Walter Paz Quispe Santos
Javier Nuñez creo que disfruta de una vida feliz. Ese beneplácito con las mujeres lo ha llevado a poblar su mente de imágenes obsesionadas con el sexo y la sangre fría. Por eso nos trae un bello libro de cuentos titulado “Asesinas” (Grupo Editorial Hijos de la lluvia, 2011). No se trata de un apologista de la indecencia asesina sino un desbocado que en medio de tanto conservadurismo temático en nuestra literatura busca conmovernos con las extravagantes urgencias de este tiempo. No cabe duda que todos y cada uno de nosotros tiene su propia excentricidad de pensamiento o de conducta en relación con los aspectos sexuales de la vida. Una de las cosas sorprendentes de los crímenes sexuales es que no existe, ni ha existido nunca una opinión consensuada sobre lo que puede aceptarse y lo que debe ser repudiado. Formas de conducta que son aceptadas y aprobadas, por lo menos tácitamente, en un lugar suelen, en otro tiempo y ubicación distinta desatar la cólera de la sociedad y de las autoridades sobre el perpetrador.
Se trata de una decena de cuentos que buscan en el lector la masturbación y el placer de la frialdad de la sangre congelada. Mucho antes de que Vladimir Nabokov, el brillante novelista, escribiera su fantástica descripción de las profundas emociones que embargaban a Humbert-Humbert, era bien sabido entre los estudiantes y profesores de Psiquiatría que ciertos hombres sólo pueden obtener verdadera satisfacción emocional y sexual con jovencitas. Se había llegado hace tiempo a esa conclusión, tanto desde el punto de vista teórico como práctico por el hecho de que algunas casas de prostitución, desde hace mil años o más años, mantenían jovencitas para las preferencias especiales. Esa forma de lolitalismo es frecuente en los cuentos de Javier Nuñez que hoy toma el nombre del hedonismo mezclado entre el placer y el dolor.
Un tema no apto para puritanos y conservadores, se trata de una referencialidad muy frecuente en la narrativa contemporánea al puro estilo de Roberto Bolaño de quien Javier Nuñez transcribe una cita memorable de su libro “Putas asesinas”: “Las mujeres son putas asesinas, Max, son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir". Y la dedicatoria por cierto es elocuente: A Shirley, Pamela, Sheyla, Stephanie, Paola…, con la esperanza de volver a verlas.
Javier tal vez usa sadismo para regalarnos uno de los libros más libertinos donde se deriva el placer sexual del dolor y el sufrimiento o castigo extremo como la sangre fría.
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