viernes, 5 de marzo de 2010

“Gamaliel y el Oráculo del Agua”, de Boris Espezúa, Premio XIV BIENAL de Poesía, Copé Internacional 2009.

Boris Espezúa Salmón

Escribe: Walter L. Bedregal Paz



El hombre es todo en uno o no es

Gamaliel Churata

Ha sido finalista de la Bienal COPÉ de Poesía. En el año 2006 incursionó en la política. Abogado de profesión, Licenciado en Educación en la especialidad de Filosofía; incursiona en el mundo literario, como un autodidacta, publicando: Sentimiento en camino, (Puno – 1978). Boris a venido a colmar el anhelo de los corazones sedientos de poesía noble, bronca, kolla y pura, de algo que fuese parte a confrontar los ánimos desfallecientes y abatidos de sus huérfanos artistas. En medio del silencio – de varios años – ha resonado en varios puntos de nuestro altiplano, la grata armonía de su propia música peregrina; luego de publicar A través del ojo de un hueso (1988); Tránsito de Amautas y otros poemas (1990); Alba del Pez herido (2000)y Tiempo de cernícalo (2002). Obtuvo el Primer Premio Premio en el II Concurso Regional de Poesía Cesar Vallejo 1993, organizado por ADLA “ELEGÍA” – Juliaca.

Fue finalista en el Concurso de Poesía COPÉ en los años 1995 y 1996. Espezúa ha demostrado cierto paternalismo por los poetas jóvenes. Reconocer en Boris, su producción poética es aceptar el alcance de una verdadera poesía, con los rigores que exigen las bellas artes.

Sus poemas han sido traducidos al inglés por Jhon Oliver Simón y al francés por Monserrat Fito.

Boris Espezúa es otro referente de la labor poética en Puno, sus libros son la señal de su mesura con el ejercicio poético, la obra de Espezúa también está inmersa en la desprivatización de la obra literaria, es decir en la fractalidad poética. La andinidad de sus versos afloran con un ritmo pausado que a veces tienden a denunciar a un Vallejo, aquel de las lecturas filosóficas del danés Kierkegaard, tal vez lo que une a Boris con toda la poesía puneña, desde el autor de los 5 metros... hasta los últimos antologados en el libro Aquí no falta nadie, sea ese dolorido sentir que nos mostrara Vallejo, es decir esos sentimientos decididamente vallejianos que se propagaron en una gran parte de la poesía peruana. Sin embargo, el peso de la identidad andina es más que inminente: Estos años, estos vuelos rotundos/ en estas calles despobladas de futuros/ el sol haraposo expande sus inciensos. / La lluvia no traza el paisaje y / tú vas pasando, yo voy quedando/ con la pulcritud de un desgraciado/ con el degollado sueño de un infante/ que tapó el cielo de sus zapatos. El libro Alba del pez herido se erige como el homenaje más intenso a ese numen de las letras andinas y su respectivo ser desde el ande: Gamaliel Churata.
El escritor Gustavo Tapia a propósito de la poesía de Boris ha escrito: la vocación poética del igualmente autor de Tiempo de Cernícalo se ha mantenido incólume e inalterable y ha sobrevivido a toda experiencia académica para estra en permanente desafío de cuanto viniese, mediante el empleo de un lenguaje que, siendo aparentemente sencillo, despojado de recursos literarios, no por eso deja de ser sugerente y, demostrando sus raíces étnicas, procura hablar a través de ellas, se inclina por darles un matiz personal, sin olvidar el aspecto colectivo, consciente de pertenecer a un determinado espacio, convicto de saberse un hombre del ande trasplantado a la ciudad. En este sentido, su lenguaje se enriqueció haciéndose múltiple, variado, evidente en Tránsito de Amautas y otros poemas, donde nos remite a los refrentes del altiplano, desde el lago Titicaca hasta sus calles, comidas, formas de vestir, empezando desde la portada que muestra algo relacionado con las fiestas serranas.
(1).
Las constantes de la poesía de Boris espezúa giran como órbitas en torno a ese epicentro cosmogónico que se funda en el Titicaca. Tulio Mora, Pablo Guevara y enríque verástegui también han hablado de la poesía de Boris, reconociendo en sus textos una efervescente y bronca andinidad.

PEZÓN DE TIERRA (2)



No se es de donde se ha nacido, sino de donde

vino; pues no siempre nace uno donde debiera.

Gamaliel Churata

Entre hésperos y el pañal del alba

nací al radiar el cronopio rojo de junio

un año de 1897,

después de 10 días del desbrozo fui bautizado

como: Arturo

y desde allí mi sobrenombre no se colgó

del olvido.

No sé desde cuando estuvo detenido la escarcha

de mi voz, entre muchos silencios que guardamos o en el austero

lenguaje del ande,

lloré en la simiente de infinitos brazos y senos de barro,

que me recibieron en este universo ajeno y nuestro.

no sé que manos se sacaron de la matriz donde sepulté mi sed,

ni del viento que rompió mi cara, si sé que toda mi vida quise volver

a la entraña de mi vejez fetal.

Cruzaron en mi infancia el sollozo de ovejas y totoras

que me llevaron a otros patios del pensamiento,

donde esparcí mi sombra, y mi cerebro sobre el fuego,

mitades de luz donde se trizan en un filtro los odios y las

intransparencias.

En el fondo del Titicaca donde el pez lunar anuncia

un rayo iluminando la dimensión fatal del equinoccio,

sin plegarias, y con membrunas palabras para desdoblar los

caminos, invocamos la fe, para redimir con los Dioses el vuelo de

las cenizas en altivas humaredas.

Taciturno y fiero la palabra aporía rompió las alas

del moscardón, crecí entre cantos y miradas fruncidas

harto del desprecio y los años malgastados,

empecé a juntar las manos desde mi nativa morada,

y el mestizaje impuro deshabitó en mí, para arroparme

desde el suelo con las desoladas noches que guardan retazos negros.

Nací para rodar en el martirio de mi raza, y no embriagarme

con la tristeza.

crecí en la Escuela 881, y con mi maestro Encinas supe que

el pan solo es compartido del lado más seco del desdén,

supe que habíamos nacido con el tifus húmedo de las piedras de los otros

que mezclaron en la piedra madre su sangre con la tierra salada,

las salpicaduras de sus deshechos.





______________
(1). Tapia reyes, Gustavo. El concepto de la identidad en la poesía de Boris espezúa.

(2). Sieteculebras. Revista Andina de Cultura. Cusco. – Nº 20. Del poemario inédito: Gamaliel.

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