jueves, 7 de octubre de 2010

«Su cartografía de las estructuras del poder» da el Nobel a Vargas Llosa


GARA | ESTOCOLMO

Mario Vargas Llosa ha sido distinguido con el más prestigioso premio literario del mundo por su «cartografía de las estructuras del poder y aceradas imágenes de la resistencia, la rebelión y derrota del individuo», según el fallo difundido por la Academia Nobel ayer en Estocolmo.

Tras el anuncio, el galardonado compareció ante la prensa en Nueva York donde relató cómo la Academia sueca le comunicó que había recibido el Nobel de Literatura y que, por un momento, hasta pensó que «era una broma».

«En ese momento me acordé de una broma que le hicieron a Alberto Moravia, que le llamaron y le dijeron que había ganado el Nobel. Empezó a celebrarlo y luego era una broma. Le dije a mi esposa: Patricia, si esto es una broma, mejor que no se lo digamos aún a nuestros hijos. Fue una sorpresa», apuntó. Eran las «5.30 de la mañana y estaba releyendo un libro maravilloso, `El reino de este mundo', de Alejo Carpentier, cuando mi mujer se acercó con el teléfono en la mano. Primero me dio angustia», por si era una mala noticia.

Nacido en Arequipa (Perú) en 1936, Vargas Llosa tuvo una infancia movida por la separación de sus padres, trasladándose pronto a Cochabamba (Bolivia) para regresar a los diez años a Perú, primero a Piura y luego a Lima, donde fue educado en una escuela católica y más tarde enviado al colegio militar Leoncio Pardo.

Sus experiencias personales en esta institución fueron la base de «La ciudad y los perros» (1963), el libro que dio a conocer internacionalmente a este escritor que estudió Derecho y Literatura en la capital peruana y en Madrid, y que ha vivido en varias capitales europeas.

El Nobel de Literatura -dotado con 1,1 millones de euros y que él mismo recogerá el 10 de diciembre en Estocolmo- reconoce de forma definitiva una trayectoria que comenzó a deslumbrar en los años sesenta con obras como «La casa verde» o «Conversación en La Catedral», además de la ya mencionada «La ciudad y los perros».

Luego vendrían numerosas novelas, entre ellas «La guerra del fin del mundo», «El hablador», «La fiesta del chivo», «El paraíso en la otra esquina» o «Travesuras de la niña mala», que consagrarían su labor literaria a nivel internacional.

«La ciudad y los perros» ganó el Premio Biblioteca Breve y el de la Crítica española, distinción esta última que luego recaería también en «La casa verde», novela que fue galardonada además con el Premio Nacional de Novela de Perú y el Rómulo Gallegos. Entre sus galardones más destacados figuran también el Príncipe de Asturias, el Cervantes y el Internacional Pérez Pelayo.

Gran admirador de Víctor Hugo y de Flaubert, Vargas Llosa ha creído siempre que la literatura «es una expresión maravillosa de la libertad humana» y «ayuda a vivir». La lectura de Faulkner fue fundamental para él en lo 50, pero leer «Madame Bovary» le cambió la vida al escritor. Siempre admiró la «terquedad y la perseverancia» de Gustave Flaubert para conseguir «obras maestras».

Las novelas del peruano parten de la realidad, pero, luego, el espacio y el tiempo en que transcurren «se convierten en una ficción», se emancipan del mundo real y cobran autonomía.

Entre la literatura y la política

Vargas Llosa nunca se negó a entrar en la batalla de «la imprescindible política», aunque eso supusiera salpicarse de fango y ganarse numerosas antipatías y enemistades, en su país y fuera de él. Coqueteó con el comunismo en su juventud, como la casi totalidad de escritores latinoamericanos, pero terminó abrazando la orilla opuesta, que definió como «la trinidad inseparable de la civilización, la legalidad, la libertad y la propiedad», citando palabras de su admirado Fiedrich Hayek.

Ha sido este liberalismo a ultranza el que ha guiado su pensamiento y comportamiento político de las dos últimas décadas, convirtiéndolo en acérrimo adversario de la Cuba de Fidel Castro o la Venezuela de Hugo Chávez. De éste último considera que «su socialismo autoritario» es «un gran peligro» para esa zona del mundo y para quienes no desean que haya «un retroceso hacia formas dictatoriales».

Y sobre Cuba, el escritor peruano suele afirmar que, mientras viva Fidel Castro, los cambios que pueda haber en ese país «no serán fundamentales».

El autor afirmó en México en 2005 que «no hay ningún valor en el nacionalismo», una ideología «aberrante» a la que considera «el gran obstáculo» para que América Latina sea democrática. «Desde mi punto de vista, el nacionalismo es una catástrofe para cualquier país, en cualquier circunstancia», declaró.

También fueron conocidos sus acercamientos a la plataforma «Basta Ya», con cuyos miembros empatizó en más de una ocasión. Tras el anuncio del premio, su fundador, Fernando Savater, destacó ayer su «su enorme generosidad al haber acompañado siempre a las víctimas y a las personas amenazadas por ETA».

Vargas Llosa quiso incluso ser presidente de Perú y compitió en las elecciones de 1990 contra Alberto Fujimori, con tan poco éxito que terminó abandonando la campaña antes de la segunda vuelta ante la aplastante popularidad del ingeniero japonés. Fueron sonadas las acusaciones de poco patriotismo que le dedicaron en Perú cuando el 13 de junio de aquel año abandonó el país en vísperas de aquella segunda vuelta y terminó pidiendo la nacionalidad española.

«No es algo que me quite el sueño. Y, tal vez, ser tan poco popular me facilitará poder dedicar en adelante todo mi tiempo y mi energía a escribir, algo para lo que confío ser menos inepto que para la indeseable pero imprescindible política», escribió el Nobel en su esclarecedor libro «El pez en el agua», en el que puso al desnudo los riesgos de implicarse en la lucha por el poder político.

Pero no sólo se convirtió en el enemigo número uno de Fujimori; también se distanció sonoramente del hoy presidente Alan García, al que llamó «gran arquitecto de las intrigas y maniobras que facilitaron el triunfo de Fujimori», aunque la reconciliación con García llegó en 2008 después de que este último hubiera -en palabras de Vargas Llosa- enmendado sus errores y se hubiera convertido al liberalismo.

Con quien continúa sin limar asperezas es con el escritor Gabriel García Márquez, con quien mantiene una disputa permanente por una discrepancia nunca esclarecida que terminó en un famoso puñetazo.

Fue el joven Vargas Llosa quien asestó, hace 34 años, el golpe sorpresivo a su, por entonces, gran amigo García Márquez, cuando el 12 de febrero de 1976 ambos se encontraron a la entrada de un cine en Ciudad de México.

El escritor colombiano, Premio Nobel de Literatura en 1982, se dirigió ayer implícitamente al peruano a través de su cuenta de Twitter con el mensaje «Cuentas iguales», aunque no trascendió información alguna sobre el contenido de la misiva.

«El sueño de celta» será el próximo libro de Vargas Llosa que verá la luz el 3 de noviembre de la mano de la editorial Alfaguara, y para cuya creación viajó al Congo con el fin de recoger de primera mano toda la documentación necesaria sobre el protagonista del libro, el irlandés sir Roger Casement.

Casement fue cónsul británico en el Congo a principios del siglo XX y amigo del escritor Joseph Conrad, que fue quien le abrió los ojos sobre las atrocidades que se cometían en aquel país africano cuando éste era propiedad de Leopoldo II, rey de los belgas.

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