lunes, 13 de junio de 2011

“El hacedor (de Borges), Remake”, de Agustín Fernández Mallo


El hacedor (de Borges), Remake.
Agustín Fernández Mallo
Alfaguara (Madrid, 2010)

Por Javier Moreno

Érase un argentino y un gallego… Parece el comienzo de un chiste. Pero no, no lo es, aunque no falte en este último libro de Agustín Fernández Mallo un sofisticado sentido del humor. Remake es un libro serio, un libro importante, quizás el más importante de este autor junto a Nocilla Dream, el comienzo de la saga Nocilla.

Dejemos de lado los poemas que constituyen la parte final del libro, de la mayoría de los cuales lo mejor que puede decirse es que son autocomplacientes; pasemos de largo ante algunos de los vídeos realizados por el propio autor –lastrados tal vez por un exceso de amateurismo- y que resultan una prolongación editorial y comercial del libro por otros medios (tecnológicos, en este caso). A pesar de todo estamos ante una obra espléndida y en ocasiones asombrosa. Resulta una tarea ímproba someter a parangón una obra como la del El hacedor, de Borges; más aún, una prueba que parece a priori abocada al ridículo. Agustín Fernández Mallo no sólo consigue superar la angustia de la influencia de la que hablara Bloom sino que, superada la efebía (en el fondo Bloom no deja de hablar de algo así como de una sodomía intelectual por parte del maestro hacia su discípulo), logra pergeñar un artefacto literario de dimensión artística considerable y del que el maestro argentino bien pudiera sentirse honrado.


Hay quien opina que lo mejor de Agustín está en este libro, algo con lo que sólo parcialmente puedo estar de acuerdo (mi observación acerca del apartado poético creo que deja clara mi disconformidad, más aún teniendo en cuenta la importancia que la poesía tiene en la escritura de este autor). Una vez salvada la objeción poética sí que es cierto que en las páginas de Remake se cifra la mejor prosa del autor gallego y, sobre todo, la materialización más palpable de su ideario estético (la fascinación por el pop, el apropiacionismo como canibalismo artístico, etc). Era previsible, incluso para aquellos que no gozasen de la intimidad del autor, que Borges formara parte de la lista de autores dilectos de Agustín Fernández Mallo. Ambos autores prescinden casi al cien por cien de lo biográfico en sus obras, ambos autores gustan de convertir sus textos en casas de citas –culturales- más o menos explícitas, ambos autores evitan todo discurso social o político para atenerse al mundo ideal de las formas y su deriva metafórica, ambos escritores tienen una concepción del tiempo sincrónica donde pasado, presente y futuro se entremezclan y confunden. Y, sobre todo, ambos son poetas. Demasiadas similitudes como para no tenerlas en cuenta. Agustín coge a Borges (entiéndase en todos los sentidos, incluso en el haroldbloomesco) y le da una pátina pop, sin restar misterio a los relatos del autor argentino. Agustín extrae de los objetos cotidianos e incluso netamente publicitarios un imprevisto halo siniestro. Fernández Mallo es un buen lector, no sólo de textos, sino también de imágenes e iconos culturales. Y este libro es en su sentido más amplio un libro visual, que desborda el ámbito filológico y en cuya lectura resultan imprescindibles los códigos del cine o de internet.

Podemos compartir o no la obsesión del autor por el arte pop, puede interesarnos más o menos la posmodernidad como sistema de coordenadas de producción artística. Lo que de ningún modo parece objetable es que relatos –o simplemente textos- como Una rosa amarilla, Diálogo de muertos o Mutaciones poseen una poesía y un encanto (encanto, sí, hermosa palabra) inconfundibles, que resulten una especie de paraíso (como decía Hilbert a propósito de la teoría de los números transfinitos de Cantor) al que no estamos dispuestos a renunciar.

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Tomado de: Javier Moreno
http://peripatetismos2.blogspot.com

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