domingo, 27 de enero de 2008

PALABRAS BREVES SOBRE DON VICENTE BENAVENTE


Fredy S. Vilca Monteagudo

No sé porque tengo la sensación que en nuestro medio usualmente se acopian de don Vicente Benavente, poemas vamos a decir “telúricos”. Así en la antología elaborada por el poeta Samuel Álvarez Enríquez (37) encuentro los poemas Juliaca flor del altipampa, Canto a Runa Soncco y Los Machu Aychas. Por otro lado, hay algunos más radicales que no lo nombran, como por ejemplo en la antología de la poesía puneña de la Corporación de Fomento y Promoción Social y Económica de Puno (38) como también es el caso de la Antología de la poesía puneña de Omar Aramayo (39) en ambos casos figura Luis de Rodrigo.

Cada antología es una selección arbitraria y subjetiva. No puede ser de otro modo, sino estaríamos ante una compilación. Tampoco se trata de una selección natural, porque es artificial. Pero en el caso de don Vicente Benavente, qué es lo qué sucede? Por qué no aparece en la foto. Hay una actitud intencionada? O es simplemente un olvido involuntario, veámoslo amablemente desde este último punto de vista. Como una omisión pura.

Pero al margen de los antologadores, qué hemos hecho nosotros para construir una tradición. Qué hemos hecho nosotros para encumbrar a nuestras personalidades y posibilitar su inclusión. Por qué la exclusión nos gana, la indiferencia y la apatía nos agotan y nos convierten en seres inanimados y desacompasados. Por qué el asfalto mediocre nos cubre desde los pies hasta los cabellos. Por qué la economía nos conmina a ser la única y absolutamente carne de cañón de la boca. Por qué la semilla no germina, no obstante los sembradores. Por qué el pan no es pan sino verso aislado. Todas las respuestas nos llevan a fijar la idea que todos tenemos la culpa.

Si bien los poetas de fin de siglo de nuestro medio construyeron las bases de una generación, en la actualidad no se advierte continuidad. No hay un crecimiento sostenido. No hay caldo de cultivo. Nos gana el festejo y el perreo. Tal vez siempre fue así, tal vez nosotros fuimos tan solamente una generación producto de la improvisación. Quizá la historia se vuelve a repetir. Y mañana los que vengan seguirán pensando lo mismo, tendrán las mismas quejas y lamentos, seguirán con la exclusión, porque fueron hijos de la exclusión, fruto del olvido, de la fractura inconclusa con una forma de ser o de vivir. Mañana las musas seguirán esperando el gran día, la materia prima de los versos seguirán esperando al gran samaritano, las heridas hirvientes no dormirán y el pan albo deseado seguirá en la puerta del horno. El orfebre seguirá sufriendo porque la piedra no habrá sido aún barro. Y todo seguirá como al principio y no vendrán los siete días no habrá luz ni deseo, la manzana no será mordida, y no habrá destrucción del reino ni conquista ni Incas degollados. No habrá nada, sólo el hombre del ande caminando con su alforja, su pena, su quena, su llama. No nacerán cinco ni diez metros de poemas. Mañana ojala no sea así, es posible que todos los poetas que pudieron nacer estén muertos en el corazón vivo de cada uno de nosotros esperando brotar por las venas por los reductos más finos haciendo méritos por decirnos que la vida pudo ser que las musas caminan solas, que las generaciones se cruzan en las avenidas sollozando, lamentándose por haber herido su destino y no poder ser poema.

La poesía es un modo de expresar nuestras vivencias. Unos eligen el canto o la narración (otros eligen la nada). Hay tantos modos de expresar esas emociones como personas que escriben. El poeta es un pequeño Dios que en su soledad se rodea de sus criaturas. La pluralidad de artistas dispensa una gama de voces. Cientos de versos y estrofas han corrido bajo el puente. No hay filosofía que diga lo contrario. Pero lo fundamental es la metáfora. Sin este artilugio no hay poesía. Todo es tiniebla. Es la línea divisoria entre aquí y allá. Entre el ser y no ser. En los poemas de don Vicente Benavente hay palabras que hilan versos, hay un hombre que delimita su espacio verbal, vocaliza las sílabas difíciles, entrecruza un ser mágico con la palabra, construye una oración como un niño juega en un día normal: Quiero ahogar mis ojos en lágrimas que vierto / pero estoy llamándote / mi tierna figura del amor que sufre / enloquecida cifra del hogar que llora / escucha los latidos, imagen del alba / hoy, mañana, siempre mantendrá el rocío / invariable el alfabeto de nuestros nombres / en el árbol donde florece la madera del amor. Por qué la antología no entra a estos terrenos, por qué el sujeto duda y no recoge todas las palabras, todas las voces. Como dije tal vez todos tengamos un poco de culpa en esto. No supimos valorar al ser que hizo algo importante en su medio natal.

Don Vicente Benavente no puede ser etiquetado como un poeta telúrico. No hay poesía telúrica, a- telúrica, social, pura, cóncava, convexa, indigenista, neo-indigenista, racista, neo-racista. Creo en la palabra construida, en el verso emancipado de todas las penas descriptivas. Habla tu sonrisa dormida en el cielo / cuando raya la aurora después del odio; / las risas te arden / en la cara con olor / a fresca manzanilla; Tierna golondrina / en el mismo nido que vives / desnudando las horas / en tus bienes rosados / viajan mis ojos sin medida; / Te digo madre artesana del campo / que se lleva los rumbos en la acera / que se tejen de nuevo los andamios / para abrir la puerta de la aurora; / es bueno hablarte sencillamente / sin las mangas azules del cielo / es claro decirte que eres recia / mujer de hombre y batalla; / es preciso estrecharte a toda luz / con los brazos de los amplios latidos / con la fuerza de tus propias semillas / con el calor de los cantos encendidos.

Y así sucesivamente, los versos que van brotando del pecho humano, de la masa gris, de un desayuno en una choza de altura, son parte no de lo telúrico, no de lo social. Creo que no hay etiquetas puras, no somos un producto único. Sencillamente un texto es o no poesía.

Siguiendo lo que decía al principio, la poesía es una cuestión de minorías. De pocos a veces de nadie, eso explica que en las escuelas no repiquen los versos. Esto sucede no sólo aquí. La tarea de las minorías es mantener el pequeño espacio que le fue asignado. No dejar que el oasis se pierda, no permitir que el arenal invada y cubra por competo el verso. La batalla aquí tiene por objetivo no ser enterrados, no tanto sobrevivir. La minoría nunca será mayoría, la poesía no será tarea de todos, puede irradiarse en olas que suben y bajan. Pero incondicionalmente el reducto no puede ser suprimido, y no será aniquilado mientras tengamos imágenes como la de don Vicente Benavente que desde generaciones anteriores nos ha dado una posta que estamos obligados a encumbrar.


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(37). Antología de la poesía en Juliaca. ANEA – SR. Colección Celeste. Juliaca 1993. pp. 17-20.

(38). Tomo V de la colección, Editorial Universo, Lima. 1987.

(39). Biblioteca Popular Transparencia, 1999.

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