALGUNOS POEMAS:
1.
Cuando descubras el olvido, posiblemente crecerán espinas en tu cuarto, y una luna llena como tu corazón, esparcirá su silencio. Serás aquella desconocida que arrulló mi cuerpo extranjero y apagó una vela cuando todos arrojaban piedras en tu camino.
2.
Lo que hoy guardo, no es un pájaro que anuncie el rumor de la despedida que nos asedia cada madrugada. Es ese tiempo que ya no circula en las venas, esa travesía que se enfría en los huesos y se pierde en el bullicio arcilloso de las noches. Dime ¿todavía encuentras mis palabras a cada paso? ¿Aún arde la luz que huye de tus ojos y vuelve cuando te toca el frío? ¿Todavía pronuncias mi nombre cuando callan todas las respiraciones?
3.
En aquel tiempo eras real. Como las gaviotas que han envejecido desde entonces o como las pocas palabras que dijimos camino a Huaquina. No repetiré esas palabras. Mañana caminaré bajo otro cielo, entre otros bombos y helicones, y con otra botella de ron en el bolsillo. Seré libre como un pez o como el día que descubrí tu sonrisa. Mi suerte será una luciérnaga amenazando incendiar los pastizales de Juli.
4.
Aquella vez poseíamos todo el amor del mundo: su humus nos cubría el cuerpo y los sentidos. Pero nada podía escondernos completamente. Al día siguiente otra luz nos inventaba en cualquier calle del vecindario repitiendo las mismas palabras: “Ata mi cintura con esa trenza desconsolada y escribe mi nombre en tu cuarto sin ventanas. Abriga el aire helado, que languidezco como un colibrí entre las ortigas. Recuerda que yacía olvidado en las aguas del Río Salado”.
5.
A tu lado mi apariencia se ha extendido como la forma de tus sueños. Ha sido purificada en las mágicas ceremonias que se consuman en las cimas y faldas de aquellas cordilleras que cobijaron mi corazón nómada. Al fragor de las fiestas patronales, aquel mismo día, sin una palabra que redima tu amor esquivo, te dejé en la hornacina de mármol que construí en silencio, para que algún día otros peregrinen en tu nombre desde lugares remotos.
6.
Ahora, no sé si el asfalto de una ciudad lejana queme tus pies y tu corazón persista en la turbación de los instantes iniciales. O volvamos de pronto, locos y libres como orugas en el pajar. (Todo es posible. Como la invención de las noches y los días a tu lado). Imagino las bancas vacías de la plaza, tus cabellos destrenzados por el viento y tu silueta dibujada por la locura de la lluvia. Pero ya no seremos los desterrados hijos de Eva cuyo silencio cómplice era hermoso como el paisaje y blanco como la nieve, parecido a los ojos de los que hablaba Dina, en cualquier fiesta del pueblo.
9.
Hoy, veinticuatro de este mes, tengo ese olor a hierba silvestre que no me atreví a tomar y dejé que el viento la tendiera entre los peñascos. Ya no soy el que llama a los vientos como los cernícalos de la tarde sólo para que cobijes tu rostro entre mis brazos, ni somos ese remolino pasional llevándonos al mismo cielo. Pero basta un minuto de silencio para que pronuncie lentamente tu nombre y oiga tus palabras que sobreviven, pese a las piedras abandonadas por el tiempo.
 
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domingo, 17 de junio de 2012

Día del padre



En el día del padre este poema de uno de los más grandes poetas de la generación del 50. PABLO GUEVARA, (Lima, 1930-2006). Ha publicado: Retorno a la criatura (1957), Los habitantes (1963), Crónicas contra los bribones (1967), Hotel del Cuzco y otras provincias del Perú (1971),  
Un iceberg llamado poesía (1998), entre otros.







MI PADRE
                      UN ZAPATERO
Tenía un gran taller. Era parte del orbe.
Entre cueros y sueños y gritos y zarpazos,
él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida.
Con Forero y Arteche. Siempre Forero, siempre
con Bazetti y mi padre navegando en el patio
y el amable licor como un reino sin fin.
Fue bueno, y yo lo supe a pesar de las ruinas
que alcancé a acariciar. Fue pobre como muchos,
luego creció y creció rodeado de zapatos que luego
fueron botas. Gran monarca su oficio, todo creció
con él: la casa y mi alcancía y esta humanidad.
Pero algo fue muriendo, lentamente al principio:
su fe o su valor, los frágiles trofeos, acaso su pasión;
algo se fue muriendo con esa gran constancia
del que mucho ha deseado.
Y se quedó un día, retorcido en mis brazos,
como una cosa usada, un zapato o un traje,
raíz inolvidable quedó solo y conmigo.
Nadie estaba a su lado. Nadie.
Más allá de la alcoba, amigos y familia,
qué sé yo, lo estrujaban.
Murió solo y conmigo. Nadie se acuerda de él.
De Retorno a la creatura (1957).
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