lunes, 19 de octubre de 2009

Una lectura de Hotel Lima

La travesía totalmente humana de Miguel Ildefonso

David Antonio Abanto Aragón

No podemos aceptar como nuevo un arte que no nos trae sino una nueva técnica.[...] Ninguna estética puede rebajar el trabajo artístico a una nueva técnica. La técnica nueva debe corresponder a un espíritu nuevo también.

José Carlos Maríategui.
"Arte, revolución y decadencia". En: Amauta, año I, núm. 3, Lima, noviembre de 1924.


Absurdo fuera no reconocerlo

"No cabe duda de que la narrativa peruana está pasando por un buen momento. En los años 90 asistimos a una floración abundante de novelas relevantes, como nunca habíamos tenido en las letras peruanas, lo que exageradamente el recordado poeta Cesáreo Martínez apodó "boom de la novela posvargasllosiana"; pero aclaremos que dicha "eclosión" (para utilizar otro vocablo excesivo, por comparación con la escasa cosecha de títulos memorables que podíamos obtener anualmente en las décadas anteriores de nuestra narrativa) la protagonizaron sobre todo escritores no tan jóvenes, pertenecientes a las hornadas dadas a conocer en los años 60 y 70, más algunos aportes de la siempre fecunda Generación del 50. Ya situados en la presente década, el aporte de los jóvenes ha comenzado a ocupar el primer plano, dando a conocer varios autores con un potencial narrativo a considerar", ha señalado con acierto Ricardo González Vigil.

Como pruebas de ello, podemos hacer mención a las obras narrativas de escritores como Jaime Bayly, Iván Thays, Gonzalo Portals, Manuel Rilo, Sergio Galarza, Sandro Bossio, Julio César Vega, Carlos Rengifo, Santiago del Prado, Grecia Cáceres, Juan Manuel Chávez, Alexis Iparraguirre, Marco García Falcón, más recientemente, Daniel Alarcón, Santiago Roncagliolo Miguel Ildefonso, Diego Trelles Gabriel Ruíz-Ortega, Leonardo Aguirre, Víctor Coral, Ezio Neyra, Johan Page, Claudia Ulloa, entre muchas otras voces narrativas.

En 1999 el narrador Oswaldo Reynoso empleó la categoría de "narrativa de transición" para hacer referencia a las obras de los narradores jóvenes y afirmó que las mismas "están preparando el camino para una gran novela" empleando dos vías de expresión narrativa que deben considerarse al momento de aproximarnos a esta hornada generacional: la de negación total de la realidad y la del enfrentamiento descarnado y violento de la realidad. Ya en 2007, ya entrado el siglo XXI, esta afirmación sigue siendo vigente en lo esencial.

Ahora bien, el buen momento de la narrativa peruana y la irrupción de una nueva hornada de narradores a los que aluden González Vigil y Reynoso no debe hacernos olvidar algo que no podemos dejar de señalar: si bien es cierto que la narrativa peruana ha ganado pericia y gran dominio en la técnica y la forma, no es menos cierto que ha perdido hondura en su relación con la realidad de la cual emerge. Frente a obras como las de escritores como las de Martín Adán, Gamaliel Churata, Arguedas, Scorza, Loayza, Vargas Llosa, Reynoso y Gutiérrez, la narrativa peruana actual se ha tornado en gran medida mezquina. El Perú es una realidad de gran complejidad inserta en una totalidad que se ha convertido en una "aldea global" que espera aún ser explorada, explicada y recreada estéticamente por nuestros creadores. Naturalmente tal trabajo no solo debe considerar el empleo de técnicas novedosas y modos de expresión superficiales, lo que nos remite a esa meridiana y vigente expresión de José Carlos Mariátegui que señalaba que una nueva técnica no hace un nuevo arte, este supone una sensibilidad orgánica y tácitamente nueva, atenta a lo nuevo, a lo que, para decirlo arguedianamente, no se ve ni se sabe, pero que ya se siente y se espera. La representación artística de esta nueva realidad que emerge imponente constituye, pues, un formidable reto que no debe ser asumido como algo ya resuelto por el curso de la historia o el arte, sino un proyecto en marcha, para todos los creadores.

Al respecto traemos a colación lo señalado con meridiana lucidez por Alfredo Villar: "la literatura de la clase media pequeña burguesa y letrada, sobre todo limeña, está muriendo. Muere porque ha fracasado en la idea de crear una nación literaria más amplia y democrática. Muere porque ha fracasado en llegar a las grandes mayorías, es decir por elitista. Pero estamos en un país maravilloso, de una gran riqueza que no sólo es letrada sino oral y musical: en sus calles y pueblos hay miles de historias que se desvanecen en la plaza pública o en la conversación de cantina, sea en las comunidades que imaginan mitos, sea en las ciudades que alucinan relatos callejeros. Sea también en los músicos populares que viajan por todo el país haciendo bailar con sus canciones, quizás la única poesía popular que sobrevive, lucha y llega a todo el Perú. En estos momentos los zorros de arriba y abajo hablan mejor que nosotros, cantan mejor que nosotros, hacen poesía mejor que nosotros, aman mejor que nosotros, en escuchar con humildad y hacernos parte de su eco quizás este la salvación de nuestras letras y nuestros corazones".

Uno de esos zorros de arriba y de abajo que ha asumido ese reto dentro de una propuesta totalizante es Miguel Dante Ildefonso Huanca (Lima, 1970), el escritor peruano que con los libros publicados y divulgados nos muestra un oficio que ha sabido tejer un proyecto de escritura sólido y coherente que lo convierte en un escritor representativo de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Con más títulos -no solo en cantidad sino en calidad- que cualquier otro para encarnar este periodo en todo su dinamismo y complejidad.

Sirva de magnífica prueba, la desconcertante textura de la novela Hotel Lima (Editora Mesa redonda, 2006) que cruza niveles textuales, técnicas muy complejas y una sensibilidad atenta en un provocador diálogo con las tradiciones en un proceso de apropiación y transformación de la narrativa peruana de este nuevo siglo.

Hasta ahora el reciente libro de Ildefonso ha recibido tibias aprobaciones cuando no ha sido menospreciado, omitido y "ninguneado" (expresión de Arguedas en el "Tercer diario" de El zorro de arriba y el zorro de abajo), cuando no condenado por sus "defectos artísticos", o reducido a un valioso "artefacto verbal" y es que en su recepción no se ha considerado aún algunos elementos que podrían ayudar a valorarla en su justa dimensión.


Una desconcertante propuesta totalizante

En un reciente texto de presentación para el libro virtual Los desmoronamientos sinfónicos de Ildefonso, el extraordinario poeta José Pancorvo dejó constancia de lo siguiente: "Tengo en mis manos por ejemplo un manuscrito de Hotel Lima, de hace más de quince años, en copia de papel carbón y lapicero -hasta con caracteres chinos-, en que hay poemas supra que no están acá". En 2003 ante una pregunta acerca del estado de sus proyectos poéticos y su proyecto Hotel Lima Ildefonso afirmó: "No lo abandoné. Lo dejé como idea original por inconcluso, porque me di cuenta de que nunca, tal vez, se concluye una obra" y más adelante "Aún sigo escribiendo ese gran proyecto (tipo Verástegui o Adán o Pessoa o Pound), pero con otros nombres, a través de otras ciudades, desde otros sujetos poéticos. Alguien que se interese en lo que escribo podría encontrar claves. De eso se trata mi universo". Nos encontramos pues ante un work in progress que se da a conocer de a pocos, que va levantando los pisos de una edificación en continua construcción, al modo de los proyectos totalizantes de los años setenta.

Un modo expresivo que se sirve de las vías expresivas más adecuadas a su búsqueda: verso, prosa, visual, plástica, etc. Una exploración múltiple y totalizante. Esta vez, queremos realizar una aproximación a parte de su universo creativo: el narrativo, conformado, a la fecha, por dos libros: el libro de cuentos El Paso y la novela Hotel Lima. Desde el punto de vista del lenguaje, de los recursos expresivos, Ildefonso sintetiza la búsqueda y exploración de nuevos modos expresivos de la narración "tradicional". Pero Ildefonso sobresale como el creador indiscutible de una sedición novelesca, autor del primer relato absolutamente "moderno" del nuevo siglo, el más representativo de lo que va la nueva centuria: Hotel Lima. Como artífice del lenguaje asimila para aprovechar las posibilidades expresivas de la novela para recomponerla en una fiesta verbal en la que el lenguaje es un protagonista fundamental, tan importante como el propio Dante, como Humareda y como el propio Hotel Lima.

En Hotel Lima el modo de narrar es tan importante como lo que se quiere narrar o en todo caso, el modo de narrar debe corresponder perfectamente a lo que se quiere narrar. Nosotros queremos resaltar, por ahora, su hondo humanismo, su comunión total con todo lo humano (soma y psique, cuerpo y alma), visto como una maravillosa -inextricable hasta el misterio- aventura vivida como hospedaje en este mundo, sin preludios o epílogos ultraterrenos.

Para ello abordemos dos cuestiones fundamentales, examinadas desde perspectivas diversas; pero con frecuencia, distorsionadas, por no ser relacionadas con el humanismo de la búsqueda de Ildefonso: el Realismo y el Simbolismo.


En pos de una síntesis totalizante

Las dos corrientes literarias que han tenido mayor incidencia en la configuración de la literatura del siglo XX, fueron el Realismo, con su eje creativo en la narrativa (Tolstoi, Balzac, Flaubert, Maupassant, Zola, Dickens,...); y el Simbolismo, con su eje creativo en la poesía lírica (Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Mallarmé,...).

Un reto mayor de la narrativa de fines del siglo XIX, la primera mitad del XX e inicios del siglo XXI consiste en conjugar las lecciones del Realismo y las del Simbolismo, aspirando a un retrato totalizador (que no se quede solo en lo empírico, racional y pragmático) de la experiencia humana. En esa tarea, cabe destacar las producciones de James, Musil, Virginia Woolf, Faulkner y, por cierto, Proust, Mann y Joyce.

Para Hotel Lima, Ildefonso echa mano de dos influencias. La primera, la narrativa realista, como Balzac y Flaubert, donde se aprovechaban las vivencias para crear. Y la segunda, la poesía simbolista, de lo que se deduce que no se contentaba con la experiencia sensorial.

Una detenida revisión permitirá comprobar que Hotel Lima -y en menor medida El Paso- de Ildefonso vence en poder totalizador a las obras de otros autores recientes: totalización de los niveles de la experiencia tanto psicológica como social, desde lo más fisiológico hasta lo más espiritual, desde lo irrepetible hasta lo compartido arribando incluso al "inconsciente colectivo". Y búsqueda de totalización de posibilidades de la palabra y de la técnica literaria; el propio estilo, vuelto estilema, cambia en sus episodios adaptándose al tema, al espacio, al tiempo, etc. Otro modo de constatar la búsqueda de un poder totalizador: Dante y Humareda son personajes retratados de modo integral por la novela peruana reciente en lo que va del nuevo siglo; y Lima puede ser literalmente recorrida, calle por calle, en las páginas de Hotel Lima. En ese sentido Ildefonso no inventa nada, todo lo que él describe existe, pero se aleja de lo circunstancial para sacar a flote lo esencial.

Factor central de esa extraordinaria capacidad de totalización es el humanismo liberador de la propuesta de Ildefonso. Mientras que el Simbolismo tiende a imponerse al Realismo, invitando a un inasible misterio en Iván Thays y Luis Hernán Castañeda; y mientras que el Realismo llega a sofocar el ingrediente simbolista, hasta tornarlo esquemático o escasamente iluminador en Santiago Roncagliolo y Oscar Malca (podemos mencionar más cerca del equilibrio logrado por Ildefonso entre lo real y lo simbólico a Carlos Herrera, Santiago del Prado y Sandro Bossio); en el caso de Ildefonso van enlazados el detallismo realista y la sugerencia simbolista, porque, para él, la "otra orilla", "la soñada coherencia" de Luis Hernández, está encarnada permanentemente en esta orilla: cada elemento de la existencia posee una carga iluminadora o epifánica, según la llamaba Joyce, en cuanto parte insustituible del Todo.

Existen dos grandes tipos de obras maestras. Las primeras están representadas por obras como El Quijote o las obras de Shakespeare (en el ámbito latinoamericano podemos mencionar a Cien años de soledad de García Márquez, y en el peruano, La violencia del tiempo de Miguel Gutiérrez), para las que no se necesitan reflexiones muy profundas o una gran cultura para entenderlas y disfrutarlas. El otro tipo corresponde a obras como la Divina Comedia de Dante o Finnegans Wake de Joyce que exigen una gran competencia en el lector, una serie de experiencias de vida y una cultura muy amplia (Rayuela de Cortázar, en el ámbito latinoamericano y El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas en el ámbito nacional).


Un paralelo paródico de tintes épicos y filosóficos

Hotel Lima es la novela más representativa de la narrativa peruana reciente, porque sintetiza casi toda su cultura. Su lectura demanda dedicación, pero cuando se entiende, uno queda sorprendido con su jocosidad, irreverencia y burla. Hotel Lima es un libro "jocoserio", como decía Joyce. La comicidad y la risa son propias de la vida humana desde la noche de los tiempos; ya en el Quijote, se escucha la risa como proveniente de las farsas medievales; uno se ríe del caballero que lleva una bacía a modo de yelmo, o de su escudero que recibe una paliza. Pero, además de esa comicidad, casi siempre estereotipada, casi siempre cruel, otra, mucho más sutil, se desprende de Hotel Lima, de la mirada que nos plantea y nos sitúa en la esfera infinitamente más refinada que llamamos humor.

Recordemos que la evolución hacia la novela se debe comprender atendiendo a la reducción de la distancia con lo narrado y esa reducción la da la risa. Veamos, desde los orígenes de la epopeya -y de toda manifestación "sublime"- junto a ella se daba la parodia: la misma historia pero presentada grotescamente. Así, en la poesía épica, la epopeya es sublime, y la épica burlesca es grotesca; en la poesía dramática, la tragedia corresponde al tono elevado, y la comedia, al bajo. Junto a la Ilíada había una versión desmitificadora, la Batracomiomaquia -atribuida también a Homero- que satirizaba la guerra de Troya. La parodia corrige y critica cómicamente a la versión que toma como referente, revelando nuevos aspectos pero además guarda cierta contemporaneidad con lo narrado y elimina la distancia. En su momento, Dante Alighieri lo hizo en su inmortal poema al poner en una forma baja y vulgar (la Comedia) un contenido elevado (Divino): una Divina Comedia en la denominación otorgada por Petrarca. Lo propio hicieron Cervantes (en el Quijote que entre otras cosas puede ser leído como un soberbio homenaje a las historias de caballerías a través de su parodia) y Joyce (con la Odisea homérica), el cubismo de Picasso, etc. Ya Bajtin apuntaba que no se puede reír de lo distante, a menos que se lo acerque, que se lo vuelva cotidiano.

En Hotel Lima no nos reímos porque se ha ridiculizado, o burlado e incluso humillado a alguien, sino porque, de pronto, el mundo, nuestro mundo, aparece en toda su ambigüedad, las cosas pierden su significado aparente, la gente se revela distinta a lo que ella misma cree que es.

Entrelazando tiempos, tanto por el hilo de conversaciones reales como soñadas (o dictadas por voces interiores que torturan al protagonista), Hotel Lima saca a flote, de un lado, la nostalgia del pasado para liberar emociones primigenias en los episodios de infancia en los cuales como ha señalado Olga Rodríguez Ulloa "se llega a una condensación lingüística llena de simplicidad y belleza", echado a perder (por el desorden vital, las drogas, la violencia imperante, la corrupción, etc.) y, de otro lado, el sentimiento a modo del hybris (defecto o exceso) inherente en el ser humano. Pero el impulso principal es ajustar cuentas mediante la escritura de un Libro que desencadenará un desenlace imprevisto. En el trasfondo de la novela palpita el rol salvador del lenguaje, ya sea el oral (confidencias a personas encontradas después de años y, por cierto, revelaciones a cargo de voces fantasmales que lo habitan), ya sea -y privilegiadamente- el escrito nacido de la vocación literaria -tenaz, ineludible- del protagonista. Tengamos presente lo que dijo el autor a Maribel de Paz: "el libro mismo también es un personaje, una creación del propio narrador, Dante, quien emprende su proyecto de escritura mientras trata de vivir como Humareda, en el Hotel Lima, entre prostitutas".

No es, sin embargo, la cuestión temática de Hotel Lima lo que lo hace distinto. El argumento es escaso. Lo ha resumido Javier Agreda: "Dante, joven poeta limeño de inicios de los 90, quien cuenta sus peripecias en las calles más sórdidas del centro de la ciudad, rodeado de prostitutas, delincuentes, niños de la calle y especialmente de los poetas "malditos" con los que conforma el grupo de la "No Poesía". A estas aventuras se suman también recuerdos de infancia del protagonista, algunos relatos escritos por él, y hasta una dimensión fantástica en la que Humareda convive y dialoga con las imágenes recurrentes de sus pinturas: el arlequín y Marilyn Monroe, convertidos también en personajes".

Hotel Lima trata de la necesidad recíproca que tienen las personas, en la estructura menor de la familia y en la más amplia de la ciudad. Ese sencillo tema se universaliza por la imposición de un mito intemporal, el del errante Odiseo en busca de su reino insular. Dante es un agudo testigo de los conflictos y desencuentros sociales, ideológico-políticos y culturales que enfrentan al mundo, es Telémaco y Odiseo o Ulises. Sus bastante triviales vivencias en el Hotel Lima, en la habitación 283 (nicho, vientre de ballena), se transforman en un paralelo paródico de las del personaje de Homero y del mismo Dante Alighieri (en esta Odisea, en esta Comedia, el moderno Telémaco en pos de Ulises, el moderno Dante que es guiado por esa especie de Virgilio que es el Maestro, Víctor Humareda), y, a su vez, adoptan varias formas de resaltar un paralelismo con las clásicas travesías, sobre todo a través del estilo y del lenguaje.

Por momentos en la narración el estilo resulta más importante que el contenido, pero la intensa concentración en el lenguaje permite a Ildefonso llegar sortear límites de la mente humana posibilitando los nexos entre lo onírico, lo arquetípico y lo simbólico, inasequibles para el novelista sin pericia. El lenguaje no solo es complejo, sino también de una claridad sin precedentes: abundan las alusiones sexuales y fisiológicas que se utilizan al servicio de una finalidad expresiva y no como mero divertimento. Precisamente Olga Rodríguez Ulloa ha señalado que la riqueza de Hotel Lima "radica tanto en la estructura como en el lenguaje" para mostrar "una tensión que se inscribe dentro de la imposibilidad del ejercicio literario. La escritura del Libro que emprende el protagonista, la presencia del Maestro Humareda como modelo incólume y vigente de esa tensión".

Cuestión peliaguda es la del pulso poético de la prosa de Ildefonso. Así, negándose a ver Hotel Lima como una novela, se la juzga como escritura poética en prosa. El problema es que nuestro escritor dinamita los límites o, para usar un término más caro a su propuesta, las "fronteras" entre los géneros literarios y más que demostrar una "crisis de novela", en nuestra opinión, lo que manifiesta es una crisis en el uso de los parámetros de la crítica. Ese es uno de los motivos por el que Hotel Lima es, injustamente, catalogada como novela "fallida", contenedora de "altibajos", con "poca claridad de la historia", con "muchos cabos sueltos" y "excesos", y uno de los motivos por el que Ildefonso, es señalado como el escritor de la "marginalidad" cuyo libro "no logra disolver la impresión de fragmentación", publicado con "la intención de salir del paso" lo que significó "cumplir con una cantidad mínima de páginas para ser considerada una novela corta" y que hace que se le reconozca a su autor, con justicia por cierto, como el gran poeta que es, pero se le escatime reconocimientos como el gran narrador que, ahora lo podemos comprobar, también es. Precisamente queremos abordar sucintamente dos aspectos: el de la fragmentariedad y el de la marginalidad.


Fragmentariedad y marginalidad

Hotel Lima no es una reunión de una cantidad de páginas, es una novela que acusa un carácter fragmentario por la intercalación de textos novelescos con diálogos, discursos y poemas que lo componen, lo que, a nuestro entender, se da para precisamente recrear esa sensación de incoherencia y desorden inicial que produce la experiencia subjetiva de la modernización a través de la globalización capitalista en realidades como la peruana. Esta experiencia hace que se reconozcan nuevos sentimientos y, correspondientemente, nuevos lenguajes y nuevas prácticas. La polaridad primordial de ese nuevo mundo en surgimiento está representada en los tres escenarios o espacios emblemáticos mencionados en la novela (la habitación 283, el Hotel Lima y las calles de Lima).

Lo dicho nos permite discrepar opiniones como la de Víctor Coral quien, por ejemplo, ha señalado que Hotel Lima es "Una suerte de Frankestein [sic] con escaso movimiento y vida parcial, un artefacto verbal que "simula una forma narrativa" pero no la realiza". Nosotros traeríamos la imagen de la Criatura no para señalar una limitación sino para afirmar un logro, porque como ha escrito Alberto Manguel "Hecho de tantos hombres, el Monstruo del doctor Frankenstein es, en parte al menos, nuestro espejo, reflejo de aquello que no queremos o no nos atrevemos a recordar. Quizás por eso da miedo". Y es que Hotel Lima, la novela de Miguel Ildefonso más que un "artefacto verbal" separado de la existencia es, que duda cabe, una obra de arte que da cuenta de la complejidad vivencial de su autor y, a través de la lectura de sus páginas, de la nuestra como lectores. En los episodios de Hotel Lima asistimos a una visión tremendamente crítica y abisal, pero no desencantada de la vida. Una visión que nos inquieta por los cuestionamientos que nos plantea ("por eso da miedo"), que nos confronta con nosotros mismos como criaturas (en tanto creaciones de un Creador), pero que a través de ello también nos propone alternativas. Por eso, Hotel Lima "pinta" el descalabro peruano tomando como referencia la vida y obra de otro gran creador: Víctor Humareda, el Maestro de Hotel Lima, por eso en sus páginas bullen colores y sonidos que impregnan de grandeza a lo cotidiano, lo sencillo, lo bajo, lo vulgar (en tanto proveniente del vulgo), es la belleza que nace del pueblo, es su verdad y una forma de conocimiento, es un nuevo poder. Una belleza que hay que aprender a apreciar con humildad y sencillez, atentos a su mensaje, a ese mensaje que estremece nuestro país desde hace un buen tiempo, pero que pocos creadores han sabido integrar a su obra de un modo natural, como Arguedas o como Humareda.

Porque como en la pintura de Humareda lo cotidiano, lo popular convive junto con lo culto y elevado. Las fronteras son dinamitadas. Así como se escucha el "Claro de Luna" de Bethoven, también se escucha "El Cartero" del Super Grupo que remite a "Please Mister Postman" de The Beatles, al lado de Edith Piaf, Pastorita Huaracina; Los Pasteles Verdes y The Doors, etc. Por eso podemos ver al protagonista dialogando en café de Ginebra con Jorge Luis Borges, del mismo modo que bebiendo unas cervezas con Juan Ojeda y José María Arguedas al ritmo de la chicha. Por eso también su opción por el Hotel Lima, que se yergue majestuoso (como en el cuadro del pintor Enrique Polanco que ilustra la cubierta) en pleno corazón de La Parada y por la figura emblemática de Víctor Humareda (cuyas fotografías tomadas por Herman Schwarz se intercalan en cada acto de los interiores de la novela). Al respecto transcribimos in extenso una esclarecedora respuesta dada por Ildefonso a Gabriel Ruiz-Ortega:

"Ese lugarcito [La Parada] está presente en muchos poemas y relatos, cierto, es una metáfora de lo que es Lima o el Perú. Pienso también en toda una movida desde la pintura de Humareda (que vivió en el Hotel Lima, doblando por Gamarra) a Quijano; la música de Polem, Del Pueblo, Mojarras; o la poesía de Hora Zero y Kloaca. Debe ser porque está cerca de Apolo, la Tierra de Nunca Jamás, donde re-vivo. Nací en Apolo, pero eso no quiere decir que sea netamente apolíneo, sino, siguiendo a Nietszche, hay algo de dionisiaco en todo esto. Periódicamente voy por allá para ver vida, trabajo, gente que suda, grita, ríe, se embriaga, a montones, y no es tan peligroso, eh, sólo hay que saber andar. Y los zapallos, los limones, las lechugas frescas, hay toda una naturaleza viviente, y eso me interesa de lo popular, pues hay toda una sabiduría y un instinto color verde que es arte, como la chicha, y allí pienso en Chacalón, en Vico, en Guinda. Me gusta Federico García Lorca, y por ahí también va este tratamiento cariñoso, respetuoso, duendístico y crítico con lo que es aquel arte de colores chillones y sonidos agudos. Arguedas enseña, es un maestrazo, y no sólo desde el punto de vista intelectual, a apreciar o valorar el folclore. El fue a La Parada un día antes de su suicidio. Y Ginsberg y Burroughs estuvieron allí también. Además, mis raíces y mi piel, hablan, cantan y bailan por sí solas (índices como cuchillos). Mi amigo el poeta [José] Pancorvo está ligado a los danzantes de tijeras, y cada cierto tiempo me invita a ir a sus festivales. Antes íbamos frecuentemente a las fiestas chicha, al Palacio de la Cumbia, a la Catedral de la Cumbia. Qué bravo era todo eso. Otro amigo, Yuca, me llama siempre, y vamos al bar Candela, junto al Mercado Mayorista, el único bar en el corazón de La Parada donde ponen rock, y van los estibadores y pequeños negociantes rockeros, y que está abierto las veinticuatro horas".

Recientemente Hugo Neira al referirse a Humareda ha escrito: "¿No ha dicho Mallarmé "que el mundo está hecho para que se produzca un bello libro"? Podríamos pensar, entonces, que el Danubio existe para que lo cante Strauss. Y que Lima, error urbano, para que Humareda nos devuelva su desorden en un olor a aguarrás" y, añadimos nosotros, para que Ildefonso lo grabe en palabras para refundar su leyenda, reinventándola en olor a poesía.

Tengamos presente que la imagen del pintor es definida de un modo explícito en los retratos actuantes que constituyen sus autorretratos más difundidos. A la manera de los clásicos, Humareda al igual que el protagonista de Hotel Lima se muestra en plena actividad y rodeado por sus elementos habituales de trabajo. Precisamente aquí queremos remitirnos a uno de esoscuadros que se titula "Humareda y sus espíritus", parafraseando en tono humorístico el nombre de un filme de Federico Fellini (Giulietta degli spiriti o Giulietta de los espíritus de 1965), en el que se nos muestra a Humareda en primer plano con la paleta cubierta de colores y rodeado por un compacto grupo de arlequines, brujas, payasos y toreros, todos ellos personajes habituales de sus cuadros. Pero esta vez no ocupan lienzos figurados sino que parecen disputar el espacio compositivo con su propio creador, subrayando la acuciante presencia de sus "espíritus". Del mismo modo, al mismo modo de los clásicos, Hotel Lima nos presenta a Dante en pleno proceso de escritura del Libro y "disputándose" el espacio compositivo de sus episodios con sus "fantasmas" (Vargas Llosa emplea la imagen de los "demonios"que obseden al creador), con una decidida identificación con ellos en contrapuntos significativos.

En Humareda, según Neira, Lima: "la ciudad como teatralidad, treta y pesquisa que concluía en torno a su cama maloliente, butaca de la sublimación pictórica de sus calles. O de una conversación con una puta barata, según contaba. Lo bueno no se puede definir, decía otro barroco, Gracián, "porque no se sabe en qué consiste"". En Ildefonso, para nosotros, Lima, la ciudad, y el Hotel Lima como hospedaje y refugio (ya no estamos ante la "casa de cartón" de Adán sino ante una morada más adecuada a nuestros tiempos de tránsito: un hotel) que concluye en una amable travesía por esta ciudad a pesar de las explosiones, con sus putas, sus homosexuales con tacón, sus cotidianos rituales de inmolación (los de ayer y los de hoy), y Pierrot y el Arlequín y Marilyn y el Maestro, y las jornadas en el Cordano, el Queirolo, el Superba, algún parque o calle de la ciudad, las incursiones al Crazy Horse, los ladrones y los borrachos de La Parada y la pululación de repente poética de las calles del Centro de Lima, la Colmena, "la avenida del cloro eterno", del prostibulario jirón Cailloma, la avenida Colonial y la avenida 28 de Julio y es que en esos espacios el protagonista, como a su vez lo hiciera el Maestro, aprehende dispersamente los elementos que configuran del arte del porvenir. No son un anuncio de lo que vendrá, sino de lo que ya ha comenzado a dar sus primeros pasos y está preñado de futuro como nos lo demuestra Hotel Lima.

En efecto, Humareda es un personaje que se revela de a pocos en Hotel Lima en diálogo con sus espectros y que gradualmente se quita sus caretas de Goya, Toulouse Lautrec y Van Gogh, y es autor de un "ensayo de agresión" intitulado Notas al pie del abismo. En Hotel Lima vemos como Humareda cumple con alegría su tarea de comunicar a los hombres de arriba y de abajo, de la sierra y la costa, confiado en su don y seguro de coincidir con el orden primordial del mundo: el tiempo, por eso, en la novela, no tiene más que un sentido aleatorio y la realidad es apenas un dato contingente. Sabe que su tiempo es otro y su realidad distinta y que en su ir y venir está trazando la urdimbre de un lienzo-mundo que también es otro y distinto. Podría decirse que el mismo Ildefonso busca asumir la condición de un Humareda moderno, que realiza en sí mismo la misión intercomunicadora, a la espera que la radical unidad del texto-mundo nuevo convierta el vínculo (vínculo capaz de universalizarse, decía Arguedas) en la materia misma de un cosmos humanizado. Lo ha expresado el autor en una entrevista hecha por Maribel de Paz: "No importa por dónde entres, no importa el orden en que llegues, porque todas van a conducir al cuarto de Humareda y a Humareda mismo".

Hotel Lima se sitúa en un espacio temporal que Jorge Coaguila ha situado entre los años 1987, un año después de la muerte de Humareda, y 1992, cuando el Hotel Lima, muy cerca del emporio comercial de Gamarra, se convierte en una galería de tiendas que comercian ropa. Período en el que nuestra convulsa realidad había desencadenado diversas formas de representación artística en las que se imponían una crispación formal emparentada con el horizonte de los lenguajes figurativos vinculados con las emergentes realidades urbanas del país. Ágreda ya ha señalado que Hotel Lima conjuga, los paisajes y personajes del universo urbano limeño (tanto el que está a flor de piel como el submundo) con los universos artificiales de la subjetividad personal y la creación artística, y, añadimos por nuestra parte, se vale de técnicas como el monólogo interior para revelar los pensamientos y sentimientos más íntimos de sus personajes -por momentos de una forma presintáctica y casi preverbal-, ahonda el examen de la fantasía y las ansiedades de la conciencia humana que le otorgan a su narración una textura desrealizadora y por momentos ambigua a raíz de su polisemia. Al respecto Ildefonso señaló a Maribel de Paz: "Quise que el lenguaje y la estructura [de Hotel Lima] obedecieran a este personaje [Humareda] que era muy libre y a veces muy enredado".

Hotel Lima no simula una forma narrativa que no realiza, sino es realización plena de la misma con una noción estructural definida concientemente por parte del autor. La estructura de Hotel Lima está organizada en cuatro partes (cuatro actos), que se pueden corresponder a las partes de la Odisea, las partes de la Divina Comedia (tengamos presente que el peregrinar de Dante, el protagonista de Hotel Lima, puede ser leído -es una de las posibilidades- como una nueva odisea que repite, con un ropaje nuevo las peripecias de Ulises y de Dante, el florentino, de Stephen Dedalus y Leopold Bloom la célebre pareja joyceana,). Lo señalado torna patente la destreza de Ildefonso para cincelar un volumen orgánico, de manera tal que cada episodio posee autonomía creadora, pero también puede leerse como parte de un cuadro totalizante.

En el caso de Hotel Lima la pugna entre arribar y no arribar al Libro, entre captar y no captar las sumas voces, entre abolir y no abolir la existencia terrena para vivir el trance de creación continua encuentra una formidable cristalización comunicativa en los cuatro actos en los que está dividida y que, respetando las exigencias de espacio, tiempo y acción, hacen trastabillar el molde secular llevándolo por momentos al borde mismo de lo comunicable en tanto travesía que nos transporta extramuros (para usar una imagen cara a Enrique Verástegui, poeta también admirado por Ildefonso) en lo decible. Y es que como el mismo autor lo ha afirmado en la entrevista publicada en el número 1 del periódico de poesía Odumodneurtse "me interesa desarrollar una obra al margen de los convencionalismos editoriales".

El elemento de la marginalidad, tan mencionado al momento de hablar de la obra de Ildefonso, no ha sido precisado con claridad aún. Por nuestra parte creemos que debe ser entendido no como una cuestión de tópicos, temas o menciones de creadores signados por Baudelaire, Rimbaud, Bukowski, Mishima, tan de uso común en muchos jóvenes narradores, sino como una cuestión relacionada a la complejidad vital. Tengamos en cuenta el vivir en el Perú (en Apolo) y el haber vivido en El Paso, en Estados Unidos, ha convertido a Ildefonso en un hombre de "dos mundos" (con dos cosmovisiones que representan dos modos de vida) que padece una "doble marginalidad" al no sentirse integrado (entiéndase asimilado, aculturado, del mismo modo que Arguedas o el mismo Humareda) cabalmente ni en un mundo ni en el otro. Ello no nos permite afirmar que la marginalidad en el caso de su protagonista Dante en Hotel Lima esté, como lo ha señalado Fernando Carrasco Nuñez, en "una intención de evadir la realidad inmediata que lo circunda y agobia", más que una actitud evasiva encontramos en la marginalidad una actitud de confrontación, pero no beligerante ni belicosa, ni mucho menos pesimista. La mirada es optimista y cargada de humor, lejos de la solemnidad y suntuosidad de una parábola moral. Así entendemos en Hotel Lima sus referentes y, en la obra total del autor, la irrupción del elemento paródico, carnavalesco, grotesco y a veces exuberantemente cómico de la cultura popular como una cultura viva y de gran potencial creador. Por eso en Hotel Lima se cuestionan las normas del sistema porque plantean un ideal que, al chocar con la realidad nada paradisíaca (al borde de "guerras" pavorosas), genera en muchos casos una idealización nostálgica, pero que en el caso de Ildefonso no se queda en ella, se alimenta de ella para trazar búsquedas alternativas con un denominador común: el culto al arte, en una especie de ética "heroica" que nos recuerda a Joyce, Hemingway, Martín Adán, Vallejo, Gamaliel Churata, Arguedas, Vargas Llosa, Reynoso y Miguel Gutiérrez, en el plano de la narrativa. Ildefonso se sitúa en la conflictiva intersección de dos sistemas socioculturales (como Vallejo, como Arguedas, como Gutiérrez o recientemente el joven escritor Daniel Alarcón) intentando un diálogo vivificante, muchas veces, polémico en su forma, en su estructura general y en su significación. Si algo caracteriza fuertemente a Hotel Lima es la insistente referencia al sentido de la acción de los personajes. Esta característica se explica por el abandono de una perspectiva épica clásica, en la cual los héroes importan fundamentalmente como alegorías, encarnando significados que van más allá de sí mismos (nótese que el auge de la épica se da en sociedades donde actúa con fuerza la tradición oral y no existe una vida urbana significativa). En la Hotel Lima, en cambio, tiene características y vivencias personales que son proyección individual -toda la gama entre la adhesión y el disenso- del ámbito social. Por ello, en la novela de Ildefonso encontramos una galería con una gran diversidad de personajes que cuentan precisamente como personas, en su radical singularidad.

Otro signo aparente de la marginalidad, ya no en el terreno mismo de la prosa ildefonsiana, sino en la actitud de su autor podemos rastrearla en el escamoteo y retardo para divulgar escalonada y fragmentariamente sus escritos. Recordemos que algunos episodios de Hotel Lima fueron divulgados primero como relatos autónomos (logrando reconocimiento en diversos certámenes). Ildefonso consigue la unidad en la diversidad, que era uno de los requisitos más difícil de conseguir en una narración extensa. Pero no es ese, a nuestro juicio, lo central del proyecto creador de Ildefonso y de Hotel Lima, para nosotros lo fundamental subyace en la expresión de una búsqueda no solo artística, pero sí, en lo esencial, liberadora.

La singularidad de Hotel Lima de Ildefonso abarca otro factor: gran parte de los escritores de su generación se inclina por la narración fantástica y el juego de la metaliteratura (es decir, la literatura que habla de literatura, poniendo en el primer plano cuestiones de lenguaje, construcción de la ficción, etc.), endeudada con Borges, Cortázar, La casa de cartón de Adán, incluso, ya más cerca, La disciplina de la vanidad de Iván Thays. En cambio, Ildefonso se nutre de la narrativa realista; no el ramplón realismo social, sino la gran tradición del realismo cuestionador, complejo y totalizante de Ribeyro y los ya mencionados Arguedas, Vargas Llosa, Reynoso y Gutiérrez capaz de mostrar personajes, situaciones y perspectivas muy diversas mediante una variedad de recursos de la narrativa actual (al narrador omnisciente sucede la multiplicación de perspectivas e instancias discursivas y la visión fragmentada, fugaz; a la trama lineal o progresiva, un montaje de tiempos y perspectivas más sugestivo de las secuencias que imita el flujo espontáneo de la conciencia; a la "historia" o al argumento, unos cortes instantáneos de apariencia arbitraria). Ildefonso es de los escritores que a la palabra le conceden una arquitectura que busca sostenerla en el espacio. El ritmo está claramente marcado, acentuando la espacialización que le otorga.

Pero con Hotel Lima no estamos solo ante una propuesta estética sino, como ocurre con los grandes creadores, ante una propuesta ética que nos ofrece una novela de su existencia en trance de creación pura, absoluta, espuma (empleamos la imagen del anti-soneto "Intensidad y altura" de Vallejo) agónica que es a su vez el anuncio y confirmación de nuevas búsquedas.


Búsqueda liberadora desde lo vivido

Ildefonso suele ser presentado en muchas interpretaciones desde un ángulo: autor de la "marginalidad" (la cultura occidental nace al Este del Mar Mediterráneo, en tierra bíblica y helénica; y muere al Oeste, más allá de las "columnas de Hércules", en tierras transoceánicas, en urbes como Lima), de una época de crisis y de ruptura con el pasado, a la intemperie, corroída por la duda y el escepticismo; de una nueva versión pesimista de la existencia humana (Flaubert dio la suya en el siglo XIX, Joyce la del siglo XX, en el ámbito nacional mencionaríamos a Palma para el siglo XIX y Ribeyro para el siglo XX), etc. En esa línea, ha tenido mucha difusión la caracterización de Hotel Lima como una obra "marginal", propia de una época agotada, ya sin grandeza para vivir o revivir los mitos fundacionales de su cultura. Los valores circularían caricaturizados o negados; por ejemplo, las musas de Dante (el Telémaco en pos de Ulises, el Dante, el Stephen Dédalus en pos de la paternidad de Leopold Bloom, del Hotel Lima y la Lima ildefonsianos) serían lo contrario de la Penélope homérica, de la Beatrice de la Comedia dantiana, entregadas al placer y a la "deshonra" del oikos conyugal (matrimonio, y hogar). Sus musas están más cercanas a Catita, a Molly Bloom, pertenecen a la estirpe de Anna Livia Plurabelle, de la Maga.

Sin embargo, esta lectura nos parece inadecuada; invitamos a leer Hotel Lima de Ildefonso desde un ángulo positivo, como una gran búsqueda de la liberación del ser humano apresado en el laberinto del contrato social reinante (ya Ágreda ha identificado al Hotel Lima como "una especie de laberinto en cuyo centro se encuentra, en lugar del mítico Minotauro, Humareda y su universo artístico", Carrasco Núñez lo ha identificado como "símbolo de soledad, desarraigo, desorden, pobreza, clandestinidad, connotaciones contrarias a todo lo establecido por el sistema oficial [...] una metáfora de toda la ciudad", el propio Ildefonso ha dicho que el título de su novela "Refleja ese estado de tránsito perpetuo del artista incomprendido por la sociedad") y de los prejuicios heredados del pasado. En esa senda Hotel Lima es un extraordinario complemento de su búsqueda poética. Desde esta perspectiva "El vestido de la mujer transparente" inserto dentro del "Cuarto Acto" de Hotel Lima es un auténtico "manifiesto de Independencia" de su protagonista y del ser humano que se lanza a la búsqueda liberadora de lo nuevo y lo desconocido a modo de hazaña, magníficamente cerrado con el contemplativo "TRAGEDIA EN UN SOLO ACTO: EL ASCENSOR" de Víctor Humareda, todo un arte poética, que cierra y abre un ciclo de la búsqueda. Búsqueda que, aún, no alcanza a encontrar el modo de apresar ni la realidad ni la belleza plenamente, entregándonos "vestigios" de esa búsqueda que subraya una travesía a la sombra del Maestro quien "no puede tocar" solo "mirar" su ideal pleno en un estadio contemplativo en aroma de poesía que no dice nada.

La rica simbología de sus personajes está desplegada ampliamente en esta novela. "Así se explica que todos los personajes de Hotel Lima, incluso los más vulgares, lleven nombres literarios (Beatriz, Dafne, Silvia, Laura)", ha apuntado Ágreda; y también las menciones e interacciones con escritores como José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Martín Adán, Gamaliel Churata, Oquendo de Amat, José María Arguedas, Manuel Scorza, Luis Hernández, Javier Heraud, Juan Ojeda, Carlos Oliva y Juan Vega, pero también Li Po, Dante, Shelley, Goethe, Beckett, Kafka, Joyce, Borges. Porque la experiencia no es "libresca", es una vivencia, los autores y escritores no insuflan su don en sesiones académicas literaturosas, sino en la vida misma para retratar la complejidad de la experiencia que no oculta las fibras más nobles y tiernas, con sus luces y sombras, así como para trazar conexiones entre las peripecias de sus protagonistas. Además la textura simbólica de su protagonista se encuentra acentuada por el hecho de que su nombre desata hondas connotaciones culturales, a tal punto que el mito central al que remite -el de la Divina Comedia- está incorporado como si fuera su nombre: Dante.

Hotel Lima deja de considerar la novela como un territorio cerrado donde reina un lenguaje propiamente "novelesco", para abrirla ampliamente a todos los discursos que surgen dentro de la literatura y la sociedad: orales y escritos, populares y cultos, antiguos y modernos, artísticos, periodísticos, técnicos y publicitarios, colectivos e individuales.

Ildefonso en nuestra opinión se ha propuesto hacer de Hotel Lima un objeto dirimente y apelativo, capaz no solo de dar cuenta de la crisis de un mundo (el de fines del siglo XX al modo como Vallejo lo hiciera con el de la Guerra Civil, o el apocalipsis modernizador en el caso de Arguedas) sino de revertir los términos de la crisis en la alegoría realizadora de la novela. Su irreverencia evidente, su mirada escéptica no es ya capaz sino de herejía, una herejía que no se ocupa de factores políticos, declarativos, que en el fondo deciden su búsqueda. Hotel Lima no habría sido posible antes, hoy que muchas propuestas no pasan de expresar un deliberado desencanto, un profesional escepticismo y un correcto desgarramiento. Ildefonso nos expresa una mirada insatisfecha que renace en cada búsqueda.

Terminemos estas consideraciones poniendo de relieve la naturaleza singular de Hotel Lima, la novela más ambiciosa y peregrina de la prosa peruana reciente en lo que va la nueva centuria. En sus episodios, la escritura de Ildefonso se asume como refugio y espacio cuestionador de la hegemonía socio-cultural, de modo que su propio desempeño busca negar la jerarquía de la dominación, constituyéndose en un mecanismo interno de resistencia y liberación. Hotel Lima consolida notablemente el proyecto creador de Miguel Ildefonso, una de las voces más vigorosas e intensas de la literatura peruana contemporánea, que merece estar entre los mejores escritores peruanos que nos sumergen adentro, bien adentro de la conciencia múltiple de nuestra experiencia vital como una odisea, como una travesía, una comedia humana, humanísima que vale la pena ser disfrutada a plenitud.


CODA

Citamos in extenso a Gabriel García Marquez: "Debo ser un lector muy ingenuo, porque nunca he pensado que los novelistas quieran decir más de lo que dicen. Cuando Franz Kafka dice que Gregorio Samsa despertó una mañana convertido en un gigantesco insecto, no me parece que sea el símbolo de nada y lo único que me ha intrigado es siempre qué clase de animal pudo haber sido. Creo que hubo en realidad un tiempo en que las alfombras volaban y había genios prisioneros dentro de las botellas. Creo que la burra de Ballam habló -como dice la Biblia- y lo único lamentable es que no se hubiera grabado su voz, y creo que Josué derribó murallas de Jericó con el poder de sus trompetas, y lo único lamentable es que nadie hubiera transcrito su música de demolición. Creo, en fin, que el licenciado Vidriera - de Cervantes- era en realidad de vidrio, como él lo creía en su locura, y creo que de veras en la jubilosa verdad de que Gargantúa se orinaba a torrentes sobre las catedrales de París. Más aún: creo que otros prodigios similares siguen ocurriendo, y que si no los vemos es en gran parte porque nos lo impide el racionalismo oscurantista que nos inculcaron los malos profesores de literatura" y algunas aproximaciones críticas añadiríamos nosotros, y es que antes García Márquez había señalado, en el mismo texto, una justificada crítica ante "la manía interpretativa [que] termina por ser a la larga una nueva forma de ficción que a veces encalla en el disparate". Esto hace que, a veces, sea más difícil leer la crítica que las obras mismas, una especie de "críptica" literaria que además, en los estudios críticos de los últimos años, evidencia la ausencia de un dominio hondo de la problemática que supone diferenciar entre crítica interna y externa, estudiar la ideología de un mensaje estético y establecer la especificidad de un enfoque sociológico de la literatura. En esa línea, entendemos la declaración de Miguel Ildefonso (él mismo dueño de un agudo discurso crítico plasmado en sus ensayos) en la entrevista hecha por Maribel de Paz: "Este es el libro más arriesgado que he escrito y puede ser un reto para un crítico", pero precisa "De repente, un lector simple se puede dejar llevar sin prejuicios, más que un crítico que obedece, muchas veces, a intereses del momento". Nuestra intención en esta aproximación a Hotel Lima no es otra que favorecer su lectura cabal, honda y completa, tanto del lector promedio como del especializado, si al final lo hemos conseguido nos daremos por satisfechos; sean los lectores de la gran novela de Ildefonso los que juzguen, alea jacta est.

Independencia, diciembre de 2006 y febrero de 2007



Referencias

- ÁGREDA, Javier. "Miguel Ildefonso en el Hotel Lima". Diario La República. Martes, 12 de diciembre de 2006

- CARRASCO NÚÑEZ, Fernando. "El discurso marginal en Hotel Lima de Miguel Ildefonso". Texto publicado en la página www.letras.s5.com Con el siguiente enlace: http://www.letras.s5.com/mi300107.htm

- COAGUILA, Jorge. "Un escritor marginal. La novela de Miguel Ildefonso". Suplemento El Dominical del diario El Comercio. Domingo, 4 de febrero de 2007

- CORAL, Víctor. "Libro y novela". Publicado en el blog Luz de limbo, el miércoles 7 de febrero de 2007:
http://luzdelimbo.blogspot.com/2007/02/libro-y-novela-un-novelista-tiene-que.html

- GARCÍA MÀRQUEZ, Gabriel. "La poesía, al alcance de los niños". En: Notas de prensa 1980-1984, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 199.

- GONZÁLEZ VIGIL, Ricardo. "Se habla inglés peruanizado". Letra Viva, En: El Comercio, jueves, 27 de julio de 2006

- ILDEFONSO, Miguel. "Historia personal del 90 (Grupos poéticos de Lima en la década del noventa)". Tomado de Mundo alterno, con el siguiente enlace:
http://mundoalterno.com/decimas/ncolaboracion/miguel_ildefonso3.htm

- MANGUEL, Alberto, "Frankenstein, el monstruo". Suplemento Cultura del diario La Nación, Buenos Aires, domingo, 28 de enero de 2007

- NEIRA, Hugo. "Humareda. Del arte para ser feliz, en Lima". Diario La República, martes, 19 de diciembre de 2006.

- REYNOSO, Oswaldo. "Estos jóvenes están preparando el camino para una gran novela". Entrevista de Luis Fernando Chueca. En: Flecha en el azul, N° 10, 1999

- RODRIGUEZ ULLOA, Claudia. "De telos y literatura". Diario Correo, domingo 10 de diciembre de 2006

- VILLAR; Alfredo. "La generación del miedo". Artículo inédito cedido por el autor.


Entrevistas y reportajes a Miguel Ildefonso

Aquí solo consignamos aquí los títulos que nos han sido de mayor utilidad y/o que abordan los temas señalados en esta aproximación.

- CARLÍN, Ernesto. "Humareda como inspiración en libro de Miguel Ildefonso". Reportaje a Miguel Ildefonso. Diario Oficial El Peruano, jueves, 23 de noviembre de 2006.

- DE PAZ, Maribel. "Inquilino Literario". Entrevista con Miguel Ildefonso. Revista Caretas Edición Nº 1953 del jueves, 30 de noviembre de 2006.

- IZQUIERDO Q., Francisco. "Si mi nombre sale en algún medio que sea por lo que escribo". Entrevista con Miguel Ildefonso. Diario La Primera, domingo 10 de diciembre de 2006.

- Odumodneurtse, "Lo inacabado es coherencia". Entrevista con Miguel Ildefonso.- En: Odumodneurtse. Periódico de poesía, número 1, septiembre de 2003.

- RUIZ-ORTEGA, Gabriel. "Sólo quiero que empiece otra vez la fiesta". Entrevista con Miguel Ildefonso tomada del blog La Fortaleza de la soledad con el siguiente enlace: http://la-fortaleza-de-la-soledad.blogspot.com/2006/07/slo-quiero-que-empiece-otra-vez-la.html

- SAENZ, Carlos. "La poesía es el vehículo con que me conecto con el mundo" Entrevista con Miguel Ildefonso aparecida en Xcribas. Portal cultural con el siguiente enlace: http://www.xcrivas.com/?cat=10a&sid=308

- TORRES, Niltón. "El Perú es marginal". Entrevista a Miguel Ildefonso publicada en el suplemento Domingo del diario La República el 31 de diciembre de 2006.

- TRIVELLI, Carlo. "Sigo a Humareda desde mis inicios como creador". Reportaje a Miguel Ildefonso. Diario El Comercio, domingo 10 de diciembre de 2006.



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