Zaida Múñoz Vásquez
La irregularidad de sus versos, junto a la asonancia de los mismos ubica al autor en el contexto histórico del crepuscular fin de este siglo se va percibiendo, captándose la desesperada carrera de la humanidad por llegar al siglo XXI y despejar las incógnitas de avance o destrucción; a pesar de enfocar una personalidad que es el pilar fundamental en la historia de este nuestro terruño, Juliaca.
En esta simbólica composición la primera estrella del día saluda las manos, ¿Qué? ¿Acaso el día tiene muchas estrellas? y ¿Porqué no saluda al rostro o a la cabeza?, es a las manos, pues para don Vicente Benavente, esas manos son el símbolo del trabajo y la prosperidad de la ciudad de los vientos, y en las manos de
La golondrina y las pampas; el viento y la juliaqueña CALCETERA, dualidades naturalmente coexistentes, hallan en la poesía de Benavente un lirismo impactante, que insistentemente complementa con la idea del constante trabajo: fuente de progreso, testimonio de dignidad y decoro, estas últimas ideas son captadas en las unidades:
«Donde la primera estrella del día…”
“En la herencia del alba…”
Risueña calcetera,
tierna golondrina de la pampa,
donde la primera estrella del día
te saluda las manos.
La integridad de este laboriosos ser, conmueve las entrañas, susceptibilidades, pensamientos e instintos del poeta quien lo toma en su mundo individual con sentimientos y debilidades; en su mundo social, con fiestas y romances; en su mundo laboral: con ruranas, lana, hebras, guantes, chalinas, chompas, y demás productos acabados, para luego ser cargados y llevados a la estación de trenes, donde deberán ser acogidos por los turistas y de esa manera convertirse en embajadoras de la cultura juliaqueña.
Los trenes han llegado y han partido
como vienen y se van los pasajeros,
Callada mi calcetera de regreso
también en sus afanes contempla,
nuevas chompas y calceta
que hace la comadre de la estancia.
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