martes, 11 de noviembre de 2008

Humareda Con Humor


A doce años de la muerte del extraordinario pintor, aparecen nuevas "libretitas" y un divertido boceto de su cuadro "El quirófano".

Escribe Teresina Muñoz-Nájar









CASI una década después de publicado el libro "Víctor Humareda. Imagen de un Hombre" por Herman Schwarz y Enrique Sánchez Hernani, en el que, entre otras cosas, se revelaba el contenido de quince "libretitas" que el pintor utilizaba para anotar todo lo que pasaba por su mente -desde citas hasta sentimientos-, salen a la luz otros trece pequeños cuadernillos íntimos del entrañable morador de La Parada.

Los tenía guardados Mario Cárdenas, amigo de Humareda y compulsivo comprador de sus cuadros. El es dueño, por cierto, de un memorable boceto de "El quirófano". Divertida escena de un suceso más bien trágico en la cual el maestro se retrata a sí mismo sobrepasándose con una enfermera. Una clara demostración del humor que siempre lo acompañó. Inclusive al enfrentarse con la muerte.

Según Cárdenas, cuando Víctor Humareda dejó Neoplásicas, en 1984, fue directamente a la casa de Ivette Taboada, en la Quinta Heeren. Allí, en pocos segundos, trazó la primera versión del que sería uno de sus últimos cuadros. Al mostrárselo a la amiga, ésta exclamó: ¡Inmoral!, palabra que quedó grabada al pie del dibujo. Sin embargo, Humareda quiso ser más explícito y detrás del bosquejo anotó: "Vi a una compatriota suya, le vi las piernas y dije: creo en Dios. Carmen Sevilla. Me puse un espejito en el zapato. Salem dijo que no es grave. Ojalá".








Picardía de Víctor Humareda hasta en su lecho de enfermo. Se trata de uno de los bocetos de su cuadro "El quirófano" (al lado). "Un hombre capaz de pintar a la muerte con luminosa alegría como él lo hizo, forzosamente debía tener ese toque de genialidad de los grandes artistas", escribió el crítico Luis E. Lama en 1986, a propósito de la desaparición del pintor. A la izquierda, Boceto de arlequín que aparece en la tapa de una de sus libretitas y óleo "Arlequín sentado".

El nombre de Ernesto Salem, médico que lo atendió y operó, se repite frecuentemente en las "libretitas" del pintor. Entonces, como el cáncer lo había dejado sin voz -"dicen que puedo hablar con el estómago, no me sale nada, pero estoy pintando"- las páginas que años antes sólo habían sido depositarias de sus reflexiones, citas y cuentas comienzan a llenarse de preguntas, respuestas y pedidos. Se convierten en su único medio de comunicación: "Lo pintó Goya, yo no". "No es sangre es pintura". "Don Carlos gracias por su visita, me voy a dormir". "No te metas a contradecir a la vieja, no conviene". "Lléveme al 5 1/2 por favor". "¿Hasta que hora está abierto el Cordano?". "Mi nuevo saludo es: ¿le funciona el páncreas?" "Ahora me llamo Tartarín de Tarascón". Frases sueltas e intercaladas con los horarios en que debía acudir al hospital.

En abril de 1985, Humareda ocupa toda una libreta en observaciones sobre las elecciones presidenciales. Dibuja obsesivamente la bandera de Izquierda Unida marcada con una "x" y los números de su libreta electoral. Se preocupa: "Julio Garró me ha dicho que si sale Barrantes puede ocurrir lo mismo que en Chile con Allende". Al parecer, fue elegido miembro de mesa en el Bausate y Mesa dónde le tocó votar: "Me humillan pidiéndome un certificado médico para darme la exoneración", escribe.


Entre 1981 y 1982, cuando aún no se le había detectado la enfermedad que le robó la vida, sus apuntes eran inagotables. En realidad anotaba de todo. Los pagos que le hacían por sus pinturas, lo que le debían y hasta su encuentro con posibles compradores: "Cualquier jueves de 4 a 8 vendrá un señor Gómez con Julio Enrique Oviedo a comprarme un cuadro". Cada dos o tres carillas, el reporte de la ropa interior que dejaba tendida en la azotea del Hotel Lima: "Secando en la azotea: un par de medias, un calzoncillo, un bibidí". De pronto, un estallido de ironía: "Presentarme ante Delfín como el difunto Matías Pascal". Siempre, alguna alusión al amor de su vida:"Ya no me conformo con Ivette ni con Nelly ni con Elizabeth, quiero a la verdadera Marilyn Monroe". ("Mi otro amor es el color violeta que me esfuerzo por dominar", le contestó en una entrevista a Juan Gonzalo Rose).

Compartía su soledad -"la soledad me ha moldeado como ha querido"- con los seres que amaba: "Si mis amigos son Rembrandt, Ticiano, Goya y Velásquez ¿para qué quiero más?". Pensaba en su muerte: "Poetas del Perú cuando yo esté bajo tierra ya consumido por el tiempo, reúnan todos mis huesos y préndanles fuego". Bailaba en solitario: "Yo no creería en un dios que no sepa danzar". Recordaba al pintor admirado: "47 años vivió Sérvulo Gutiérrez". Bromeaba: "De lunes a viernes no hago nada. El sábado y domingo descanso".

Lo cierto es que el genial pintor de Lampa, el hombre que habitó un mundo poblado de arlequines y quijotes, el que se conmovió tanto por las injusticias de esta tierra, jamás descansó. Vivió por y para la pintura. Y lo que es más importante, lo hizo con humor.



El 1° de enero de 1982, además de anotar que iría al cine Excelsior, Humareda apuntó: "Un hombre soltero es un peligro público" (centro). A la izquierda, Mario Cárdenas y los tesoros del pintor. Cárdenas conoció a Humareda en 1980. Lo visitó frecuentemente en el Hotel Lima donde vivía y le compró varios cuadros. Desafortunadamente tuvo que deshacerse de muchos de ellos. Conserva, en lugar especial, el boceto de "El quirófano". Derecha, "Un dia he de colgar la pluma para siempre. Todo lo escribo..."


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