viernes, 25 de enero de 2008

BENAVENTE, CANTOR CALCETERO


Feliciano Padilla




“El Mensaje de Vicente Benavente en el Corazón del Viento” es un homenaje que Walter L. Bedregal Paz, tomando en sus manos una acción que debía hacerla el Municipio o el Instituto Nacional de Cultura, ofrece merecidamente al poeta mayor de la ciudad de Juliaca.


Cuando se vierte opinión sobre los poetas, se suelen hacer estériles comparaciones para demostrar que el vate objeto de estudio es el mejor, o para subrayar que algún otro de nuestra simpatía es superior. Este recurso es poco serio y no conduce a nada. La literatura debe ser apreciada como un proceso, y así debe ser considerada la literatura producida en Juliaca. Un texto poético se condice con su tiempo, con su espacio y su cultura. Inciden, además, a nivel macro, las corrientes literarias en boga que, sin que el autor se proponga, se filtran en su producción. Por eso, no se puede calificar a lo producido en las décadas del 50 y 60 como poesía primaria tradicional, ni decir que ahora hay una discutida poesía juliaqueña contemporánea, como he podido leer en las páginas finales de este libro.

Vicente Benavente respondió a su tiempo e hizo poesía blandiendo en su pendón poético un amor profundo al terruño y una actitud crítica a las lacras sociales de su contexto. Ahí están para demostrarlo “Un pétalo de amor para mi tierra”: por qué no dejar que llueva temprano/ por qué no dejar que silbe en la serenata/ el viento de los jilgueros que te aman/. Si en ti los párpados abren los años terrestres/ si en ti los Andes miden su altura /... No se precisa de ninguna explicación más para destacar su acendrado amor por la Tierra Calcetera.. Y completan esta pasión por Juliaca sus recordados poemas: “Juliaca”, “Juliaca, flor del Altipampa”, “Calceta”, “Calcetera”, “Calcetero”, etcétera, porque: Es preciso estrecharte a toda luz/ con los brazos de los amplios latidos/ con la fuerza de tus propias semillas/ con el calor de los cantos encendidos.

Respecto de su amplio espíritu de solidaridad con las acciones orientadas a cambiar el orden social de injusticias, se tiene una larga muestra de esta poesía comprometida. Saltan a la vista: “Canto a las horas de noviembre”, “Marcha del sacrificio”, “Libros en alto” y otros en los que deja constancia de su disconformidad y rechazo a la masacre que Juliaca sufrió en noviembre de 1965, en el primer poema y; su solidaridad con la lucha del magisterio, en el segundo y tercer poema: Una hora de camino/ Qué grande es avanzar por los niños/ Dos horas de camino/ Qué noble es avanzar por los pobres/ Tres horas de camino/ Qué lindo es apreciar el liderazgo del pueblo... Se advierte claramente que su poesía comprometida es sencilla, menos elaborada que los poemas aludidos en el párrafo anterior. Pero, el mensaje es contundente y; su solidaridad con el pueblo, innegable.

He dejado para la última parte de este breve comentario su poema “La feria del Chupeqhato”, en mi criterio, el texto mejor logrado. Se trata de un poema por el cual será recordado don Vicente Benavente, no sólo porque trasunta en él, el nuevo espíritu de una ciudad moderna - en la medida en que es el espacio puneño de mayor penetración del capital, donde sus habitantes empeñosos y trabajadores luchan cotidianamente, palmo a palmo contra las adversidades, por un futuro promisorio - , sino, porque el texto exhibe una calidad notable. Son versos de arte menor, donde la cadencia y el ritmo exaltan y arroban, y los símiles y las imágenes están debidamente construidos y se corresponden con la atmósfera de un texto que quiere reflejar una feria provinciana, muy al estilo de “romancero” del poeta español Federico García Lorca o del romancero cholo, el poeta cusqueño Luis Nieto Miranda, su coetáneo, quien, también escribió por aquellos años: “Romance de la feria de Sicuani”, además de otros romances.

En “La feria del Chupeqhato” es donde mejor se recrea el alma calcetera, que en sí es el alma de Juliaca, por lo menos del tiempo en que fue escrito y, simbólicamente, de esta Ciudad de los Vientos del siglo XXI. Leamos algunos cuartetos: Un pedazo de cariño/ lleva la pompa del frío/ otro pedazo de ruego/ besa la queja del día/ .. Es el día de la feria/ llegan todos apurados/ se han vestido las güapitas/ con las sedas más brillantes/... En la tierra de Juliaca/ la feria del Chupeqhato/ es la plaza de ganancias/ lunes de nuevas promesas/ Ha llegado la tarde/ y el viento se va quedando/ pero junto a la boliviana/ deja su corazón de recuerdo. Se advierte en estas estrofas versos muy medidos y una adecuada distribución de los acentos que le otorgan innegable musicalidad, que el bardo logra pulsando con maestría las cuerdas de su charango, porque su voz es voz de charango, de pinquillos y toqoros, que se expande en esa querida pampa de Juliaca para testimoniar la transformación dialéctica de los machuaychas y chiñipilcos en forjadores de la economía moderna, al conjuro de libaciones y amores furtivos a pesar de la dureza del trabajo; en medio del vocerío turbulento y las pugnas por sacar el mejor provecho de esta actividad comercial.

Felicitaciones para Wálter Bedregal por ofrecernos una muestra de poesía de uno de los bardos más queridos de Juliaca. El libro perdurará por esta razón y no por otra, aunque tenga detractores. Porque, como decía el mismo Vicente Benavente: Amenazan siempre/ ¡el libro está en alto!/ Hacen alarde epidérmico/ ¡el libro está en alto!


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