miércoles, 9 de enero de 2008

Mural de latidos

Vicente Benavente


(Como una lágrima para todas las horas)

Tip. Triunfo. Juliaca – 1974.



MADRE DEL PUEBLO

MAZORCA libre del mundo,

fuerza irreductible, palabra encendida.

Arena de amor incontenible, corazón de rocío,

las palomas humildes arrullan tus manos

en el relámpago del imán de tus pupilas.

Te digo madre, artesana del campo,

que se lleva los rumbos en la acera,

que se tejen de nuevo los andamios

para abrir la puerta de la aurora.

Obrera de los surcos, capitana de las raíces,

las rutas inauguran siempre tus pasos.

Hoguera insobornable, lámpara permanente,

contigo el calvario de los siglos

es festival de la esperanza.



MADRE DEL INFORTUNIO


Madre del infortunio,

ansiedad del futuro,

levanta la agonía del herido,

penetra en los poros del enfermo,

alienta el overol del trabajo

que aquí los mercados soplan

el aire de las emociones populares.

Sé que tus años avanzan

como una madrugada

que habla de tus canas la indiferencia

como el muslo frío de las piedras

habla de flores desterradas de la espina.

Sé que tus penas no se olvidan

de la sombra grata de los barrios

allá en las calles solariegas de tu fe.

Sé madre del día que las ramas del llanto

cubren las llagas del suburbio.



MADRE


Cómo te admiro con la humildad de tus días,

cómo te veo con la ingenuidad del trabajo,

cómo te quiero con las ojotas de la lluvia,

cómo te busco con el sueño de la patria.

Es bueno hablarte sencillamente

sin las mangas azules del cielo,

es claro decirte que eres recia

mujer de hombre y batalla.

Los ríos son profundos de vida,

los platos son hondos de apetito,

los niños son de amor intenso,

para besar la conducta de tus labios.



CAMPESINA PRIMAVERA


Oh madre de las cocinas que humean,

de las voces que sufren y primus que se ahogan,

toma esta romana del canto

para dejar la carga del recado.

Campesina primavera, se han abierto

las venas para el domingo de tus gritos,

se han despeñado los clavos de la miseria

han rodado las lágrimas con tu risa.

Cuando recoges los despreciados,

abrazas la angustia del pobre,

refriegas la ropa del sueño.

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