domingo, 9 de noviembre de 2008

DUNS SCOTO Y ROBERT BROWNING


A partir de Luis Cernuda y Michael Landmann


Excursionista de los espinosos senderos del corazón humano, Robert Browning, el más religioso de los poetas de la era victoriana, será el primero en incorporar a la poesía inglesa el pensamiento voluntarista de Duns Scoto. Por cierto que la dimensión filosófica de la poesía de Browning no se limita a Scoto; en ella se dejará notar la influencia de teólogos tanto católicos como protestantes, desde Agustín a Lutero; místicos y visionarios como Eckhart, Bóhme, Swedenborg o el propio Manuel Lacunza, el religioso chileno del siglo XVIII. Sin embargo, ninguno será tan trascendente para Browning como Scoto, maestro del poeta a la hora de defender la singularidad radical de todo lo humano, concebida de manera incontrovertible como voluntad o impulso afectivo.

Desde sus primeros poemas y monólogos, se comienza a insinuar en Browning la convicción de que el pensamiento es un entramado de afanes al dictado de los afectos. La culminación de las posibilidades del hombre sólo se consigue en el amor, guía e impulsor del querer. No hay entonces mayor inteligencia que la virtud; tampoco mejor razón que el propósito. La soberanía de la voluntad sobre el entendimiento abstracto será también el argumento esgrimido por dos poetas británicos posteriores: Thomas Hardy y Philip Larkin, aun cuando en ellos confluya una herencia filosófica opuesta, la de Schopenhauer, para quien el intelecto es un fabulador al servicio de la voluntad.

El voluntarismo scotista de Browning repercute también en su confianza metafísica respecto al hombre y su destino, tal como lo subrayan las canciones del ciclo "Pippa Passes" o los poemas de "Men and Women". Más allá de toda expectativa, éste es el mejor de los orbes porque Dios así lo avaló con su amor, al poner en marcha el curso del mundo. Dios crea a su arbitrio. Y en ello radica su dignidad. Por eso la bienaventuranza, mandato perentorio del corazón, se asimila en Scoto y en Browning al acto puro de un querer -volición gratuita y total- que hace de la apetencia del amor su razón de ser. Pero aún hay más. A diferencia del panteísmo de Spinoza, que desmantelaba toda frontera entre la divinidad y sus criaturas, el ímpetu figurativo de Browning, conjeturando que lo eterno, para completarse, necesita un recipiente que lo acoja, defendió la forma cualificada -también siguiendo a Scoto- cual estrato final de la especificidad humana. O como escribe Hans Welzel a propósito de Scoto: «Dios edifica este universo porque necesita seres de carne y hueso que puedan disfrutar de su amor». Es en el nudo de lo viviente donde alborea el rostro de lo numinoso, mosaico de un Dios proverbial que busca en cada ser «la añoranza de su amor».


El concepto del hombre como portavoz del saber puramente racional, será en cierta medida ajeno a Browning. Con Scoto descubrirá que la acuñación de la Providencia se juega más en el actuar que en el especular. Y es allí donde el lenguaje se vuelve fundamental: las palabras, al enunciar, nos brindan su hospitalidad, otorgándole un relieve familiar al lugar en que vivimos. La historia de la palabra es la historia del despliegue del hombre sobre la naturaleza; testimonio que saluda, celebra y confirma el quehacer infinito del corazón humano en la lucha del «llegar a ser el que se es».



EL MAR


.......... Retornaré a ti, madre generosa y dulce,
.......... amante de los hombres, escondida bajo las aguas del mar.
.......... A tus profundidades descenderé, lejos de los hombres,
.......... besándote y fundiéndome a ti,
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........ aferrándote y estrechándote.
.......... ¡ Oh madre altiva y blanca, que en días pretéritos
.......... naciste sin hermanos ni hermanas!
.......... Deja que mi alma sea libre, como libre es la tuya.

.......... ¡Oh altiva madre mía, ataviada de verdes,
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....... bajo las aguas del mar, vestida por el sol y la lluvia,
.......... tus besos dulces y resueltos son fuertes como el vino
.......... y tus abrazos, como el dolor, son hondos y vastos!
.......... Sálvame y ocúltame con todas tus olas,
.......... encuentra una tumba para mí entre los miles de sepulcros
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..... helados que albergas en tus profundidades
.......... y que fueron forjados sin necesidad de los hombres para un mundo sin mancha.

.......... Dormiré, surcaré tus aguas junto a los barcos,
.......... seguiré el curso de tus vientos y mareas,
.......... mis labios harán un festín en la espuma de tus labios;
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...... levántame y húndeme.
.......... Duermo sin preguntarme de dónde eres o adonde vas,
.......... con mis ojos y mis cabellos plenos de vida,
.......... como una rosa colmada en cada pétalo
.......... de brillo, fragancia y orgullo.
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.......Y si esta vestidura mortal, tejida por las noches y los días
.......... alguna vez fuera desatada de mí,
.......... desnudo y contento zarparía hacia tus confines,
.......... lleno de vida, abierto a ti y a tus caminos,
.......... limpio del mundo, buscando refugio en ese hogar
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...... engalanado de verdes y coronado por la espuma,
.......... sintiendo el pulso de la vida en tus estrechos y bahías,
.......... como una arteria en el corazón de las corrientes del mar.



ANTES DEL OCASO


.......... Antes que la oscuridad se ciña a la tierra
.......... la luz crepuscular del amor declina en el cielo.
.......... Antes que al miedo le sea posible sentir escalofríos,
.......... la luz crepuscular del amor declina en el cielo.

5
........ Cuando el insaciable corazón murmura
.......... «todo o nada»,
.......... y la boca sedienta demasiado tarde se abstiene.

.......... Suaves, aferrándose al cuello de cada ser,
.......... las manos del amor descuelgan la brida;
10
...... y mientras buscamos consuelo,
.......... su luz crepuscular declina en el cielo.

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