MAL DE AMORES
darwin bedoya

Leímos todo cuanto había sido escrito sobre el amor.
Pero cuando nos amamos descubrimos que nada había sido escrito sobre nuestro amor.
—Marco Denevi
Después de Air–Max 180 y Taca-Taca,
Yero vuelve a removernos la memoria con estos textos que oscilan entre lo
confesional y lo cotidiano como un desplazamiento vital y necesario. Las
historias de este nuevo libro tienen la singularidad de atraparnos en un
instante, a veces sin que siquiera nos demos cuenta. Cada historia se distingue
por la posesión de una atmósfera que a una primera lectura parece poco
enmarañada, pero que tiene como principal virtud llevarnos lentamente hacia un
desenlace inusitado: los desaciertos y los laberintos interminables del amor.
En este conjunto de siete relatos hay una intención por hablar de las personas,
de sus sentimientos y de sus quehaceres; de la grandeza y la miseria de sus
vidas, de los días oscuros y brillantes, especialmente del amor y el desamor
como unidad temática. Las escenas de cada una de estas historias nos hacen ver
el pasado, el presente y un resquicio del futuro, en cada historia se pueden
encontrar un indicio, una predicción, una advertencia sobre lo que pudo ser y
no llegó a concretarse. Y uno vuelve a ensimismarse en los recovecos de
cualquier tiempo pasado gracias al amor. Y como en un flashback
retornamos a ese punto de nuestra vida en que ocurre la colisión de trenes
entre nuestra casi nebulosa infancia y nuestra larguísima adolescencia, entonces
empezamos a sospechar un sinfín de cosas. Comenzamos a presentir los sueños
futuros en donde la luz del amor es apenas una breve luminiscencia.
La representación de estos textos semeja una
escritura-manantial, porque refresca y calma la sed, fluye por un campo
semántico que en ese deambular por los laberintos interminables del amor,
recorre también las pasiones, la familia y la urbe, lo privado y lo público
dentro de los diversos sentimientos que el ser humano es capaz de sentir y
provocar. Así, estos siete textos, desde Los amantes hasta el que cierra
el libro y también le da título al libro, ¿Qué carajo es el amor?, revisitan
la condición humana allí donde la literatura suele escarbar en la oscuridad y
el desgarro, allí donde es menos frecuente que las letras paseen por la luz, o
que recorran esa nitidez que es el equilibrio. El autor nos presenta un pequeño
giro de timón en su discurso con respecto a sus libros precedentes, aunque el
escenario sigue siendo el Ilo natal, y aunque persista esa vitalidad por la
exaltación de las cosas cotidianas, su voz sigue siendo ágil, con algo de
Salinger y Dickinson en la limpidez con que transita los dos parajes de la
existencia: el oscuro y el luminoso, sin caer en ningún momento en la negación
ni en el pesimismo. Por ejemplo, si nos detenemos en Colca canyon el
resultado es un ejercicio de madurez, un sólido comienzo de recorrido
consciente y sereno, que nos muestra que los seres humanos estamos hechos de
pequeños momentos y de que lo trascendente no es más importante que lo
cotidiano. O mejor dicho, lo cotidiano es trascendente, no hay que realizar
ninguna vetusta división entre la vida y lo literario.
En este texto el autor nos muestra un
detenimiento sensorial, no hay prisas, no hay desesperaciones por narrar, el
ritmo del sujeto narrador ha entendido los estadios de la ascensión narrativa.
Por momentos Yero tiene esa fecundidad verbal con que parece hacer papiroflexia
con el lenguaje. Releemos por ejemplo Catástrofes importantes, el
segundo relato importante de este libro, narra sobre un asunto familiar entre
la convivencia inicial de las parejas, también el mito, el sueño, la
superstición y la realidad que viven Ana, Pablo y El Marruffo, los personajes claves de la historia.
Quizá el tercer relato más logrado sea el que dice en uno de sus párrafos: Él
había visto suficientes pezones en su vida como para elaborar un catálogo. Pero
estos en particular, los de Sharon, lo obligaron a pisar el freno. Las
tetillas, cuyo color le recodaba a la chocolatada tibia, estaban hundidas justo
en el centro de la aréola. Como la cabeza de una tortuga escondida dentro de su
coraza. El sexto título es justamente: El pezón hundido, en él, el
autor, igual que en Samsung, una vez más habla del amor, de la vida
sentimental en donde surge, inevitablemente, esa pregunta eterna y conocida:
¿Qué carajo es el amor? y según los relatos podríamos ensayar tantas
respuestas, pero nunca llegaríamos a responder con exactitud, porque el amor es
tantas cosas juntas, tantas cosas distintas que al final parecen ser una sola.
Las páginas de este libro vivifica, en especial, al amor que acabó y dejó una
herida (aunque muchas veces la herida es el amor mismo), que resulta insalvable
e inasible, como el vano intento de tratar de recuperar el reflejo de la amante
en el espejo que no tenemos. En segundo lugar, nos encontramos con el amor
cotidiano que viven las parejas que inician la difícil vida de compartir el día
a día en el futuro hogar, y para hacer más intenso el libro, el texto final ¿Qué
carajo es el amor? recalca la idea del amor que se deben profesar los
amantes. Pero especialmente del espacio que ocupa el amor en la vida cuando
dice: no alcanzarás a moldear el bloque de su carne y a desearla como/ yo la
deseaba/ de otra forma volverás a casa a fumar pasta/ a comer hígado de hace
tres generaciones preguntándote tonta, estúpida y cojudamente/ ¿qué carajo es
el amor?/ pero todo a su tiempo/ si no quieres a la de treinta puedes tener una
de quince… El título, ¿Qué carajo es el amor?, por tanto, quiere ser una
metáfora de ese inhóspito reino que todos conocen o creen conocer; además, con
estos textos, Yero quiere rendir homenaje al hermoso animal que vive en
nosotros, porque ¿quién más puede darle vida al amor? Sin duda, no es solo ese
joven que se confiesa en Solo combis ni el viajero eterno de Desayuno
en buscama. Por ello, los textos que componen este libro son piezas
ingeniosas y originales y muy dispares en cuanto a género porque Yero ha
querido, seguro por el tema del amor, reescribir unos versos. Y debido a ello,
quizá lo único que los une y les da unidad sea el lenguaje que ya es
característico en el autor. Pero hay en ellos siempre, como recurso común, una
rotación inquietante en la narración que desconcierta y sorprende, sobre todo
por los finos detalles y por los finales, utilizando la primera persona en la
voz del narrador. Por todo ello, ¿Qué carajo es el amor? es un libro que, con
un lenguaje eficaz, directo y sencillo, relata los avatares del amor convertido
por el autor en el elemento que hilvana sus historias constituyendo así una
extraordinaria colección de relatos y una poderosa muestra de talento
fabulador.
Al concluir la lectura, ¿Qué carajo es el amor?,
probablemente, no va a ser capaz de provocar o arrancar llantos o tristezas —méritos
clásicos del amor—; pero sí será capaz de hacernos sonreír, suspirar y, sobre
todo, recordar fechas e instantes memorables que pueden arrancar el miedo y la pasión
de cualquier par de corazones, y como en cualquier punto en donde se cierren
las cortinas, Cortázar, en su lista de mal de amores diría: Y después de
hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se
visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
Espinar, junio de 2016
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Tomado del Blog: http://darwinbedoya.blogspot.pe/2018/04/
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