El presidente del jurado José Kozer (cubano) dijo que luego de una jornada exhaustiva que realizó junto a los poetas Fernando Balseca, Arturo Carrera, Minerva Villareal y Galo Torres eligieron a Kamenszai y Carrión dentro de los diez finalistas.
Aquí los poemas de Ernesto Carrión:
ORIGEN Y RECONSTRUCCIÓN DEL PRIMER HOMBRE
[Teoría de Caín]
años tuvieron que pasar para reconocer la peste. Sucedió sin embargo, a la misma hora, en que los rayos del sol acostumbraban a reír sin temer ser sorprendidos por el aguacero. Las colinas, mansamente cubiertas por el vaho enemigo, a gusto en los pastizales. Los riachuelos, centelleando hacia arriba, mientras las piedras como pájaros carpinteros angostaban su vuelo sobre las tejas del agua. Parecía haber perdido la vida sus rondas secretas, sus camas arrogantes de limo imperceptible, donde las lágrimas veneraban sus escarabajos. La madre, armada de lengua y mirada gigantesca, creaba esas figuras galantes, fantásticas del hombre del futuro. El padre, recogido en el miedo a su osamenta, dibujaba lechuzas y fermentaba licores para fregar la inmundicia. Asomaba por encima, de la gran humareda de las bestias, el hombro de un gigante. Mientras la siembra adolescente, casi blasfemando, pasaba su mano indeseable por la boca del cielo. Alguien que miraba hacia atrás, decidió recogerse el cabello negro, duro, aplastado hasta la súplica de los rehenes de sus ojos, que le prohibían distinguir hacia adelante: Caín descendía hermoso con el cuerpo de su hermano sobre el arco insobornable de su espalda. Había concluido el primer acto de amor registrado en los anales de la historia. Había Caín lavado, con su atrevimiento, el pecado del mundo.
FRAGMENTO EXTRAÍDO DE LA ÚNICA AUTOBIOGRAFÍA AUTORIZADA DE SATANÁS; O DE COMO PONCIO PILATOS PUEDE LAVARSE LAS MANOS EN TIEMPOS DE LA RESPÚBLICA
Soy un tipo enfermo al que llaman Gandul. Hombre destruido, que permanece con vida después de las batallas de las plazas, después de las terrazas invisibles que esconden la esperanza duradera, en lugares perforados por el parpadeo. Olor medicinal en el exilio de las plantas donde duerme la nostalgia por un hijo perdido, por una mujer suficiente que quiso la quisiera sobre la escritura, por un amigo muerto que asaltaba las mañanas con su pistola de yerba, almidonado de ingenio.
Soy un tipo enfermo que bebe demasiado. Un escritor mediocre que ha debido suicidarse
si le queda decencia. Un vago radical al que llaman demonio, bestia de porquería, ateo encolerizado, simio susceptible. Soy todo esto y más, cuando se inunda de luces el labio que encadena su ballesta. Soy un algo que no podrá conocerse, mientras lo tornadizo persista, inaguantable, mientras la sinfonía de mis rostros resbale por esa coma de todos mis intentos que han contaminado el sudor con tanto paso.
Soy un hombre al que llaman misógino porque ama las mujeres que ya no existen. O quizás porque parezca una verdad en la mano, una bomba de aciertos equilibrada en lo oscuro, una roña pestilente que no soporta nadie. Canción vellosa en el fruto, que pasa acariciándome las muelas que bravamente me sangran sin importar la hora. Fumando demasiado cuando lloro. Llorando demasiado cuando orino a cuotas.
Soy un tipo enfermo, condenado a masturbarse tras los vitrales -curtidos- de una ciudad pequeña. Adolorido en mi infierno, cuando trabaja este hígado con parsimonia injusta. Demostrando mi habilidad por encontrar espacios. Abrazando cada noche/ cada mañana/ mis libros en vez de abrazar a esa mujer impetuosa que quiso la quisiera.
Pero soy sentimental, cayendo en la sospecha, como todo el mundo. Guardo mi pasado en retratos y relatos de dudosa nobleza. Porque ¿qué otra cosa puede hacer un hombre sino temblar ante tanta fantasmagoría que va dejando la vida? ¿Qué otra cosa, sino tratar al menos de remover el agua que pasa, de puntillas y en calzones, sobre los bancos de piedra?
Yo he visto la moral, desde los arcos del hombre que ha bajado la voz para pisar su sombra. He abortado del pecho la ignominia en techumbres donde el sol se iba acercando -por ejemplo- al duelo. Y me ha parecido todo salamero escondrijo. Nada más que un travesti que ha debido masturbarse lloriqueando ante el fetiche de los amantes. Y si he flirteado con ella, fue por su sierpe de cristos encrispada o encerrada en el manglar de la culpa. Fue por creer que mis ganas concluían sabiamente en las simples compañías que llegaban sobre mulas con turbantes de ocio.
hasta que dije ¡BASTA!
YO NO SOY RESPONSABLE DE TU POBREZA, DE TU MEDIOCRIDAD ENORME, DE TU VERGÜENZA INFLAMADA, QUE OTROS LLENAN DE AFECTO,
YO NO SOY RESPONSABLE DE TU RIQUEZA, NI DE TUS VIRTUDES...
Yo sólo soy un tipo enfermo al que llaman Gandul. Un hombre destruido que permanece
con vida, a pesar de la guerra.
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Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977). Ha colaborado con la prensa escrita, realizado trabajos de crítica literaria, ejercido la docencia y participado en encuentros literarios fuera y dentro de su país. Textos suyos han aparecido en revistas y antologías latinoamericanas en México, Perú y España. Ha trabajado en poesía el libro LA MUERTE DE CAÍN, cuarteto formado por los poemarios: El Libro de la Desobediencia (2002), Carni vale, Premio Nacional de Literatura “César Dávila Andrade” (2002), Labor del Extraviado (2005) y La Bestia Vencida (inédito). También ha participado en el libro colectivo Porque nuestro es el exilio (2006). En el 2007 obtuvo el VI Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de Medellín, con su libro Demonia Factory. Actualmente, forma parte del consejo editorial de la Fundación Casa de las Iguanas, de la ciudad de Guayaquil. Demonia Factory.
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