Escribe: Darwin Bedoya
El esteta Jacques Aumont decía, hace poco, que las personas que gozan de una honda sensibilidad, de aquella que va más allá de la simple y normal en los seres humanos, son riesgosas pues pueden perennizar su voz, su palabra a grados realmente indescifrables debido justamente al origen de estas. En este contexto la poesía se torna en una delgada línea de la que pende el verbo y caen lentamente hasta esos espacios blancos desde donde podemos leer la magia de lo que conocemos como poesía. La poética de Walter Zea está propensa a llegar a esos niveles pues escapa de la cotidianeidad del discurso que solemos leer en esta zona del país donde imperan las desmedidas pretensiones poéticas que llegan a desconsiderar a la verdadera poesía.
Tengo la suerte de conocer la obra primigenia de Zea y sin lugar a dudas puedo afirmar que paulatinamente se está despojando de su atipicidad genésica, y es que con este nuevo conjunto de poemas se ubica un poco más al norte de su viaje inicial, es decir, con esta prolijidad parcial se nota que asoma una nueva poética con un lenguaje más transparente y luminoso que nos da indicios de que el poeta parece haber adoptado esta tendencia definitoria en su ejercicio poético.
A diferencia de su poesía iniciática Elucubraciones se circunscribe en un cosmos de plena efervescencia con un derroche de alusiones directas al amor, la muerte, la ausencia, la pasión, y los temas terrígenas, además de los sociales como sujetos poéticos (contraviniendo a Lyotard); evidentemente que esta combinación nos parece discordante a un eje temático principal, sin embargo merecen una atención especial los poemas iniciales, no sólo por ser universales, sino por el abordaje tan llano que realiza el autor, pero especialmente merece una lectura separada las primeras elucubraciones que inician con El Quijote de la armadura mojada, pues es aquí donde se percibe un mayor trabajo por la constante apelación a la metáfora y la aparición de fulgores del ritmo y de imágenes que transparentan más todavía este salir de la literatura para entrar en la poesía. Es el amor presente/ausente el blanco de las alegorías y las melodías que se impregnan en los recuerdos y se allegan en una rotunda ceremonia y nos conduce hacia la tradición de la poesía de ese corte temático. Dentro de estos poemas que no son necesariamente los ejes estructuradores del poemario, está lo que Octavio Paz llamó poética corporal y erótica verbal constituidos por una oposición complementaria, empero, esta vez es un discurso corporal muy delicado que el yo poético (contraviniendo a Jameson) se ha procurado como una voz propia; esta idealización de los sentimientos puros acompañados de esa poesía que en nuestro país fue escrita con contundencia-vehemencia, especialmente en los años 80 por voces femeninas que resultaría ocioso mencionar, pues ellas al margen de ser conocidas, ocupan un lugar espacioso en la literatura peruana, precisamente tienen nexos con la opción que el poeta Zea ha elegido en esta ocasión.
Las nuevas y renovadas perspectivas literarias que hoy se dispersan en el mundo de las letras -el análisis neocolonial, la hermenéutica, la pragmática, la deconstrucción, etc.-suponen una reactualización, un repensar, en este caso de la poesía, y esto nos obliga a tomar en cuenta aspectos relevantes en el trabajo poético actual como las propuestas estéticas, la asunción del discurso, el registro del lenguaje, los mecanismos poéticos de expresión y lo que ahora llamamos recursos expresivos, son apartados intrínsicos a la reestructuración poética, aspectos que la hornada a la que pertenece Jesús Walter ha empezado a tomar en consideración como se puede ver en este caso en Elucubraciones, este punto de partida nos hace inferir que asoma una pronta irrupción de la otra poesía, la inmersa en la vastedad hegemónica de la globalización sin necesidad de pecar con las meras poses o alienaciones, menos en la mal llamada literatura ligth.
Finalmente, los intersticios de lirismo que miden la estilística según Pfeiffer y la coloquialidad que marcó la poética de las últimas décadas en el verso peruano, en Elucubraciones son de una voz un tanto menor, una parte complementaria que el poeta ha querido desarrollar en alguna medida para que nazcan los poemas, pues en la hora de los búhos, cuando nos sorprende con una mano en el hombro aquello que lo griegos llamaron inspiración quid divinum y que hoy se llama invención, y desde lo más profundo nacen las palabras, la poesía, las elucubraciones que en este caso Zea a escrito, tal vez en que incluso la luna estuvo ausente. Esta nueva poesía pincelada con el color resaltante de un erotismo tenue, matizada además con esa raigambre telúrica-social que los poetas del sur peruano nunca han olvidado, quizá porque así demuestran que aman a su tierra en demasía, haciéndolos distintos a los demás. Elucubraciones, a pesar de sus limitaciones, nos hace comprender y creer que la poética puneña de los noventa aún está latente y es justo pensar que Jesús Walter tiene un futuro literario esperando por él a la vuelta de la esquina.
Ciudad de los vientos, 28 de junio de 2005.
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