Luis Nieto
Siempre he creído que una de las grandes pasiones del hombre se cifra en el cariño al terruño, en la ternura, y el fervor a ese «Pedazo grande de patria» que llevamos como latido en el corazón. De ahí que me conmueve leer este puñado de versos de Vicente Benavente en los que vibra limpia, luminosa, honda, su adhesión viril a la tierra que lo viera nacer.
Benavente por su conducta, por su profesión, por las ideas que gobiernan su vida, pertenece a la estirpe de los que bregan con coraje y con honestidad por los anhelos superiores de su pueblo.
No es un contemplativo. Es un realizador. Malgrado el vituperio corrosivo y la envidia aldeana de los despechados, este joven maestro, que ha dedicado lo mejor de su vida a servir a su tierra, nos da un ejemplo de honesta laboriosidad, de desvelo permanente de entrega total, sin renunciamientos ni vacilaciones por la causa de Juliaca.
Quienes lo conocemos sabemos de su sinceridad, de su pasión, de su recta conducta, de su amistad fraterna, sin dobleces ni trastiendas. Es un hombre de este siglo, con los deberes urgentes y las inquietudes dramáticas propias de estos tiempos convulsionados, en trance de alumbramiento.
Y estos sus versos creo que son un justo homenaje lírico a Juliaca y a las gentes que discurren en el áspero e imponente escenario de la altipampa. Hay deslumbramiento, jolgorio, júbilo de día de fiesta en estos cantos dedicados a la calceterita, al calcetero, a la abigarrada y multicolor feria del chupeqhato. Aquí está Benavente con toda su fibra chola, ebrio de color y de paisajes, gozoso y encandilado ante el espectáculo sobrecogedor que brindan las tempestades, los vientos cordilleranos y los ocasos violentos. Todo él, conmovido y absorto, ante la pincelada humana de las gentes sencillas que dejaron su siembra de lágrimas y de canciones en los repliegues más íntimos del corazón. ¡Bello homenaje, éste que dedica a su linda tierra y a ese pueblo de cóndores cuyos aletazos convulsionan los horizontes de la patria!
Kosco, octubre 1965.
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(*). NIETO, L. Liminar en Cinco poemas para mañana, Cusco – 1965.
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