Por: Darwin Bedoya
Forjar una antología puede ser más peligroso que hacer gárgaras con alfileres. Pero, si bien es cierto, las antologías nunca fueron ni serán completas, a pesar del enorme esfuerzo del antólogo, considerando inclusive que, a veces los riesgos son los únicos medios que nos conducen hacia un buen punto de partida o una meta codiciada. Sin duda, esta antología viene a cubrir un hondo vacío–olvido que alguien por ahí debió perpetrar. Parece que ahora ya no hará falta, porque ésta de Walter Bedregal Paz (Tacna, 1969), no sólo llena ese vacío, sino que también lo cubre pulcramente. El antólogo de «Aquí no falta nadie», antología de poesía puneña, Grupo Editorial Hijos de la lluvia & LagOculto editores, 2008, 302 pp., nos muestra una verdadera labor sin referentes en el medio. En este texto obvia la historia de los diversos movimientos y épocas o estilos poéticos (poquísimos realmente en Puno) y, en cambio, asume los postulados de Genette y Deleuze–Guattari, quienes enrumban teorías y estéticas hacia otros horizontes, su visión literaria se pretende distinta, llegando a unos espacios que tienen rasgos o aperturas de conexión, heterogeneidad y principios de multiplicidad, tal como se señala en los núcleos que configuran los capítulos vertebrales de «Rizomas» y «Mil mesetas» de Deleuze–Guattari. Este es un libro al margen de toda adversidad. Lejos de esos terribles ánimos de rasgarse las vestiduras o de dimes y diretes que en los últimos tiempos se a vuelto pan de cada día en las letras puneñas; y peor si de incluidos y excluidos se trata, más vale, en el caso de la presente antología, terminar con lo que dice Bedregal en su, por cierto, espacioso prólogo, «están los que deben estar». En este punto también hay que anotar que cada antólogo, desde el momento en que publica una antología, estará al corriente de justificar a sus seleccionados, sabrá valorar los textos que estructuran su volumen, sólo así será un genuino antólogo. Si estamos convencidos de que no existe arte sin malentendidos, también creemos que una antología poética debe multiplicar ese malentendido. Malentendido o pura semiosis, se puede elegir el término, al fin y al cabo, uno sabrá cómo denominar este espacio. Un lector–artista (y al revés) construirá sus lecturas, sus significados dentro del campo semántico que prefiera porque al final, ésas también serán lecturas en plena ebullición, y como sabemos, mientras más lecturas existan sobre un único texto, mejor.
En una edición muy cuidada y con una presentación que deja mucho lugar para la envidia, esta antología reúne 21 poetas, con una breve bio–bibliografía de cada uno de ellos, más una especie de «poética» y una amplia, muy amplia selección de textos merecidamente seleccionados. El prólogo, curiosamente titulado: «Las puertas se han cerrado» (a pesar de poseer cierta desorganización o, según Bloom, «desajustes» para el trabajo necesario del lector. O tal vez se haya tomado la propuesta de Cioran y sus postulados de caos infinito, antes que orden), ese preludio es una extensa cavilación sobre la poesía y sus vínculos demostrados a través de la intertextualidad–fractalidad, además de una breve combinación de la temporalidad o proceso de la tradición poética puneña, incluida una interpretación de los textos de los seleccionados, obviamente según el autor de la antología, y he aquí que se puede hallar el mérito de Bedregal, el haber ensayado una teoría de la poesía en las voces puneñas que parten desde Alejandro Peralta y Oquendo hasta llegar a Luis Pacho, Rubén Soto, Edwin Ticona, Walter Paz, Filonilo Catalina y otros poetas de los noventa. Haber iniciado un nuevo itinerario para seleccionar textos poéticos y no haber claudicado en el intento como otros, cuenta muchísimo en este volumen de poesía puneña.
La antología de Bedregal, creemos, sitúa en el lugar que les corresponde a las voces de Peralta, Oquendo, Miranda, Aramayo, Zaga, y una larga lista que conformarían los 21 elegidos (al margen de que quien firma estas líneas pudiera haber sido incluido o no por cuestiones de «geografías», según los «eruditos»). Lo que Bedregal hace es alejarse, de esos despieces generacionales consuetudinarios que la crítica literaria o aquella común manera que los estudiosos han convertido en canon para elaborar una selección, él renuncia a ese tan conocido modo: clasificar unos textos, ponerle unas cuantas palabritas como prólogo y listo, ¡antología hecha! Pero no, aunque parezca mentira, y como se puede comprobar, el antólogo de «Aquí no falta nadie» emplea nuevos mecanismos. En este contexto deseamos ocupar nuestro discurso en cuatro aspectos que se desprenden de la antología de Bedregal: uno, el carácter intertextual y/o fractal de los textos de sus seleccionados, dos, la ausencia de voces femeninas, tres, de la poesía misma, especialmente de su actual situación y su proceso evolutivo. Finalmente, es muy necesario hablar de la selección de los poemas incluidos en la antología.
U N O:
En primer lugar hablemos del carácter intertextual y/o fractal de los textos de la antología ANFN. Este es uno de los primeros libros de Bedregal, es decir uno de sus primeros sueños cumplidos. Porque la escritura parte de un sueño, de una aspiración que también tiene que ver con la poesía, no hay poeta que no haya basado su poesía en sus ilusiones, en sus sueños dormidos que un día despiertan en el papel a través de versos. Porque como dice el autor de ANFN: No existe otra forma para hablar de poesía sino aquella única que se llama sueño. Y la literatura, la narrativa o la poesía son solo sueños. En el texto «Habla memoria» el escritor Vladimir Nabokov dice: «he saqueado mis sueños más antiguos en busca de llaves y claves». Nathaniel Hawthorne en «Cuadernos de notas» escribió: «un hombre, en la vigilia, piensa bien de otro y confía en él plenamente, pero lo inquietan sueños en los que ese amigo obra como enemigo mortal. Se revela, al fin, que el carácter soñado era verdadero. La explicación sería la percepción instintiva de la vida», en el libro «Un sueño de Armageddón» del celebrado escritor H.G. Wells podemos leer el siguiente diálogo: «ese libro –repitió él, señalando con un dedo enjuto– trata de sueños […] supongo…– dijo titubeando». El carácter de los sueños según Nabokov y este fragmento sería la búsqueda de destinos y sinos en los mismos sueños. Mientras que para Nathaniel Hawthorne los sueños suponen el presentimiento de lo que va a suceder; en el caso de H.G. Wells, más cercano a nuestra visión, los sueños serían el contenido de los libros, puro sueños alcanzables y palpables como éste de Bedregal. Coincidiendo con los planteamiento de Genette y su intertextualidad de parodia y homenaje, por ejemplo, el viejo Borges parodiaba a Poe. «El Aleph» es una parodia general de la poesía, por eso parodia a Whitman como a Poe, a quienes Borges consideraba como sus referentes más cercanos. ¿Homenaje? Ese es el rasgo intertextual y/o fractal de los textos. Bajo los postulados de Genette o las explicaciones de Deleuze-Guattari, ¿qué pueden significar estos versos de Walter Paz?: «La nostalgia es una abeja que vuela mil novecientos noventa y nueve veces para crear una rosa» frente a los versos de Luis Pacho que dicen: «La lluvia era una gota que giraba mil veces para hacer una fiesta después de los crepúsculos». ¿Son comportamientos aleatorios?, ¿dinamismos de parodia?, ¿plagio, pastiche, homenaje? O simple y llanamente intertextualidad y nexos fractales. ¿Importa quién escribió antes o después? En el muy citado libro titulado «Hipertexto 2.0», George Landow dice: «Foucault, Derrida, Deleuze y Guattari entienden el texto como un universo de letras que coincide, en horizontes y limitaciones, con el hipertexto que ha desarrollado la información virtual». Esta misma idea es revalidada por Carlos Soler en «Teoría literaria virtual: análisis del hipertexto». También Bakhtin, en sus planteamientos sobre la polifonía, analiza aspectos referentes al texto literario, coincidiendo en las ficciones hipertextuales en la que las voces individuales se asemejan a las lexias, sin permitir la existencia de una voz única y tiránica. Landow dice a respecto: «más bien, la voz siempre es la que emana de la experiencia combinada del enfoque del momento, de la lexia que uno está leyendo y de la narrativa–poética en perpetua formación según el propio trayecto de lectura». Esto supone que los textos y las consecuentes lecturas van formando una trama que al final hace una espiral llena de referentes y constantes aleatorias.
La irrupción de la teoría posmoderna, basada esencialmente en la filosofía, de esa que, tácitamente, nos habla Bedregal a través de los referentes de Venturi, Vattimo, Derrida, Lyotard, Jameson, Deleuze, Guattari, Almoror, Ducaren, Foucault, Althusser, Serres, Faye, Châtelet, etc., (incluyendo sus no pocos excesos y arbitrariedades frente a sus proposiciones) nos hace ver el otro lado de la realidad, esa con las fronteras y los territorios que se desplazan. Donde se dan los cambios y los «sucederes» porque, en efecto, llegada la posmodernidad acontece lo que se da en llamar «la muerte del sujeto moderno» para emerger el «sujeto posmoderno». Con ello, caen también las teorías estéticas clásicas. Célebre es aquella frase de Vattimo que dice: «si con todo esto lo que hemos perdido es el principio de realidad, no es a fin de cuentas una gran pérdida». Su correlato en la ciencia se halla en el aparecer de lo que podríamos llamar «ciencia posmoderna», compuesta por diversas ramas como teoría de sistemas complejos, teoría del caos, teoría de las catástrofes, nexos de los fractales, etc., en las cuales el lector acreditado ha asumido que el modelo determinista, la «verdad» exterior al hombre que la ciencia debía encontrar, por utópica, es simplemente falsa: otro «gran relato». Al mencionar esto, hablamos de la necesidad inminente de un cambio un tanto radical, como en su día lo operaron las vanguardias, en el espacio de la creación poética y de donde justamente nacieron Huidobro, Girondo, Borges o Vallejo. Se pretende o plantea la necesidad de que los estudios sobre la poesía o narrativa puneña no sean canonizados. Que quienes pretendan hacer una revisión de la literatura puneña empleen nuevas herramientas de tratamiento del texto, para que de ese modo se pueda proyectar una nueva visión, una auténtica lectura que pueda desvelar la intención del autor. Hablamos, en este caso, de la validez de este ensayo literario hecho por Bedregal, un ensayo con la aplicación de la intertextualidad–fractalidad, pero esta vez en la comarca de la poesía puneña.
D O S:
En segundo término está el caso del acierto con la no inclusión de voces femeninas (lejos de una acusación de machismo, como se podría verse a simple vista, si nos salimos del texto). Sucede que el acto literario, no es sólo producción, sino también recepción, por lo que se puede afirmar que uno de los aspectos atinadamente logrados y que llama la atención positivamente en la antología de Bedregal es el silencio poético de las mujeres, lo cual, sin duda, no se debe a que ellas no hablen, sino que a veces no se las escucha o simplemente a que, en Puno, carecen del rigor necesario en la construcción poética. Porque otras antologías hechas en Puno han considerado no solamente a Gloria Mendoza, sino también a otros nombres femeninos, casi por compromiso o amistad. La recepción de la poesía puneña femenina se ha caracterizado por su insuficiencia de trabajo con la palabra y por una desmesurada dispersión, incluyendo esa especie de anonimato del que parecieran gustar las poetas de Puno. Entonces, esto supone que, a diferencia de otras antologías, la de Bedregal rompe esa especie de consenso de incluir a todas las voces de este grupo, sin mayores exigencias y pretensiones. Hablamos por ejemplo de la necesaria ausencia de Mercedes Bueno y Mílida Castillo, además de otros nombres de la actualidad. Más allá de lo que pudiera parecer un discurso patriarcal, y que las poetas de estas generaciones podrían ser llamadas «escritoras» y, en cambio, su arte poético no pueda decir lo mismo, esto no es más que un postulado valedero cuando de antologías serias se trata. Creemos que a ellas, las poetas, les faltó concluir su obra, dejaron su labor sin cubrir ciertos resquicios que permitan reconocer el poder de la palabra y les pueda dar creaciones nuevas y rotundas, tal vez un poco más lejos de aquel discurso de las poetas del 70 (María Emilia Cornejo, Carmén Ollé), plagada de posiciones de sujeto, temas del cuerpo como objeto de placer y de deseo, fórmulas trilladas del amor sin trabas, etc, etc. Sino, que debió darse la creación de un espacio discursivo propio, poblado de autenticidad y propuesta.
La revisión de Bedregal se convierte así en reconocimiento de invenciones culturales con nombre propio, esta revisión es el rescate –sobre todo el redescubrimiento de voces olvidadas y, también, de textos no considerados propios de la poesía peruana–, la formulación de un tiempo no lineal con la aparición de un eterno presente, la permeabilidad del ser y la reciprocidad desjerarquizada en la relación con el otro son algunas de las claves que se desprenden de este volumen con las voces de 21 poetas. Sin duda, una antología como ésta, permitirá que los estudiosos del futuro dispongan de un material muy valioso para sus investigaciones. Eso nadie lo puede negar, por muy ciego que sea.
T R E S:
El aspecto más importante es la visión que uno puede tener de la poesía puneña después de leer ANFN. Esa poesía fraguada desde antes de la vanguardia hasta nuestros días. Desde esa antesala se puede alcanzar una visión muy importante, justamente debido a este aporte antológico. Voces como las de Alejandro Peralta y Oquendo son sin duda los nexos con la anterior y reciente poesía puneña, la cual nos permitirá discernir el proceso que ha tenido en todos estos años, casi un siglo, la existencia de una tradición literaria en Puno. Nos aventuramos a decir, por ejemplo, que no ha habido cambios sustanciales desde Peralta y Oquendo, considerando el tiempo transcurrido, la poesía puneña se ha mantenido dentro de un «continuum», a pesar de los mínimos altibajos con dos o tres nombres. No hemos sido testigos de nuevas propuestas, de nuevos paradigmas o de voces descollantes. Todo parece haber acabado en las vanguardias, inclusive este síntoma puede alcanzar a la poesía de todo el Perú. No hay, volvemos a insistir, la presencia de un nuevo impulso, de experimentalidad o propuesta. Por el contrario, hay cierto conservadurismo. Nos hace falta, después de Oquendo, un Martín Adán o un Eielson puneño, por ejemplo. Con leves oscilaciones: Filonilo Catalina es a la poesía de los 70, con una añadidura de cierto lirismo, sólo eso; mientras que los demás, casi todos, transitan por una poesía neovanguardista con matices extremados del aire intimista que por momentos alcanza una concreción híbrida, debido a sus rasgos retóricos, oníricos y hasta tradicionalistas. Todos parecen girar perpetuamente alrededor de un sol que podría ser Oquendo. Soto estaría un tanto alejado de lo consuetudinario con su minimalismo poético y su tratamiento rotundo del lenguaje como lingüista que es, nada más. Los otros (incluido el autor de estas líneas que, por cierto, sigue blasfemando de su inclusión en esta antología), mantienen un estatus metafórico insistente y, a veces, reiterativo. Tal vez, en Puno, no tengamos más de cinco o seis poetas para una antología genuina. Para que nadie diga nada en el mundo entero.
C U A T R O:
La selección de textos para esta antología, en pocas palabras, es simple y llanamente la mejor, se ha considerado los poemas que verdaderamente han exigido un arduo trabajo a sus autores. Cualquier lector que se precie de haber leído buena parte de la producción poética puneña, indudablemente que nunca podrá decir, en su sano juicio, que Bedregal no ha seleccionado textos que merezcan estar, perpetuamente, en una antología. Serán los propios lectores quienes puedan dar su juicio al concluir con la lectura de esta selección.
En resumen, hay que reconocer el ensayo intertextual–fractal de Bedregal (inclusive habría que hablar que en esta antología, efectivamente: no falta nadie, porque, como se podrá leer, desde el prólogo hasta los apuntes bibliográficos, están, aunque mencionados, todos los poetas del mundo, incluido el patriarca Homero y los alemanes, y los ingleses, y los italianos, y los argentinos, y los suizos, etc. En otras palabras, todos los poetas de antología), este es un nuevo estudio de la poesía y la propuesta del debate serio. Resulta atinado el detenimiento en la no inclusión de voces femeninas. Acertado y conveniente para el corpus. Hay sapiencia y gusto estético en la selección, igual que interés por mostrar la calidad y la realidad de la poesía puneña. El sueño o, el libro de Bedregal, deriva de lo que Borges, en su Arte poética decía: «Sentir que la vigilia es otro sueño / que sueña no soñar y que la muerte / que teme nuestra carne es esa muerte / de cada noche, que se llama sueño. »
Para concluir estas líneas, el título de este comentario obedece simplemente a lo que alude Bedregal en su prólogo, cuando dice: «los poetas del dos mil en adelante todavía no han hallado su sueño». Sin embargo, parecen estar muriéndose, insisten en golpear las puertas del cielo, desde las cantinas, o desde las cabinas de Internet, al saber que su nombre no está en las páginas de ANFN. Al concluir la lectura de estas líneas, ojalá no se sepa de un próximo velorio. Por eso hay que poner esta antología lejos del alcance de los niños. Muy lejos o en una parte alta. No vaya a ser que les suceda algo malo de tanto estar al corriente de que no existen en este mapa, ni en los seleccionados, ni en la bibliografía, ni en ningún lugar. Como les ocurrió a ciertos escritores ya reconocidos... Ojalá entiendan, algún día, que estar o no estar en una antología importa un carajo. A pesar de la antología. A pesar de la poesía.
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