lunes, 7 de enero de 2008

CAPÍTULO II


Poesía completa de

VICENTE BENAVENTE


(Poema de 7 Estancias)
Tip. Molleapaza. Juliaca – 1954.


JULIA


CESARON los vientos y el remolino,
arcos de silencio se hicieron veloces
con esa fiera que he visto que no volverá,
llega el instante y fatigado sueño
ahora que mi dulce Julia se acerca
al abismo de la suerte que me castiga.

Te miraba en el cielo de mí enojado
los ojos agrandados por tu pálido rostro
y en el resto de mis ademanes desesperados
procuraba cortar el nudo de la infancia.

Tus labios temblorosos
se quemaban de sed para indicarme
un mundo de las circunstancias.
Tu rosada mejilla se marchitaba pronto,
Julia mi amor, hecha de Kantuta,
cuán presto llega la cizaña fatal
por la justicia que Dios dispone.

Corrí para hallarte y un rosario de llantos,
cubrían tus manos y labios fríos y así
besé tu boca yerta abracé tu cuerpo.
Quiero ahogar mis ojos en lágrimas que vierto,
quiero hacer jirones de felicidad,
porque es el dolor que ahora enjugo.

Vestida de blanco en la muerte
como de novia en la boda,
te contemplé que aún eras mía.
El sol avergonzado entre nubes
te vio que llegabas acompañada
con nuestra hija al cementerio.

La forma vacía te consume,
la misma ausencia que va goteando:
La vieja historia de la nada,
el gesto empedrado de un desierto,
el casco enfurecido de un odio.

Tengo la boca reseca
en horas que me recibe
la puerta pensativa de la casa,
pero ya no tiene eco ni el alma
de calor que abrigue mi grito.

Llegando estaba también
la sombra en la agonía,
mientras la luz apenas
se retorcía en el parto del dolor,
agarrándose en la dura acera
donde se camina.

Pero estoy llamándote,
mi tierna figura del amor que sufre,
enloquecida cifra del hogar que llora.

Como niños rodados de una lágrima,
alzo el fecundo silencio de la vida
que hoy comprendo nos toma mejor
en el drama palpitante del amor.

Será nuestra gracia,
para amarnos con extraña dicha,
para coronarnos la frente de besos
para usar la fibra de las preguntas
en el trance infeliz
de las mudas respuestas,
como los brazos gozosos que abrazan
el cuerpo de una huella atractiva.

Así bebo el agua de la flor de rocío,
tomo el rato de calor en mi rostro,
así callo y despierto,
y de esa manera quiero vivir increpando,
agitando la fatiga de un martillo
que ha venido a clavarme en el pecho,
una cruz del calvario de la vida.

Estando en la vida no sabías nada,
repito que no sabías ni agarrar la duda
en la transparencia del cariño;
las manos envueltas en la bondad
quehaceres de palomas concluían
tendiendo en el brazo comedido,
una muestra tuya posada en la brisa.

Ya en la nieve o en la rosa
dormía honrada tu belleza,
ya en la noche o en la sombra
tu amor encendía el horizonte.
¡Que más tarde diga!
siento la armonía de tus pasos.
dulce barro del corazón hay en el fondo.
ninguna espina oculta de raro.
Qué será…

En las cavidades negras he caído
encendiendo con algo que me queda
el fuego de amor que me has dejado,
y alimentando mis palabras con tu silencio
todo he seguido gota a gota, cuerpo a cuerpo,
qué duras las espaldas que he encontrado,
nadie siente los golpes estos que caen.

Tanto amor para nada,
tú para olvidarme aislado de tu lado,
para contemplarme sin escuchar mis ruegos,
para deshacerme en el gozo del silencio
para molerme consternado de asombro.

Es cierto que gozar la vida es vivir herido,
que la fúnebre corona adquiera su dominio
que la tumba sagrada de tu cuerpo frío,
sea la MADRE SAGRADA DE MI DAFFI.

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