miércoles, 30 de enero de 2008

EL QUIJOTE DE MI LOCALIDAD

“VICENTE BENAVENTE CALLA”

LUGARES DONDE LOS ÁNGELES NO PUEDEN LLEGAR

No es difícil imaginarlo caminando incansable por las calles frías de Juliaca. Un silencio hecho de mil palabras descansa en la comisura de sus labios. Hoy lo he visto caminar por la plaza que un día de diciembre escuchó, como en octubre, los versos del poeta Vicente. Hoy comprendí aquellas palabras que alguna vez leí en algún libro: los escritores son pequeños dioses porque pueden crear o destruir lo que por su mente pase, pueden inventar mundos fabulosos, personajes únicos y, sobre todo, sentimientos increíbles.

Ahora resulta comprensible amar su poesía, leer sus versos una y mil veces. Pensar en el maestro y su obra. Saber que viene creando otra vez aquel bosque de fantasías que ni siquiera el inclemente paso del tiempo ha podido disolver. Ahora asoma su recuerdo, triturando nostalgias y sembrando abundancia de encuentros en el punto exacto en el que la nostalgia se torna en esperanza. Cuando llega la noche, seguro que alumbra la oscuridad con sus ojos pensativos. Yo leía sus poemas cada vez que podía, pero un día descubrí que la poesía se estaba volviendo en mí algo así como una necesidad. Entonces revisé los orígenes de esta urgencia llamada poesía; después de mucho pude encontrar entre otras cosas, guardando en mi gaveta, el libro que un día con asombro leí, se llamaba “JULIA”. Lo leí nuevamente y por fin me di cuenta que su autor, don Vicente Benavente Calla, igual que hoy, estaba lleno de sensibilidad.

Muchas veces, desde que conozco la poesía, he intentado ser algo, como un poeta, pero he comprobado con tristeza que es difícil, ahora mismo, en esta historia trato de ser sensible y llegar a fabricar algunos versos, pero no puedo. Y es justo en este momento que puedo imaginar un sitio lejano en el que se ve claramente al tiempo sentado y a veces de rodillas escuchando la cercanía de una voz que cruza sin descansar los lugares donde la soledad ha fundado su imperio, imagino un sitio debajo de esta espera donde es posible aprender de memoria los secretos que el silencio no supo decir como ahora que es tan sencillo observar la espalda de la distancia, cada vez más pequeña, y comprender muchas cosas con los ojos muy cerca del mar.

Pero lo que busco es un poema, busco escribir un poema como los cientos de poemas que ha escrito el poeta Vicente.

A veces pienso que la poesía viene a mí con calma; y por ejemplo -ahora transcurre ligera entre la arena y el sol como una llovizna convertida en gacela que solo sabe llegar, volando. A veces llega entre el murmullo de la soledad y el repentino vuelo de un signo para enseñarme la danza de su aliento cuando la vida empieza a levantarse o cuando el silencio se pone a entonar las canciones que ya no puede callar mientras camina por la orilla de un río interminable .La distancia a empezado a construir su aroma, su llegada, su rostro en las cuatro paredes de este mi cuarto vacío de todo. Hace un instante la lejanía se puso a tatuar el eco de unos pasos agujerados de tanto llegar.

Ahora resulta comprensible mirarla desde de este otro lado del reverso, trenzando el vacío y anudando el rumor de la lejanía solamente con el estío que derrama su porqué de manzana lista para comer: poesía. Sin embargo, a pesar aún de los pesares no encuentro el punto de partida, la magia de la poesía que me lleva a su jardín. Y hasta a veces dudo que algún día en verdad llegue a tocar el olimpo que el poeta Vicente ha tocado. Pero hoy estoy decidido a llegar a los brazos de la poesía, por eso saldré ha buscar a don Vicente, iré a encontrarlo para preguntarle por dónde puedo empezar esta historia y ya no imaginar a la poesía como una dama pálida y con las mejillas casi oscurecidas, pero sin ningún miedo al contemplar los desiertos y mares y cielos y cerros que aún le falta tumbar para llegar a mí.

Ahora está caminando como todo un poeta, como lo que es, por las frías calles de Juliaca. Lo veo luminoso, da la impresión de que está maquinando un poema. Imagino la música que emana de su poesía, unas palomas cruzando los sueños y tejiendo en los ojos las imágenes de un lago azul, tan alto como los andes, y allí veo reflejarse a un jovencito que probablemente debo ser yo, mirando desde lejos a la poesía, y más adelante a un poeta recitando los más dulces poemas frente a un pueblo llamado Juliaca, todos dicen ¡viva el poeta! Y don Vicente sonríe, guarda sus poemas y yo empiezo a leer los libros que aún me faltan, todos estos libros que me aguardan en la penumbra, mientras veo la felicidad del mayor poeta calcetero, este personaje a quien tanto conozco y admiro. Pero especialmente a su estilo de escribir, a su manera de tallar cada verso y hacer que vibre aquel lector que un día empezó un verso suyo y no lo dejó, como yo, como todos y la poesía.

Hoy me he puesto ha pensar decididamente. Saldré a buscar al poeta calcetero, encontraré a don Vicente Benavente Calla y seguro que me dará la receta y yo le diré: qué bueno es saber que siempre estarás con nosotros, que no te irás nunca y ya te extrañamos, poeta. Y más allá de todas estas ganas y anhelos de ser como tú, debo reconocer que cada verso tuyo ha llegado a mi alma a los lugares donde los ángeles no han podido llegar.

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Premio Nacional en el Concurso:

Agua es vida

Ronald Canaza Condori

3ro de secundaria

I.E.S. Alfredo Bryce Echenique – Juliaca

docente tutor: Darwin E. Bedoya Bautista

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