No existo
nunca existí
ni deseo existir...
Su cuna es de los que literalmente la conocen como tierra de “Mata curas y Wala Walas”. Es profesor y Abogado, lo cual aportó a su intelecto en
Nació y creció bajo las polleras doradas de bayeta de su “Mamá Martina”; la disciplina de su padre le sirve para ser organizado, que suaviza su apego al dolor del abismo, de la tristeza y la soledad, no quiero afirmar que Mendoza se equivocó de época, pareciera que vino de otro tiempo, porque muestra con crudeza la repugnante fealdad de la miseria inmunda de este nuevo tiempo, con un milenio y siglo nuevo arrebosante, donde pocos entendemos a los poetas, peor a los de su pensamiento, que al mirarlo en un espejo nos muestra claramente al filo del tiempo - que le tocó compartir con nosotros – lo que queremos ver.
Fidel Mendoza, con su discreta humildad, es valiente para ponerlo delante, marcha a la vanguardia de su Generación literaria - luego de Fernando Terral que le cedió el paso por habernos dejado tempranamente -; porque su poesía parece la de un autor completamente normal, excepto, quizás, en el exceso de los recursos visuales que sólo él sabe reproducir : “…al igual que sus versos; se comporta no como iluminado, sino como un grande y apasionado conocedor de su oficio, el que suele dominar con instinto”. (1996, Diciembre Páginas Escogidas. Diario Los Andes).
Fidel Mendoza, pertenece al género de poetas visuales, sin suponer y sin faltarle las cualidades, es abstracto, intelectual, de genio joven, posee la lozana imaginación plástica y colorista.
Sus poemas breves como muestra en Herejías (Oruga editores, La Paz Bolivia, 1996), son descriptivos, detallando que sus versos son canciones que forman un sonido donde alternan los dolores del nacer, hasta el llanto sin llanto del momento final de un suspiro.
En sus obras poéticas, Fidel Mendoza aparece en un período de esplendor: Impresa taciturna (1992), con formas filosóficas, siempre buscando el estado del alma, analizando el grito hondo y sincero. La nota clara se notaba con el dolor real íntimo ya en Antología del Cinerario(1993) saturando el pesimismo frío, amargo, como el de Baudalaire, ratificada con Herejías, donde sugiere una balada triste, escuchada en la hora gris de un anochecer sin esperanza.
Fidel Mendoza, tiene además poesía inédita como: Calipso, que mereció
Fidel expone en Herejías, sin exagerar hasta la extravagancia una teoría filosófica, que más artística merece terribles anatemas de un estudio de la significación del momento antes de morir. Sabiendo y mostrándonos que la muerte vive dentro de nosotros, aunque dormida, y cuando despierte de ese sueño que vive dentro de nosotros… merecido o no, moriremos.
Juan Alberto Osorio, en el prólogo que le dedica a Herejías, no desdeña sus dolores, pero escribe: “… retoma algunos puntos que parecen fundamentales en este ejercicio poético /… estos versos no sólo conmueven sino que sorprenden por la madurez tempranamente intentada, y eso es lo importante, el mostrar y demostrarse que se tiene mucho que decir”.
Fidel Mendoza, no defiende su conducta, la explica, no pide sanción externa, no cree en los críticos; escribe sólo para él, y cada día se está volviendo más individualista, nada le parece poseer para él, el más ínfimo valor, sino aquello que sacamos de nuestro propio yo. Su naturaleza busca un nuevo modo de comprenderse y de obrar, y lo primero que desea es librarse de todo el rencor hacia el mundo.
Pero eso no es todo, sorprendió a la crítica con su novela – la primera novela de violencia social en el Perú – Te esperaré en el cielo. Edit. San Marcos (Lima, 2005). La novela nos remonta a los años del terror y barbarie de los 80, desarrollados en el mundo andino.
Con Te esperaré en el cielo Fidel inicia su ciclo narrativo mágico maravilloso. José Luis Ayala, en el Prólogo a la segunda edición dice de la novela: “…el mayor acierto/ radica en la capacidad de invención de una realidad literaria. Tiene mucho que ver con la historia, la psicología de un pueblo andino, la memoria atávica y la antropología como métodos para conocer mejor las relaciones de los seres humanos en un universo animista. La novela es, entonces, un mural en el que aparecen todas las fuerzas racionales, irracionales, metafísicas, cósmicas, cosmogónicas y atávicas en un momento de extrema violencia”.
Mientras tanto en el colofón del libro – que a mi criterio debería haberse presentado como Prólogo, porque nos da a entender que Maricela Ríos Toledo (Escritora mexicana), conoce más al narrador Mendoza que el típico limeño centralista de Miguel Arribasplata, que no le hace un favor a Fidel, cuando manifiesta de la novela “Te esperaré en el cielo”: “…destacan en ella los diálogos profusos, el manejo del tiempo y el manejo de la estructuración novelística, a la que tal vez le falte ofrecer situaciones y escenas más coherentes. Pero ese es oficio de todos. Fidel Mendoza logrará descubrirlo con la experiencia”. (2005, Prólogo a la segunda edición, de la novela Te Esperaré en el cielo. Editorial San Marcos. Lima.
Maricela Rios, sí acierta en descifrar el alma del narrador, llamándolo: Metalenguaje arquitectónico: “…en el texto (como en toda manifestación de la experiencia humana) se hacen evidentes y observables signos o rasgos en actitudes y razonamientos de los personajes que ayudan al lector a conocer el mundo que se manifiesta, a leer la novela y generar sus significados. Qué combinaciones de ellos los convencen y cómo sus diversos modos de conexión refuerzan la realidad con un impacto estético que se vuelve imaginativo y fantasioso. (Colofón a la segunda edición de Te Esperaré en el cielo).
PARTÍCULA
yo soy
la diminuta porción
de tristeza
que aún queda
después
del asesinato
de Atahualpa
y soy
rebelde
como el granizo
porque
nunca acepté
a los invasores.
TBC
escuálido clavel
marchito tus labios
secos tus yeyunos
fríos tus huesos
pétreos tus ojos
inmóviles tus pupilas
¡Oh! Inocente clavel
de hambre y miseria
en tus pétalos de cal
van encuadernados
la historia geológica
de tus volcánicos pulmones
que lanzan por los aires
sangre , dolor, llanto.
TBC villana ley
del sistema burgués.
XVIII
¡EVOHE!
A Martina. Aún cree
Que vivo en tus sueños
madre
he aquí tu hijo
quebré serpientes caminos por tu rostro de eucalipto
y tu dulce voz de manzana
los hombres han deshumanizado a los cristianos
me clasificaron en la orden de los sub-humanos
por haber nacido de las entrañas de una vasija de barro
quisieron borrar mi piel de canela con látigos
indio fui desde tu cósmico vientre.
madre
bajo mi poncho de vicuña
traje para ti rosas rojas
la sagrada hoja de coca para desmadejar tus penas
y cal para escribir tu nombre
en cada estrella del universo
madre de mis huesos…!
déjame besar tus manos obreras de arcilla
déjame volver a mi tierna edad
déjame dormir en tus doradas polleras de bayeta
madre
pronto caerán los muros de sal que han construido los
hombres lobo
los obituarios arderán hasta quedar ceniza
improductiva
y empezaremos a vivir de nuevo en el mundo.
MARTINA, PEREGRINA LIBÉLULA Y MADRE DE LOS DUENDES
XIX
¡EVOHE!
Martina
“Martina murió antes de tiempo
su pollera quedó detenida en el poyo
que guarda la desolada retama”.
mujer de arcilla se fue a morar nuevas tierras en el confín del universo
los duendes aman su rostro de anciana hierba buena
aún cansada suspira en el continente que Dios obsequió a sus
laboriosas manos de generosa obrera y tranquila bebe el agua
que ya no le arrebatan los ogros de azufre
madre del eucalipto que se marchó presurosa el día que el
sol colapsó en la lejana montaña azul poblada de truenos
la lluvia presenció la capitulación de su vida
el viento cubrió su cabellera que parecía navegar en tempestad
su sangre corrió y corrió no se detuvo hasta inundar las
frías regiones del orbe
sus ojos navegaron durante la noche hasta anclar en la
ternura de la madrugada.
martina murió en la batalla que los grillos conspiraron
una tarde contra el pan de trigo
cayó defendiendo la última migaja
fue cercenado por aceradas uñas de reptil que sublevó contra
su corazón de azúcar
pensaron que no volvería
pero su nombre convertido en cometa de confite atraviesa
todas las noches el cielo
al amanecer se torna en libélula y surca libre por el mundo.
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(*) Parte de este texto está inmerso en el libro Aquí no falta nadie, antología de poesía puneña de Walter L. Bedregal Paz. Grupo Editorial "Hijos de la lluvia" & LagOculto Editores. 2008.
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